unfotografo@hotmail.com
Nos preguntó que nos parecía su nuevo novio y ante la falta de respuesta dijo de un solo envión y sin respirar; "siempre tiene en su cara una sonrisa, siempre habla, tiene conversación para todos los temas y además lleva la relación con mucha suavidad hacia donde queremos ir los dos. No podría estar sin el".
A nosotros nos pareció un halago exagerado y apresurado, le dijimos que difícilmente, conociéndola a ella, esa relación diera resultado, pero bueno, nos reímos con ella y compartimos la buena nueva. Para eso están los amigos.
A velocidad de vértigo decidió que ya era tiempo de que se fueran a vivir juntos, y por poco no tienen un hijo. Digo "por poco" porque un par de meses después se estaban separando. Le preguntamos que había pasado con la maravilla y respondió de un solo envión y sin respirar "estoy harta de su mirada de idiota permanente, es un cínico que se ríe de todo, todo el tiempo habla, como si supiera de todo y además es un manipulador que lleva las cosas siempre a donde le conviene…me molesta, me molesta mucho su sola presencia".
No es una parábola, aunque es un buen chiste. Es la historia permanente de las relaciones apresuradas y sin construcción. Relaciones que nacen "a propósito de algo". Cualquiera que las mire de afuera, sabe que, o no existen, o no duran. Y la línea es tan difusa como los intereses, las cosas en común, las necesidades y las concesiones que se hacen para tener al otro "cerca". Alianza es la palabra exacta.
Hace un par de años el discurso pretendió cambiar la naturaleza de las cosas. Los "collas sucrenses" se convirtieron en "hermanos chuquisaqueños" y los "collas de mierda" pasaron a ser "hermanos estantes y vivientes en Santa Cruz". En aquel momento recuerdo que recordé la fabula de Esopo, a propósito de la rana y el escorpión y en silencio pensé "es la condición humana nomas…".
Apenas comenzaba la primera parte del cuento. El escorpión le explicaba a la rana de que no había lógica que indicara que la mataría en plena travesía. El Deber, titulaba que los hermanos paceños, esa maravillosa gente que tanto había aportado a Santa Cruz, había llenado con su entrada, el 16 de julio, la ciudad de colores tradicionales, aportando una vez mas al crisol de la bolivianidad que es Santa Cruz. Rubén Cosas y el Comité asistían al desfile, los collas se declaraban cambas de corazón, convicción y nacimiento, y los cruceños-pro-cruceños, que ya se habían entrenado en Sucre para soportar la nausea, declaraban felices ante la nueva maravilla, que Santa Cruz NUNCA, así con mayúsculas, NUNCA, había sido racista. El presidente de los residentes paceños no fue tapa de Sociales en El Deber, solo porque estaba un poco pasado de peso. Y de edad. Pero en el resto del diario, daba más declaraciones que Obama sobre el salvataje a los bancos.
Hasta que llegamos a la mitad del rio y "por poco" tuvieron un hijo. Digo "por poco" porque sucedieron algunas cosas. Don Ruben ya no fue a la entrada, los cruceños-pro-cruceños tampoco y El Deber, hoy 20 de julio, tres años después del tórrido romance descubre que "le molesta mucho su sola presencia" y titula: "Fiesta paceña dejó multas, basura y malos olores", y , claro, descubre ahora cosas que antes no sucedían, ni en la fiesta paceña ni en el carnaval. Se lamenta de los esfuerzos denodados de EMACRUZ para limpiar las calles, se molesta porque cerraron una calle en la zona 4 de noviembre y se indigna de que "UNO de los participantes, amaneció borracho dormido sentado bajo un árbol", sin dejar de persignarse porque la jardinera de la doble vía a la guardia "olía a orines".
Lo que me llamó la atención es que habla de todos, pero sin nombrarlos. Deben estar dudando si llamarlos "estantes y vivientes", "hermanos" o "collas de mierda". Deben estar esperando a que les digan si todo volvió a como estaba, o si todavía NUNCA somos racistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario