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En homenaje a Mario Benedetti he escrito el siguiente texto:
Mario Benedetti ha muerto y queda en mi recuerdo
Mario vive en el rocío, en el aroma y en la luz de la esquiva que escapa de la felicidad, porque quizá es mejor o más fácil no tenerla y quedarse con la ilusión al perseguirla... que aprender a vivirla en la rutina de la calma que cada vez apacigua la pasión y que tantas veces termina por ahogarla.
Mario Benedetti ha muerto, pero su poesía vivirá como vive el rocío verbal de la mañana al despertar al lado de la amada… y el aroma de su verbo quedará como queda en mi rostro el de mi amada amiga al despertar...
Mario ha muerto y se ha ido, pero su verso persiste y hará que recuerde el rostro de una dama, iluminada por la luz que entra por las rejas que un eclipse interrumpió. Pero de Mario Benedetti queda el poeta y hace aflorar a mi mente el recuerdo de las primaveras con las esquinas rotas que tantos vivieron en esa Gran Guerra que no fue tan Fría y me recuerda a alguno que estuvo viendo la luz del sol que pasaba por sus barrotes a través de la rota esquina durante diez años.
Y todavía veo en mi memoria a quien después de salir de esos diez años quería regalar no ya a su hija a la que no pudo, sino a su nieta un pañuelo como el que al cuello llevaste de niña, y me lo dijo así… Y trasladé el pedido al guía y le dije lo que quería el amigo de esas primaveras que vieron el sol con la esquina rota.
Y una nieta tuvo un pañuelo como el que tuviste de niña, como regalo de un abuelo que quizo darle un símbolo del cariño y de la causa a la que siguió fiel hasta la muerte, aunque en diez años le llevo a diluir su amor en el recuerdo en el que se perdió el aroma, el rocío y la luz.
Por eso Mario Benedetti me evoca a la ternura en la táctica y en la estrategia, en el amor y en la conquista, que sólo es verdadera cuando hay entrega que no debe forzar ni persistir más allá del mismo amor, porque sino la táctica se vuelve estrategia del desastre; porque como poeta supo que no hay mejor conquista que la que supone la entrega plena del amado a la felicidad de la amada; y a veces ella es la renuncia en la misma entrega.
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