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En todos los comicios realizados en los últimos tres años, el M.A.S. y el Presidente Evo Morales han recibido el apoyo de más del 50 por ciento de la población y según todas las encuestas siguen teniendo un porcentaje elevado de apoyo lo que les proporciona la oportunidad para llevar a cabo reformas en el marco de las leyes y de la Constitución Política del Estado. Por ello, es difícil entender que procedan al margen del ordenamiento jurídico para emitir políticas y el poco avance realizado en materia de desarrollo económico. El cierre de las superintendencias violando por decreto lo dispuesto por las leyes es un ejemplo de lo primero. La oportunidad perdida de utilizar los millonarios ingresos del gas y de la minería de los últimos años para diversificar la economía y crear empleo es un ejemplo de lo segundo. La violación del orden jurídico está acompañada de un permanente proceso de desinstitucionalización. Se tiende a destruir o debilitar los principales órganos de justicia, el Congreso de la Nación, la Corte Electoral, la Contraloría, las Prefecturas, etc.
Frente a esa realidad, corresponde preocuparse del estado de los mecanismos actuales de toma de decisiones, es decir, de la estructura del poder político. Para comenzar, cabe observar que no obstante el gran apoyo político del M.A.S., sólo tres ministros pertenecen a esta tienda política. De la mayor parte del resto de los ministros, con algunas raras excepciones, se sabe muy poco sobre su trayectoria política, intelectual o académica. Sin que esta observación implique se los subestime, esta situación sugiere que son poco conocedores del proyecto del M.A.S. Por otra parte, un Plan de Desarrollo débilmente elaborado y la ausencia de iniciativas claras no les facilitan la ejecución de sus funciones.
En un ordenamiento político fuertemente presidencialista, la figura del Presidente es central en la toma de decisiones. Sin embargo, en la situación actual de Bolivia, queda alguna duda sobre el poder real del Presidente. Alrededor de él, existe un núcleo duro de colaboradores quienes son los que en realidad ejercen el poder. Es casi seguro, por ejemplo, que el Presidente ni su partido conocían a una buena parte de los ministros antes de que entraran en funciones. Los desconocidos por el Presidente responden al mando y las iniciativas del núcleo duro. El M.A.S. es un importante conglomerado político que no buscó ni busca darse la estructura de partido político, concepto aborrecido y rechazado por el núcleo duro; en consecuencia, no acompaña al Presidente ni en la elección de sus colaboradores ni en la definición de políticas. Las instituciones que podrían dar solidez al proceso de toma de decisiones están siendo poco a poco destruidas lo que refuerza el poder de decisión del núcleo duro.
Sin embargo, la impresión que tienen todos los que observan el desenvolvimiento del Presidente es muy diferente, pues está presente en todas las reuniones importantes nacionales o internacionales y estando dotado de buena labia, carisma e inteligencia, habla con autoridad y convence. Trata a sus ministros y colaboradores con dureza, reclamándoles su falta de creatividad, imaginación y responsabilidad. Éstos, sabiendo que el Presidente repite lo mismo cada vez que los encuentra y que pasará más horas fuera de Palacio de Gobierno que dentro de él lo que le impide conocer los pormenores de la realidad, asumen las reprimendas con desparpajo.
Las amonestaciones del Presidente a sus colaboradores se basan en su intuición política, pero cabe la duda sobre su real conocimiento de lo que ocurre y de sus implicaciones. Entre muchos otros ejemplos, dos recientes hechos llevan a plantear esa hipótesis. Por una parte, está la corrupción en Y.P.F.B y en ABC de caminos. Por otra parte, está el asunto de la muerte de los llamados "terroristas" en Santa Cruz. En ambos casos, cabe preguntarse si el Presidente fue correctamente informado sobre los hechos y si tiene conocimiento de sus implicaciones. También cabe preguntarse si el Presidente tiene un conocimiento claro del estado de la economía y de los riesgos emergentes de la crisis global. Si la respuesta a estas interrogantes fuese positiva, fácilmente se podría imputar al Presidente muchas fallas, por acción u omisión, por ello es que muchos prefieren aceptar que el Presidente se enfrenta a problemas de información y análisis echando la culpa de ello a sus colaboradores.
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