jueves, 2 de abril de 2009

Una salida "neoestructuralista"

Alfredo Seoane Flores
aseoane_2000@yahoo.com

En nuestro medio, existe una tremenda distorsión y confusión en el debate teórico sobre el desarrollo económico. Una "nueva ortodoxia" encubre el entendimiento de las cuestiones de la economía, impidiendo entender sus verdaderos problemas así como los objetivos y el "deber ser" de la política económica, es decir, de las acciones del Estado/gobierno para dar impulso a la producción de bienes y servicios, para satisfacer más eficiente y eficazmente las necesidades de la población.

La "nueva ortodoxia", usa preferentemente los términos "neoliberal" y "neoliberalismo" como concepto descalificador de todo argumento que se considere contrario al proyecto político que enarbola la clase política boliviana actualmente en el poder. La apelación a un término ya definido de antemano como anatema, es el principal contenido de una imprecisa conceptualización teórica y práctica. Otro de sus contenidos es la ausencia deliberada de un debate académico serio.

Es típico de dicho pensamiento post-neoliberal descalificar cualquier planteamiento de apertura de la economía al comercio exterior y la inversión externa o una apelación a la prudencia macroeconómica, o las virtudes del mecanismo de precios y de mercado como asignadores eficientes de recursos en la economía.

Los problemas de la economía nacional son bastante complejos como para tratar de entenderlos con anteojeras ideológicas y gruesas generalizaciones. Será necesario, para empezar a tratarlos, analizar los efectos y logros concretos de su aplicación y compararlos con los del post-neoliberalismo. Se trata de evaluar objetivamente los éxitos y fracasos del pasado neoliberal y del presente post-neoliberal, para confrontarlos y extraer enseñanzas para una propuesta de futuro. Nuestro objetivo no es el de reivindicar al neoliberalismo sino el de re-centrar el debate, acudiendo para ello a un método deductivo, que permite analizar y evaluar las políticas aplicadas y sus resultados. Para ello hemos considerado conveniente referirnos a algunos de los planteamientos del neo-estructuralismo como una alternativa viable del neo-liberalismo.

Prácticas de política económica

Pese a la existencia de un criterio muy extendido, pero equivocado, en Bolivia durante los 20 años de las llamadas políticas neoliberales, las aplicó de manera no "ortodoxa", combinadas con medidas que no pueden, sin forzar mucho, ser encasilladas bajo el paraguas neoliberal. En efecto, bajo un mismo esquema de gobierno se han aplicado políticas de diverso corte ideológico, algunas muy creativas y heterodoxas. Asimismo, entre los diferentes gobiernos de esa coyuntura, han existido diferencias de enfoque y acentos para encarar las transformaciones necesarias.

La descripción de la crisis del modelo desarrollista-estatalista, que da lugar a la adopción de un modelo neoliberal, ocurrida a principios de la década de los ochenta, será el punto de partida para el análisis. Las exportaciones nacionales, casi exclusivamente de estaño, cayeron en valor y volumen debido a la disminución de los precios y de la producción, con el agravante de que los costos -inflexibles a la baja debido al poder sindical- superaban los ingresos. Con un gobierno/Estado incapaz de tomar las decisiones empresariales necesarias para ajustar los gastos a los ingresos, la brecha resultante se cubría con otras fuentes. Esta situación se propagó a toda la economía mediante la expansión monetaria o impuesto inflación, que disparó los precios y resultó en un proceso hiperinflacionario, inmisericorde con las clases pobres y medias. La extrema pobreza se incrementó ostensiblemente como resultado de ello.

Con ese problema sin solución y una demanda popular por estabilidad, se dio el cambio de modelo económico, logrando la estabilización de precios. ¿Era necesario ese cambio de políticas y la estabilización? No sólo necesario, sino urgente, imprescindible; cuestión fundamental para salvar al Estado democrático y aliviar el sufrimiento del pueblo por la escasez y carestía. Para estabilizar había que terminar con los factores de expansión monetaria y generar un clima de confianza que apuntale el retorno de la inversión. Al final se consiguió la estabilización de precios y se logró un manejo de las cuentas fiscales y monetarias prudente, que se constituyeron en la base de una recuperación del crecimiento económico y de la capacidad del Estado para desarrollar políticas públicas. Entre ellas, atender las necesidades sociales. El nuevo modelo aportó con: estabilidad, crecimiento, retorno de las inversión, institucionalidad, mejor inserción internacional, acceso al ahorro externo, entre otras ventajas.

Habría que valorar los avances que se dieron en cuanto a la institucionalización y la profesionalización de entidades públicas como BCB, Aduana, Impuestos, INE, Presupuesto, Hacienda, etc. Asimismo, son ostensibles los avances en cuanto a la institucionalización de los procesos electorales creíbles, del sistema judicial, del servicio exterior y las entidades públicas en general.

En cuanto a la recuperación de las exportaciones, después de algunos años de esfuerzo sostenido se alcanzó a diversificarlas, con un crecimiento de las no tradicionales que dieron al país una variedad mayor de productos y mercados; siendo la primera vez en la historia del país en que la preponderancia de los minerales fue superada por productos de la agroindustria y la manufactura. Además, se logró en ese periodo una balanza de pagos sostenible, que permitió financiar el desarrollo, gracias primero a la credibilidad externa respecto a las políticas aplicadas, lo que redunda en retorno del crédito externo -que se traduce incluso en la renegociación y mecanismos de disminución o quita de deuda externa muy creativos- y la afluencia de inversión externa directa, producto de un conjunto de transformaciones jurídicas que permiten y garantizan la participación extranjera en sectores productivos y de servicios. Estas darán como resultado la modernización de estos sectores y el desarrollo nuevas exportaciones, situación que hasta la actualidad es un hecho evidente.

Al convertirse Bolivia en un importante productor de energía, puso proveerla a países vecinos, debido a la construcción de gasoductos como el de Santa Cruz a San Pablo. Además del posicionamiento estratégico en el regionalismo sudamericano, esta es la base productiva que permitió acceder a rentas a los gobiernos más recientes, y por tanto el gasto público que, bien gestionado, hubiera permitido financiar un proceso de transformación y modernización productiva con equidad, cosa que lamentablemente no sucedió.

Las medidas de carácter social o aquellas no estrictamente económicas que se adoptaron en el periodo fueron: la descentralización de la administración pública y la transferencia de recursos y competencias a los municipios en el marco de la Ley de Participación Popular; la reforma educativa, el desarrollo de la institucionalidad en la justicia, la preservación del proceso democrático y el desarrollo de un sistema de elecciones confiable, el Seguro Universal de Salud, el Bonosol, entre otras. Caracterizadas como neoliberales y por ello, anatematizadas implacablemente, en realidad responden al paradigma del desarrollo humano sostenible y no han sido superadas por propuestas o construcciones efectivas que haya realizado la actual administración. Cabe aquí la sentencia popular de que ¡más fácil es destruir que construir!

Lo anterior no debe llevarnos a desconocer que, en ese periodo, hubo insuficiencias y no se cumplieron todas las necesarias medidas para poder contar con una economía competitiva, con crecimiento y equidad. Tal vez en eso si fue un modelo claramente neoliberal y seguramente faltaron las continuidades necesarias, la coherencia mínima y la voluntad política. También es cierto que una visión enfocada en la transformación productiva para desarrollar la competitividad fue provista por el enfoque neo-estructuralista que desde fines de los años 80 se difundió desde la CEPAL, influyendo en algunos gobiernos, pero no adoptada de manera dominante en Bolivia.

Neoestructuralismo: un paradigma alternativo

La propuesta neo-estructuralista surge del pensamiento de Fernando Fajnzylber (1942-1992), quien, como funcionario de la CEPAL entre 1988 y 1992, dirige la elaboración de varias propuestas alternativas al neoliberalismo. Éstas, siendo contemporáneas a la aplicación de los programas de ajuste estructural, tuvieron su influencia, dándoles a esos programas la característica heterodoxa ya mencionada. De hecho, es evidente que este enfoque interactuó, planteando alternativas, con el enfoque neoliberal dominante, impulsado por los organismos de financiamiento del desarrollo, como son el Banco Mundial y el BID.

Por esa contemporaneidad es que existen coincidencias entre ambos enfoques, aunque también diferencias importantes. Ambas orientaciones coinciden en la importancia de precautelar los equilibrios macroeconómicos; sin embargo, para el neo-estructuralismo la estabilidad macroeconómica es condición necesaria pero no suficiente para asegurar un buen funcionamiento de los mercados. En cuanto a la apertura al comercio exterior, el neoliberalismo plantea una apertura diversificada y unilateral, sin mencionar la cuestión del progreso técnico; mientras que el neo-estructuralismo considera importante el objetivo de mejorar la inserción internacional, pero recomienda priorizar la apertura con reciprocidad y cuidar algunos sectores sensibles (regionalismo abierto). En este tema, el neo-estructuralismo (NE) distingue entre competitividad auténtica, que requiere progreso técnico y conocimiento, y aquella que se nutre de la reducción salarial o de la explotación de recursos naturales, llamada competitividad espuria.

El neoliberalismo (NL) plantea el retiro del Estado de las funciones de producción y la privatización de las empresas públicas; en cambio, el NE plantea la necesidad de darle al Estado un papel fundamental y proactivo, dirigido a apuntalar la transformación productiva con equidad, es decir a incorporar el progreso técnico, lo que podría llevarle a desarrollar ciertas actividades directamente. En cuanto al tema de la equidad, el NL sostiene que será resuelto por el mercado, aunque introduce programas de alivio a la pobreza extrema (FIS, PLANE); el NE, en cambio, considera a la equidad como fundamento de la competitividad, que se acrecienta mediante la incorporación del conocimiento tecnológico en los recursos humanos, a través de una mejor educación.

Para el NL mientras menos Estado mejor y sólo para aquello que el sector privado no pueda concretar; en cambio el NE promulga la necesidad de un alta concertación estratégica entre los sectores público y privado, asumiendo roles distintos para que se logren sinergias, con el propósito estratégico y central de lograr el progreso técnico.

El post-neoliberalismo, una decepción

¿Cuáles son los logros que puede mostrar el esquema actual, más allá de la descalificación discursiva del neoliberalismo?

Digamos de manera inicial que el ambiente interno y externo en que se dieron los tres años de la gestión actual, ha sido inmejorable debido a que contaba con unas finanzas públicas sanas, expresadas en un superávit fiscal como el que ninguno de los gobiernos del pasado pudieron contar, y en la holgura de la balanza de pagos, por las exportaciones crecientes y los precios internacionales en alza. El país también se benefició de las reducciones de deuda externa y las remesas del exterior. Todo esto heredado, nada producto de la propia gestión.

Las bases del modelo económico actual se pueden encontrar en la Constitución Política del Estado (CPE), que contiene ampulosos capítulos referidos a los aspectos económicos. La CPE define al "Modelo Económico Boliviano" como plural, orientado a mejorar la calidad de vida y el vivir bien. También define que el Estado es el principal actor de la economía, que conduce, planifica, dirige, produce, controla y determina las políticas económicas. Asimismo, sostiene que la industrialización de los recursos naturales será la prioridad de las políticas económicas, y que se privilegiará la inversión nacional frente a la inversión extranjera. Una política productiva industrial y comercial será determinada por el Estado, el que fortalecerá la infraestructura productiva manufacturera, así como promoverá y apoyará las exportaciones con valor agregado.

De la nueva CPE podríamos rescatar los aspectos que apuntan a promover la transformación productiva. Sin embargo, debido a su sesgo contrario a la inversión privada nacional y extranjera, que atraviesa todos sus postulados, resulta que el actor del cambio será el Estado. La experiencia muestra que éste mata el emprendimiento y no apuntala una dinámica de innovación, y en cambio promueve círculos viciosos de ineficiencia, baja productividad y corrupción.

En la práctica es donde se encuentran las pruebas y contradicciones del modelo actual, que presenta la nacionalización de los hidrocarburos como la principal medida que dotará al Estado de las capacidades de hacer e impulsar todo lo que se propone. Sin embargo, los hechos muestran que la nacionalización ha significado que YPFB tome el control del sector, pero no que industrialice el recurso natural. Esa empresa está siendo esquilmada mediante la "privatización" de sus recursos, debido al manejo discrecional y corrupto de los fondos destinados a la refundación de la empresa.

La bonanza económica, como ahora vemos con claridad, no ha sido aprovechada ni gestionada respondiendo a un plan de transformación productiva y modernización del aparato productivo. La serie de bonos y subvenciones para atender demandas sociales, que ya fue aplicado por los gobiernos anteriores tan vilipendiados, no puede ser el único logro que nos muestre este gobierno. La desinstitucionalización de las entidades públicas es un proceso que está generando no pocos problemas; estamos retrocediendo respecto a los avances que tuvo el BCB, Aduana, Impuestos, etc.

Conclusiones

Viendo los resultados que aporta el post-neoliberalismo y considerando los avances que tuvo la economía boliviana en los 20 años anteriores, la conclusión es que en el pasado neoliberal se hicieron más y mejores cosas, mientras que el post-neoliberalismo no cuenta con un modelo que supere las prácticas antes mencionadas. No podemos solo consumir discursos e ideología. Exijamos resultados.

La alternativa viable al neoliberalismo es el neoestructuralismo, que recupera aspectos fundamentales y positivos de los procesos de ajuste estructural vividos en la etapa llamada neoliberal, pero propone superarlos mediante la transformación productiva con equidad y la inserción en la economía mundial mediante el desarrollo de ventajas competitivas auténticas.

Varios países de la región han logrado desarrollarse con una estrategia clara de industrialización para la exportación (Chile, Brasil, Perú). Lo mismo ha ocurrido en otras regiones (Corea, Vietnam). En cambio, en Bolivia, pese al entorno propicio, nos hemos visto conducidos al aislamiento, a la pérdida de la inversión y de la industrialización y retornamos a un esquema estatista -pero de acumulación privada mediante la corrupción-, que ya demostró aquí y en varios lugares del mundo su ineficacia para alcanzar una verdadera transformación productiva y generar bienestar para la población.

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