domingo, 27 de febrero de 2011

NEGOCIACIONES CON CHILE

Oscar Ortiz Antelo
oscarortizantelo@gmail.com

Desde que el presidente Evo Morales asumió el poder, las relaciones con Chile tuvieron un profundo cambio. En una actitud muy diferente a la que tuvo como líder opositor, su gobierno ha tenido relaciones muy amistosas con el anterior y el actual gobierno de Chile. Se han mantenido las reuniones de más alto nivel de las últimas décadas, alrededor de una agenda de trece puntos. Sin embargo, hasta hoy no se ven resultados de estas negociaciones y sus avances. Las mismas son conducidas sin transparencia y los bolivianos nos informamos por las declaraciones de autoridades chilenas.

Es paradójico que en Bolivia se le dé tan poca importancia al desarrollo de estas discusiones. No son objeto de debate público ni un asunto de primera línea en la atención de nuestros medios de comunicación. Me surge la duda si este se debe a la intensidad de la agenda política interna, la polarización política que se vivió en los años anteriores, la crisis económica que se sufre a partir del gasolinazo o la indiferencia que causa el escepticismo que nuestro pueblo siente al respecto.

No obstante estas conjeturas, el Poder Ejecutivo que tiene el derecho constitucional de conducir la política exterior, al mismo tiempo tiene la responsabilidad de informar a la población de decisiones tan importantes.

La relación con Chile tiene gran trascendencia para nuestro desarrollo. Somos pueblos que debemos y podemos construir un futuro común de integración y complementariedad. No obstante, tenemos un tema pendiente que nos detiene en este proceso histórico; la perdida de la cualidad marítima de Bolivia. Ni la mayoría del pueblo chileno está dispuesto a aceptar la cesión de territorio con soberanía ni el pueblo boliviano acepta renunciar a la demanda del acceso soberano al mar.

Sin embargo, ambos gobiernos han continuado conversando y negociando sobre este tema. Esto significa que se están explorando soluciones intermedias. ¿Cuáles? por lo menos los bolivianos no las conocemos. Por otro lado, las cosas parecen complicarse últimamente. El cálculo de las autoridades chilenas hasta hoy ha sido que el alto nivel de popularidad del presidente Morales, lo hacía más confiable para llegar a un acuerdo en un tema tan difícil. Esta popularidad ha comenzado a evaporarse y ya no es sinónimo de seguridad para el largo plazo.

Como boliviano, me surge otra desconfianza. En momentos en los que la inflación y la crisis alimentaria nos golpean duramente, se comienza a notar una cierta desesperación en nuestro gobierno por llegar a un resultado con rapidez en las negociaciones con Chile. Esto me hace temer que por la necesidad de recuperar popularidad en política interna, el gobierno nacional negocie a como dé lugar una solución que no sea la mejor para el interés nacional, lo que una vez más subordinaría una causa histórica a un interés particular de corto plazo. Es imperioso que el Ejecutivo informe al pueblo y que se abra un debate público, serio y responsable con el futuro de Bolivia.

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