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La semana de festejos por el bicentenario de la gesta libertaria de los protomártires paceños contra el colonialismo español, fue a la vez una semana de despilfarro que ha menguado significativamente el caudal político de dos caudillos: Chávez y Evo Morales.
El presidente venezolano Hugo Chávez, hizo de la semana de festejos paceños un escenario cívico-patriótico y militar del chavismo para demostrar su fuerza y expansión a nivel latinoamericano, sólo que a partir de la parcialidad de los titulares del ALBA (Alternativa bolivariana para las Américas).
El caudillo venezolano cometió excesos políticos que lastimaron el sentimiento nacional del pueblo Boliviano y, de manera especial, del pueblo paceño urbano – citadino de clases medias y altas por el trato dispensado al presidente de la República –hoy Estado plurinacional - a quien mostró ante el mundo como un sumiso, obediente e incondicional aliado político.
Lo del "parte" de la guardia presidencial en Palacio fue lo de menos.
La iracundia del discurso anti-norteamericano del Presidente Morales culpando "al imperio" de todos los males del capitalismo, incluida la asonada militar en Tegucigalpa, rebasó todos los limites de la ubicación y la prudencia en momentos cuando el Presidente Obama continuaba desmontando el bloqueo económico - comercial ignominioso a la isla del Caribe.
Esos mismos días, todas las mediciones de opinión pública señalaron al Presidente Barak Obama como el líder mundial mejor apreciado dentro y fuera de Estados Unidos.
El Presidente Morales utilizó de manera desconsiderada los fastos de la celebración para involucrar, medio a la fuerza, la gesta del caudillo indígena Tupac Katari de 1781 con la de los bravos y luego martirizados patriotas de la Junta Tuitiva, encabezados por el mestizo paceño- citadino Pedro Domingo Murillo.
El trato displicente dispensado por el caudillo indigenista Evo Morales Ayma al burgomaestre Juan del Granado, considerado uno de los mejores alcaldes paceños desde los tiempos del Gral. Escobar Uria, tuvo todos los rasgos de una exagerada mezquindad y por sobre todo el pecado mortal de la ingratitud, moneda tan corriente en la política boliviana.
No es echar leña al fuego.
La prensa de esos días especuló en torno a una virtual ruptura entre ambos líderes lo cual, si se produjese, daría lugar a un verdadero cataclismo político.
Las espaldas políticas del régimen autoritario dejarían de ser electoralmente sólidas y de nada valdría la imposición del padrón mixto (para tener las manos libres en las áreas originario-campesinas) y el traslado de 4.000 ciudadanos potosinos a Pando, sólo para adjudicarse los cuatro senadores en disputa.
Lo de la asonada militar en Honduras ha sido y sigue siendo patético.
Con el apoyo universal - unánime de la comunidad internacional, el vuelo razante del avión venezolano que trasladaba al Presidente Zelaya desde Washington a Tegucigalpa, fue nada más que el intento de responder y saludar, así sea desde el aire, a una multitud esperanzada.
El aterrizaje era técnicamente imposible.
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