miércoles, 17 de junio de 2009

Democracia, autoritarismo y anarqu=?ISO-8859-1?Q?=ED?=a

Romano Bismarck paz alvarez
marck_paz@hotmail.com

En Bolivia, de forma descarada, el partido político en función de Gobierno se sirve de la democracia como mero instrumento simbólico para legitimar el poder mientras avanza en el proceso de implementar la denominada sociedad cerrada, expuesta magistralmente por el filósofo judío-alemán Karl Popper en su libro La sociedad abierta y sus enemigos.

En términos generales, la sociedad abierta se basa en la discordia y conflictividad con un cierto grado de hostilidad que se genera, de forma natural, por la instintiva competencia de los ciudadanos con el afán de mejorar sus condiciones materiales de vida. Una sociedad abierta es heterogénea, se encuentra en permanente cambio, en permanente evolución; como se basa en el precepto 'hobbesiano' de que el hombre es el execrable depredador del propio hombre, surge la necesidad material de crear el Estado de derecho como instrumento de dominación de las élites políticas, acompañado del sistema democrático de libertades como mecanismo para domesticar el poder otorgado a los hombres por los propios hombres.

En este sentido, y según Elías Canneti, la democracia no es más que la simulación de una cruenta batalla en la que se ha cambiado los palos, los chicotes y las balas por los votos, confrontación en la que, por supuesto, es imprescindible la competencia de dos o más adversarios en relativas condiciones de igualdad. He aquí la respuesta de por qué los Estados con sistemas de partido único no son democracias, debido a que son sistemas políticos que limitan el pensamiento del ciudadano, ya que se han cerrado bajo el paraguas de una religión, una ideología o el culto casi divino a un mesías; por lo general, es un cóctel sangriento de esas tres variables, que violan abiertamente las libertades civiles de quienes difieren del orden establecido.

Por supuesto, las élites políticas que han salido derrotadas luego del conteo de votos no renuncian a sus intereses ni a sus principios. Inmediatamente y con actitud crítica se convierten en el ente fiscalizador del oficialismo; son la piedra en el zapato del Gobierno de turno. El MAS entiende perfectamente esto y como carece de una cultura democrática, utiliza a los dos enemigos de la sociedad abierta para hostigar, amedrentar y perseguir a toda oposición política.

Por un lado, sus movimientos sociales y sectores afines se mueven libremente en la anarquía, cercando el Congreso, amenazando con la toma de ciudades e instituciones, confiscando arbitrariamente los bienes patrimoniales de opositores indígenas, humillando y ultrajando la integridad física de los disidentes, sobre todo en la zona rural del país, que es donde su proyecto de sociedad ha logrado cerrarse homogeneizando políticamente a sus integrantes.

Por el otro, utiliza arbitrariamente los aparatos represivos del Estado para acorralar a la oposición política, ejecutar juicios sumarios e 'incendiar' el país con incesante propaganda política. Esto no es ningún misterio, ya en 1864 el abogado francés Maurice Joly, en su libro Diálogos en el infierno de Maquiavelo y Montesquieu, explicaba paso a paso cómo se pueden utilizar los mismos mecanismos democráticos para implantar el autoritarismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario