viernes, 24 de julio de 2009

Uso de las Reservas Internacionales

Alberto Bonadona Cossío
abonadona2001@yahoo.es

Las reservas internacionales siguen mostrando niveles que sorprenden. Hace un año se encontraban en los $US. 7.100 millones, hoy han superado los $US. 8.000 millones, según anuncia el Banco Central en los periódicos del país. En el gráfico que acompaña el anuncio, una línea casi recta se inicia el 18 de septiembre de 2008, lo que quiere decir que el inmenso flujo de dólares del que gozó Bolivia antes de la crisis financiera internacional ya no acompaña a la economía nacional. Aunque nunca antes se tuvieron tantas reservas, su relativo freno ya reflejó el impacto de la crisis internacional desde esa fecha. Su crecimiento no se compara en absoluto al crecimiento inusitado y asombroso que presentaron desde 2006 cuando llegaban a los $US 1.714 millones y menos aún si se observa que entre el año 2000 y 2004 oscilaban en torno a los $US 1.000 millones.

Con estas cifras, cualquier gobierno se apropia de estos resultados y los exhibe como propios. Cualquier administración alardearía acerca de la extraordinaria política económica emprendida en aras del bienestar público, de los niveles alcanzados gracias al gobierno de responsabilidad nacional, representante de las mayorías nacionales, etc. etc. Más aún, insistirían que son cifras que reflejan el "blindaje" de la economía nacional logrado gracias a ellos. Aunque los gobernantes saben, estos y los anteriores, los de este país o cualquier otro latinoamericano o africano, que ninguna economía puede blindarse frente a los efectos de las crisis internacionales y, particularmente, frente a la actual. Lo que no quiere decir que semejante acumulación de reservas sólo sirva para pasivamente amortiguar los mayores efectos en la caída de las exportaciones, que, con seguridad llegará y que afectará todavía más al empleo.

Lo que debe definirse en las esferas del poder es la labor activa que deben cumplir las reservas internacionales, dado su superlativo nivel alcanzado. Las políticas de desarrollo que debe ejecutar un gobierno que se autodenomina de cambio a favor de los más desposeídos no pueden ser de contemplación de los recursos acumulados. La labor pasiva que les ha asignado el gobierno del MAS sin mayores repercusiones en la producción nacional es sorprendente, más allá del ofrecimiento, promesa o simple anuncio que $US. 1.000 millones destinados al fortalecimiento de YPFB. Todo indica que este crédito no se realizará y, por la trayectoria y manejo de esta empresa estatal, se puede respirar con relativa tranquilidad que así sea, de esta manera no se malgastan las reservas.

Sin embargo, que YPFB no funcione no justifica una conducta contemplativa. Creo que semejante acumulación de recursos no puede quedarse ociosa sin que una fracción importante de ellas no tenga un fin productivo. El quietismo no es la mejor política económica en medio de la pobreza. El Banco Central es un banco de bancos y como tal debe utilizar parte de esos recursos para movilizar la economía nacional; ningún banco que depositó su dinero se lo reclamará en cualquier momento. Políticas con fundamentos transparentes bien pensados, con un diseño social distributivo dirigidas a apoyar al sector vivienda o al sector turismo, por ejemplo, pueden ser de largo aliento, creadoras de empleo productivo y de riqueza eficazmente distribuida.

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