Guillermo Capobianco Ribera
memocapobianco@gmail.com
El 10 de octubre de 1982 es la fecha que la historia nacional ha inscrito en sus páginas como la del rescate de la democracia y el final del ciclo militar de 20 años.
La heroica huelga de hambre de cuatro trabajadoras mineras, cinco años antes, marcó el principio del final de la dictadura banzerista y el hito de la transición que duró 60 meses.
Derrotar una dictadura militar conlleva mucho sacrificio del pueblo y lucidez y sabiduría de sus instrumentos de lucha; los partidos políticos y las organizaciones sociales de la sociedad civil.
Pueblo, instrumento, liderazgo y una visión del mundo y de la realidad.
La transición hacia la democracia en Bolivia contó afortunadamente con estos cuatro factores fundamentales sin los cuales es imposible derrotar un régimen represivo, sustentado en la fuerza militar institucional.
De estos cuatro factores uno de ellos es indispensable: la visión del mundo y de la realidad contenida en una actitud y postura ideológica como propuesta de la sociedad que se pretende instaurar en reemplazo del régimen autoritario.
La década de los años sesenta fue la de la “utopía socialista” que tuvo como referente la victoria de los guerrilleros de Fidel en Cuba.
La guerra revolucionaria continental del “Ché”, la columna guerrillera de Teoponte y la instalación de la Asamblea del Pueblo en pleno hemiciclo parlamentario, fueron experimentos cuya ideología llegó “desde afuera”, por tanto, ideologías “prestadas” que no correspondian al desarrollo histórico de la formación social boliviana.
Entre julio y noviembre de 1977, siete líderes del insurgente Movimiento de la Izquierda Revolucionaria que expresó en la época lo más lúcido y combativo de la “generación de la utopía socialista”, realizaron el “Seminario de Achocalla” y transformaron la ideología prevaleciente de la izquierda boliviana.
El proceso del llamado “entronque histórico” con la Revolución Nacional trastocó los fundamentos teóricos de la ideología “ajena” y produjo el encuentro de dos generaciones políticas; la emergente, expresada en el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria y la veterana generación del 52 cuyo origen se remonta a la tragedia de la Guerra de Chaco.
Lo demás es historia conocida.
Las generaciones del presente debieran estudiar este proceso de desarrollo teórico para comprender a la Bolivia contemporánea en la que desafortunadamente predomina otra vez la visión ideológica prestada y foránea que se genera en una especie de transnacional del indigenismo y del socialismo autoritario del Siglo 21.
Sin una ideología auténticamente nacional y un trabajo en profundidad en el interior de las Fuerzas Armadas, hoy base de sustentación de un régimen cada vez más autoritario y represivo, será imposible recuperar la democracia social autonómica moderna con libertad y pluralismo económico y político a que tiene derecho la sociedad y el pueblo boliviano.
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