viernes, 27 de noviembre de 2009

Pobreza y revolucion agricola

Alberto Bonadona Cossío
abonadona2001@yahoo.es

Miguel Urioste es, sin temor a equivocarme, el profesional que más tiempo, esfuerzo y números de páginas ha dedicado al estudio del problema agrario en el país. Tema íntimamente ligado al problema de la pobreza, otro plano estudiado por Urioste, y que retoma en la separata del periódico Pulso (18 al 24 de octubre) para exigir, una vez más, la nueva reforma agraria, sólo que esta vez lo hace con la esperanza de que el gobierno del MAS la reincorporé en "La proclamada "revolución agraria" ... de la propuesta del Gobierno".

No puedo estar en más acuerdo con esta demanda respecto a que se avance en la revolución agraria. El asunto central es cómo. La principal causa conocida son miles de hectáreas de tierra cultivable apropiadas en circunstancias delictuosas y de abuso de poder. El caso de Hedim Cespedes, mencionado por Urioste, ciertamente no es el único ni último de apropiación corrupta de miles de hectáreas del territorio nacional. No es ahora el tema si esa tierra se la usa productivamente, el aspecto central, para mi, son los medios oscuros utilizados en su apropiación. En consecuencia, la reversión de esas miles de hectáreas debe ser tratada sumariamente por el gobierno y sin mayores confrontaciones regionales porque, en este tema, hasta los opositores cambas están de acuerdo que se haga justicia.

La solución al problema de la tierra es de gran trascendencia al momento de intentar una respuesta al problema del hambre endémico que afecta a más de tres millones de compatriotas bolivianos. Compatriotas que mayoritariamente habitan el campo en circunstancias de extrema pobreza y que deben mejorar su condición para vivir mejor, esto es, como seres humanos.

Lo que hay que analizar con meditación es que no se debe cometer el error de la distribución individual de la tierra al estilo que se hizo en la primera reforma agraria. Creo que los más pobres de este país, que viven en el campo, deben tener acceso a la tierra productiva pero, en esta época de grandes avances tecnológicos, existentes y potenciales, la propiedad de un medio de producción no debe significar su fragmentación, ni por vía del mercado ni por vía de la expropiación, como tampoco debe significar el boicot a la producción del Oriente.

De acuerdo a las situaciones particulares en que se adquirieron las grandes propiedades, se deben utilizar la expropiación y el mercado para lograr unidades agrícolas altamente productivas. Estas deben lograr el acceso a los frutos de la tierra a esas grandes masas de ciudadanos bolivianos inmersos en la pobreza extrema. Son aquellos a los que sistemáticamente les ha sido negado el ejercicio pleno de sus capacidades y, por lo tanto, tampoco son efectivamente libres, ni económica ni socialmente.

Con la esperanza que muestra Miguel Urioste, la revolución agraria debe llegar a Bolivia. En mi perspectiva, sino la hace el próximo gobierno, será otro futuro que consecuentemente la lleve hasta sus últimas consecuencias. Es una necesidad que cambiará la historia nacional al abrir la posibilidad de que un tercio de la población boliviana contribuyan plenamente al desarrollo del país.

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