martes, 28 de diciembre de 2010

Pobre Oposicion

Flavio Machicado Teran
flavio@graffiti.net

Perder el control es causa conocida del estrés. Pretender controlarlo todo es un típico defecto humano. Cuando se acumula el nerviosismo, el cuerpo tiende a manifestarse; a veces con un ataque de ansiedad, otras con una jaqueca poderosa. Utilizando un lenguaje propio, a veces el cuerpo pega gritos de desesperación. La economía es igual. Cuando el mercado necesita una nivelación de precios, ese ajuste llega; a veces con una galopante inflación, otras con un gasolinazo.

Perder el control es la regla, no la excepción. Controlar la frontera EE.UU. –México, por ejemplo, es casi posible e involucra un costo muy elevado. La economía es igual. Pretender controlar el poder mediante políticas económicas fiscalmente irresponsables – por ejemplo- tiene a las economías de Grecia, España, Portugal e Irlanda en la lona. Lo que debieron controlar era su gasto social. Controlar el descalabro económico ahora tendrá un precio elevado.

El Gobierno boliviano empieza a entender algunas leyes de la economía. Entiende – por ejemplo - que el déficit fiscal pone en peligro su supervivencia y que el libre flujo de mercaderías no se puede controlar. No obstante las lecciones de la vida, todavía vivimos bajo el régimen de prohibir ciertas exportaciones, una política que empieza a mermar nuestra productividad y clima de inversión, cortesía del apetito de control que aún tienen los poderosos. Al igual que agua que fluye cuesta abajo fuera de control puede arrasar con todo lo que se interpone en su camino, también se puede encausar su energía para producir electricidad. La economía es igual. Y si bien nuestras exportaciones son por ahora un agua estancada, por lo menos el pueblo recibe una gran lección: “El subsidio no sabe para quien trabaja”. Estamos aprendiendo, lentamente.

La economía tiene sus propias reglas de juego. La política es igual. Una de sus reglas es: “arrolla al oponente, cual río que cae fuera de control”. Por ende, en lugar de enarbolar principios básicos, la oposición utiliza una medida drástica, pero necesaria, para relucir su oportunismo político. En vez de abogar que el Gobierno deje de despilfarrar la bonanza económica temporal de los precios internacionales en proselitismo político, y se proponga realmente invertir en proyectos que aporten a las arcas del Estado, la oposición se rasga las vestiduras por una medida que ellos hubiesen también hecho. Por ende, los que hablan de “inversión”, “producción” y “responsabilidad fiscal” son los socialistas y el Gobierno es ahora quien hace mejor que nadie el otrora argumento de la oposición.

Antes la oposición abogaba por “otras formas de pensar”. Ahora quiere “abrogar” la forma cómo ellos mismos supuestamente piensan. Eliminar el subsidio a la gasolina y permitir que su precio fluctúe con el precio internacional del barril es política fiscalmente responsable: autorregulación a través de la ley de “oferta y demanda”, su otra forma de pensar. Le correspondería a la oposición ahora ayudar al Gobierno para que el dinero que aportamos en las gasolineras se invierta en el futuro, y no sirva para que el Estado siga dándoselas de Papa Noel. La raíz del problema es que en Bolivia no existe un clima de inversión. La oposición debería ahora obligar al Gobierno ser consistente con sus políticas económicas, encausándolo hacia privilegiar la inversión y productividad. Pero las ganas de controlar la política una vez más resultan más importantes que defender principios básicos. Pobre la economía boliviana y qué pobre nuestra oposición.

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