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Es innegable que gran parte de nuestra pobreza y atraso tiene su explicación en factores externos. Esta premisa sería absurdo ignorarla. Es más, en este campo nos quedan desafíos que debemos enfrentar para revertirlos en nuestro favor.
En todo caso, si bien la pobreza tiene razones estructurales, las más fuertes son las causas propias, las nuestras. No somos pobres, estamos pobres porque tenemos la cultura de la media, de la mediocridad. Nos asusta el sacrificio y preferimos las soluciones fáciles.
Desde el hogar, nuestra estima por nosotros mismos es baja. En el colegio nos enseñan las grandezas de otras sociedades, y de Bolivia nos hablan de sus debilidades y desgracias históricas: de las guerras perdidas, de las dictaduras, del problema indio, de lo que nos diferencia, de nuestras pírricas victorias y de nuestras resonantes pérdidas.
Así nos forjamos quejones. Nos formamos para generar compasión, para que nos tengan compasión. Hemos aprendido a hacer de la pobreza una cultura, un negocio. Quizá por eso somos tan descuidados con nosotros mismos. Mi madre siempre me decía. "Mire hijo, seremos pobres, pero eso no justifica que usted ande mugriento como limosnero". Y es que hemos perdido hasta la dignidad de ser pobres. Nos encanta la limosna, educamos a nuestros hijos en la escuela de la mendicidad.
No estoy en contra de los padrinos y de los regalos de Navidad a los niños pobres. Está bien que, por lo menos una vez al año, los ricachones de este país caigan en cuenta lo pobres que somos, lo inútiles que somos para combatir las desigualdades sociales y económicas. Pero lo que no está bien es que a nombre de la pobreza y los pobres movilicemos a miles de mendigos sin pedirles nada a cambio o sólo el esfuerzo de estirar la mano y llorar.
¿Por qué las obras de caridad no son acompañadas por obras de bien común? Me explico. ¿Porqué a los mendigos-pedigüeños no se les pide que a cambio realicen una obra de bien? Por ejemplo, todos los del barrio "X" que quieran acceder a un regalo deberán demostrar que se han organizado y realizado un trabajo concreto. Como revocar su casa, aunque sea con barro; limpiar los jardines de su barrio, reparar los asientos de sus escuelas, pintar cuadros para sus escuelas. En fin, un sinnúmero de obras que pueden hacer para lo cual tendrían que agudizar el ingenio y la creatividad. Por qué no obligarlos a trabajar en la construcción de su dignidad?
Pero claro, siempre es más fácil apelar al sentimentalismo y hacerse famoso con los pobres y la pobreza. La limosna genera limosneros. Y eso es lo que producimos cada año en cantidades geométricas. Desde la sociedad y desde el Estado la pobreza y los pobres son carta de presentación que asegura limosnas y bonos. Así, año a año, con el escudo de la cultura damos vueltas en un círculo vicioso de chupa(farra) general y luego lamento nacional.
En todo caso hay pobres sin solución y los pobres dignos. Los pobres pero dignos son los que no quieren ser pobres, son los que se animan a luchar contra sí mismos y plantearse salidas. Son los inconformes, los que día a día le ponen el hombro, la fuerza y el empeño propios. Estos son los pobres que no generan compasión, los que no permiten que otros vivan y se hagan famosos a costa de ellos. Estos son los despreciados porque no lloran, ni sólo se preocupan, sino que muestran entereza y se ocupan. No son los que viven del lamento. Son estos miles de bolivianos de los cuales nadie se ocupa. Son los que le arañan a la vida cada oportunidad que ella les da. Son los "vendidos al sistema".
Para estos pobres nadie hace campañas de felicitación, o recolecta no de dádivas sino de oportunidades para surgir. Apoyar a éstos sería una buena forma de combatir la pobreza, pero claro se acabaría el negocio de los que viven de la pobreza. Y es que nos encanta premiar al que llora y no a los que se esfuerzan, innovan, arriesgan. Hemos escalado a la fama, mostrando lo peor de lo nuestro. Ojalá algún día acabemos con esta mentalidad y práctica indigenofila (amor a la indigencia) y construyamos la mentalidad y práctica basada en nuestra dignidad. El desafío está para la familia, la sociedad y el Estado. Que la pobreza sea un desafío a erradicar y no un negocio para eternizarla. Los bonos y las limosnas no producen ciudadanos, sino habitantes pedigüeños y conformistas dependientes de sus benefactores: el padrino o el Estado.
Yo, como miles de bolivianos sentimos la misma desazón que vos al ver como se negocia con la pobreza. No por nada en una oficina de la Conferencia Episcopal en La Paz, en la época del Diálogo Nacional del año 2000, del cual tu formaste parte, había un gran cartel que decía lo siguiente:
ResponderEliminar"Mientras hayan pobres, tendremos trabajo..."
Te felicito por abrir los ojos de la gente, ójala se entienda tu punto de vista y no se le eche la culpa al imperio de todo para evitar que el pueblo piense.