carmela2en35@yahoo.es
Pocas clasificaciones resultan tan vacías como la que utiliza Rocabado en su comentario. Tanto, que el comentario mismo añade confusión al desorden y no contribuye en nada a aclarar las cosas.
Cuando leí el título de su ensayo, me sentí tentada a responder de inmediato: Ni Samuel ni Manfred, Evo!
Y es claro... depende lo que se entienda por derecha y por izquierda, la respuesta será diferente.
En este momento, las definiciones las plantea la misma izquierda, por lo que se atribuye a sí misma todas las virtudes y a la derecha le carga todos los defectos. Rocabado cae en esa misma red y repite sin dudar ni criticar esa manera de clasificar las cosas, tan tendenciosa como falaz. Desde ese punto de vista, la derecha es autoritaria, abusiva, empobrecedora, mentirosa, violenta, etc. etc. Y me pregunto: ¿no caracteriza todo eso al gobierno de Evo? Si la derecha es todo eso que la izquierda dice que es...entonces Evo es indudablemente de derecha.
Pero su discurso es de izquierda, dice Rocabado. Claro: propone el cambio, se dice democrático, incluyente, tolerante, generoso, solidario, etc. Y es verdad, digo yo, pero ese es el discurso. En la práctica, que es lo importante, la prédica se queda nomás en un barniz de autoalabanzas que nada tiene que ver con la realidad.
Y el pueblo... ¿es de izquierda? Naturalmente, dice Rocabado. Quiere cambio, solidaridad, justicia social, y por eso, dice, es de izquierda. Tal vez... hasta que se de cuenta de que los discursos no son suficientes, y entonces tendrá nomás que buscar en su propia experiencia a ver cuándo obtuvo realmente lo que quería. Es decir que más allá de los discursos tratará de ver cuándo avanzó más en los cambios favorables a la justicia, la solidaridad, la generosidad, etc. Por ejemplo, algún día ese pueblo reconocerá que los cambios más profundos y eficaces en el país no tuvieron lugar bajo gobiernos de izquierda. Me refiero a la participación popular, el seguro universal materno infantil, el bonosol, las tierras comunitarias de origen, la reforma educativa que promovía la educación intercultural, la creación de mecanismos de protección del ciudadano como el defensor del pueblo, el tribunal constitucional, los defensores de oficio, el tribunal agrario, el inra, las circunscripciones uninominales... sin que ninguno de los presidentes se viera tentado ni a reelegirse ni a apoyar desembozadamente un candidato oficial.
Si los pontífices que clasifican lo que es izquierda y derecha fueran coherentes y honestos, tendrían que cambiar su retórica y reconocer que los neoliberales fueron más de izquierda que el Evo y sus amigos.
No me extrañaría que el odio contra Sánchez de Lozada nazca precisamente de la frustración que les causa saber que, en pocos años, en medio de crisis y sin boom de exportaciones, con menos del 35% de los votos y minoría en el Congreso, fué capaz de hacer más por el pueblo, pero mucho más, que Evo, que teniendo 8 mil millones en reservas, millones de millones de deuda perdonada, mayoría absoluta en el Congreso y una votación mayor al 50%... solamente ha producido palabras, discursos, promesas y muertos extraños como los de Porvenir y el Hotel Las Américas.
Y tratar en este momento de ponerles etiquetas a Manfred, Samuel o Joaquino es absurdo. Se sabe poco de sus propuestas y aunque el pasado y la condición social son factores importantes, no bastan para clasificar sus candidaturas. De hecho, sería tan idiota como creer que Evo es democrático, tolerante, solidario, etc. etc.
Discutir quién es de izquierda o de derecha es parte del juego infantil de la izquierda autocomplaciente y mentirosa. Si Rocabado quiere jugar ese juego, allá él... el aulalibre está para más.
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