sábado, 25 de julio de 2009

Ser pro oficialista y anti oficialista en Bolivia

Romano Bismarck Paz Alvarez
marck_paz@hotmail.com

Desde ningún punto de vista pretendo categorizar o generalizar conceptualmente al partido político en función de gobierno, tampoco a la oposición política sensata de nuestro país. La presente columna es para examinar brevemente los discursos barajados por los grupos minoritarios que hacen de escuderos de los discordes polos –me refiero a los xenófobos- actualmente enfrentados ideológicamente en Bolivia, estos irónicamente se repelen y se declaran mutuamente enemigos antagónicos, tal es su ceguera dogmatica, que análogamente caen en los mismos vicios, y son incapaces de percatarse que juntos forman las dos caras de una misma moneda.

Los pro-oficialistas; son seductores actores políticos que aparentemente creen ser la reencarnación de algún rey-filosofo antiguo. Es sorprende la facilidad con la que se arropan el monopolio de la verdad, este don sobrehumano -que los acerca más a los antiguos dioses paganos que a nosotros, unos simples mortales- es usado discrecionalmente para distinguir y sancionar categóricamente lo bueno de lo malo, de esta manera no dan lugar a replica o la duda sobre la validez y el sentido lógico de sus juicios emitidos; Pretenden paralizar y restringir todo tipo de sentido crítico en la sociedad, no hace falta hacer uso de la razón para meditar sobre sus actos, ya todo está dicho, ya todo está escrito.

Los anti-oficialistas; no son querubines que han caído inocentemente en este juego de idiotización de la política boliviana, por supuesto también son actores minoritarios con poca o nula cultura democrática, idénticamente acostumbrados al maniqueísmo político y las practicas fascistas, hacen uso de las mismas herramientas, solo que en sentido contrario.

Todos estos personajes pugnan por captar la atención de la opinión pública, para nuestra desgracia carecen de argumentos coherentes y sólidos, no tienen propuestas de políticas públicas que apunten a consolidar un proyecto de país viable, en su desesperación por monopolizar la atención del electorado solo les queda recurrir a los insultos para descalificar vilmente a sus adversarios políticos. En busca de contenido han mutado para convertirse en discípulos obtusos de la ilustración, renunciaron a reconocer la cruda realidad social vigente de nuestro país; en nuestras ruinas como Estado, no son capaces de ver más que odio, rencor, intolerancia y deseos de venganza. Muy cobardemente manipulan y se dedican a atacar verdades ya superadas (la corrupción, el narcotráfico, la iglesia medieval, la colonia, las dictaduras, el latifundio, la oligarquía, etc.), debate actualmente fuera de contexto ya que solo un demente las defendería.

¡Le debemos a la polarización política!, que de un tiempo a esta parte se hayan incrementado considerablemente las agresiones físicas y verbales a los diversos medios de comunicación, ciudadanos en general, actores y disidentes políticos de todo pelaje. Son dos némesis que juzgan sumariamente a sus contrincantes, se necesitan mutuamente para justificar su existencia en el escenario político nacional.

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