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El Reinado del Terror, que también se conoce sencillamente como El Terror, abarcó un periodo de la historia de la Revolución Francesa que va del 5 de septiembre de 1793 hasta la primavera de 1794, cuando la Convención votó en favor de instrumentar medidas de terror para reprimir las actividades contrarrevolucionarias. Según algunos historiadores, el Terror estaba caracterizado por la brutal represión de los ciudadanos mediante el recurso al terrorismo de Estado, mientras que para otros, el Terror también acabó con numerosos complots de especuladores y reaccionarios en París y otras partes de Francia, con lo que se justificaría en parte.
Este período transcurrió bajo la égida del Comité de Salvación Pública, cuerpo colegiado de doce integrantes encabezado por Maximilien Robespierre, quien dijo textualmente: "el Terror no es más que la justicia rápida, severa, inflexible". El propio Robespierre luego caería, el 27 de julio, de manera expedita, sin proceso, como muchos cientos de personas, víctima de la conjuración de los girondinos y de los ´moderados´ del grupo de Danton. El guillotinamiento de Robespierre y veintiocho de sus asociados marcó el fin del Reinado del Terror y el inicio de la Reacción de Termidor. Todo este proceso desembocó, a la larga, en la férrea dictadura de Napoleón.
Durante toda esa época los ciudadanos vivieron atemorizados y sometidos a la arbitrariedad del poder. Todo tipo de atrocidades se cometieron en nombre de la revolución y unos cuantos "iluminados" hicieron las veces de Dios, disponiendo la vida y los bienes de las personas. La humanidad vio repetirse varias veces este terrible esquema maniqueo en los años posteriores. En realidad, todas las "revoluciones", tuvieron su propio periodo de Terror: comunismo, nazismo, fascismo, Pol Pot, Castro, Pinochet, García Meza, etc., en su momento, a nombre de proteger el "proceso de cambio", impusieron este método.
El instrumento del Terror es el miedo y su método es la parálisis de las pulsiones libertarias de la gente. Este sistema pretende acallar las protestas, reducir las acciones y, en definitiva, eliminar cualquier foco de disidencia que amenace el poder constituido. Es, sin duda alguna, la principal amenaza contra la convivencia civilizada y tolerante entre seres humanos. Churchill gustaba decir que la democracia es aquel sistema en el que, cuando suena el timbre de la casa a las seis de la mañana, uno sabe que se trata del lechero.
El gobierno del MAS está estudiando la emisión de uno o varios decretos supremos que supuestamente tienen el objetivo de proteger al Estado, y a sus titulares circunstanciales, de propósitos conspirativos e inclusive de complots y atentados criminales. Amenazan, los promotores de estos instrumentos legales, con producir una "Ley 1008" contra la "conspiración oligárquica y contrarrevolucionaria". Por lo que se sabe, estos decretos permitirían confiscar bienes, procesos sumarios y condenas expeditas. ¡Demasiado parecido todo a las pulsiones jacobinas!
Bolivia está viviendo, aunque sea sólo formalmente, en democracia y deberían gobernarnos, antes que los hombres, la Constitución y las leyes… de ninguna manera debiéramos permitir que se imponga el Terror por la vía de decretos u otro tipo de arbitrariedades seudo legales. Ninguna amenaza, cierta o inventada, debe servir para conculcar o siquiera restringir las libertades y garantías democráticas. Enorme el desafío ciudadano que tenemos al frente.
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