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Si. Si observamos con detenimiento el proceso político electoral boliviano a fines de junio de 2009, se pueden percibir 4 actitudes diferentes entre líderes políticos, lideres de opinión, influyentes locales y analistas políticos. Veamos.
La primera, la del oficialismo que a través de sus cuadros dirigenciales observa con fingida serenidad su futuro político, aunque también "siente" –como gusta decir su líder nacional– que puede existir un terremoto bajo el aparente suelo firme de su identificable respaldo electoral.
La segunda y tercera actitudes corresponden a la oposición. La segunda la expresan los pesimistas recalcitrantes, aquellos que abren los ojos y solo miran desastres, huracanes que llegan o se ciernen, destrucciones anticipadas, imposibilidades dramáticas, y que claman por la presencia del "divino líder", del "maestro consumado", del mesías impoluto que los lleve a la tierra de gloria de una oposición irreal que no existe en el plano práctico.
La tercera, la portan algunos que empiezan a ingresar en la desesperación o en el exceso de confianza. Miran que la lista de posibles "candidatos" opositores aumenta día a día, y pegan el grito al cielo con susto, o se sienten convocados para aumentar el "ejercito" opositor, sin claridad para ver que esa lista tiene desde influyentes barriales, pasando por los "taxi partidos", hasta los lideres locales que buscan mantener cierta vigencia política, todos ellos postulantes a lo grande cuando su fuero interno sabe su tamaño real en solidez organizativa, capacidad de propuesta, o su intención de daño calculado a cierto oponente. Aquí están, los nerviosos y los voluntaristas.
La cuarta actitud, es una voluntad de construcción democrática, sensata, e históricamente justificada ante el proceso político real que presenta sombras pero también oportunidades. La portan los verdaderos líderes nacionales, aquellos forjados duramente en un proceso donde es fácil resbalar a la violencia de la polarización y a la crítica sin propuesta seria. Desde esta actitud, se percibe el deber de construir urgentemente y con lucidez la viabilidad electoral de un liderazgo nacional capaz del debate y la propuesta en la construcción institucional de la nueva Bolivia que el pueblo busca.
En esta actitud, se construye una propuesta de cambio con una visión de país democrático y productivo, que postule un desarrollo nacional innovador que atienda las preocupaciones de empleo y dignidad de las familias bolivianas, de los adultos y los jóvenes, de los indígenas y los no indígenas, de convivencia intercultural, que reconstruya la unidad nacional, diferenciándose claramente de los liderazgos que no muestran algo diferente a un cambio regresivo o una adolescencia política falaz. Esta cuarta actitud busca expresarse en un programa que tenga una clara locomotora que enfrente la crisis económica y jale el desarrollo nacional que brinde el bienestar no logrado aun por los bolivianos a pesar de loa años de bonanza que hemos pasado.
Y dado que el oficialismo tiene resuelto su tema de liderazgo, las personas que en su derecho están en la oposición deben ver en cual de las 3 actitudes se van ubicando. Y ojala no se equivoquen, pues su vigencia histórica, la posibilidad de una nueva dirección para el proceso de cambio, las oportunidades económicas y de bienestar que buscan las familias bolivianas, y las expectativas democráticas de estabilidad y paz en el país, estarán en juego en diciembre de 2009.
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