jueves, 28 de mayo de 2009

Hijos de la Escuela de Panamá

Guillermo Capobianco Ribera
memocapobianco@gmail.com

Hasta la llegada de la era Obama y su juramento en el Capitolio como Presidente de la potencia mundial más poderosa del planeta los Estados Unidos, jamás perdonaron a Cuba y a Fidel Castro el haberlos humillado con la derrota militar de Playa Girón en abril de 1961.

La batalla fue conducida en persona desde un gigantesco tanque "Sherman" por el propio Comandante en Jefe un hijo de terratenientes, blanco-mestizo -urbano-líder universitario y jefe guerrillero después.

Heredero histórico de los bravos campesinos mambises del siglo antepasado conducidos por el mismísimo Generalísimo Máximo Gómez, héroe de la guerra de la independencia contra España y colaborado –vaya paradoja-por la gran nación emergente del Norte de América.

El complejo militar-industrial tampoco perdonó al Presidente Kennedy el no haber apoyado con la aviación la invasión mercenaria a la isla rebelde; la mafia reclamó su espacio de poder sin conseguirlo, por eso lo asesinaron aquel fatídico noviembre de 1963 en Dallas.

Nunca más una nueva Cuba en América Latina sentenció el imperio.

La juventud socialista de clase media urbana intelectual y mestiza de América Latina respondió, fusil en mano, desde México y Centro América pasando por Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú Argentina, Chile, Paraguay ,Uruguay, Brasil y Bolivia.

Fue una guerra continental de baja intensidad desproporcionada y desigual.

Una verdadera masacre, salvando distancias históricas y proporciones se produjo en esta parte del planeta, "el holocausto" de una de las generaciones jóvenes, más heroicas y generosas que ha conocido la historia de las luchas por la liberación de este continente de indígenas, originarios y mestizos.

50.000 jóvenes muertos, encarcelados, vejados y torturados.

Una generación a la par de generosa, intelectualmente brillante inspirada por Galeano, Benedetti y el Ché y continuadora de aquella otra, la del 27, del romancero gitano al otro lado del Atlántico.

El imperio instaló la Escuela de Panamá.

Los oficiales de nuestros ejércitos fueron entrenados para matar, torturar y tumbar gobiernos.

De allí emergieron monstruos uniformados como Videla y Pinochet.

Pero también de allí surgieron los otros, los Torrijos, Torres y Obando, el nacionalizador de la Gulf y el capitán Barbery Flores, quien al mando de su compañía ocupó las instalaciones de la petrolera el mes de octubre del año 1969.

Hoy nuestras Fuerzas Armadas viven un periodo de compleja ambigüedad doctrinaria sustentada en el principio de la defensa de la integridad territorial y de la soberanía, sosteniendo a unos de los regímenes sociales y políticos más autoritarios y antidemocráticos que haya conocido la historia reciente de nuestro sufrido pueblo de originarios mestizos y clase media urbana.

Pero como afirmara Clemenceau: las bayonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas.


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