Stanley Milgram.
iempre debe esperarse lo mejor de los seres humanos, esto lo prueba un experimento del profesorLa obediencia a la autoridad así afecte tu propia vida y seguridad, la vemos casi todos los días, estamos condicionados a seguir órdenes, pero, más aún cuando éstas tratan de infligir daño a nuestros semejantes, ¿es sólo la bronca por convenios incumplidos lo que obliga a un departamento parar, bloquear y aislarse con el único fin de confrontar al poder establecido? ¿O es simplemente la obediencia debida que la tenemos en nuestro subconsciente la que nos obliga a causar daño a los demás?.
La autoridad dice: No voy a dialogar porque tengo la fuerza suficiente y los elementos para negarme a tal petición y uno de los elementos es la disposición de la gente para complacer a las figuras de la autoridad.
¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la gente para complacer a las figuras de la autoridad haciendo cosas que saben que son incorrectas o inmorales?. El primer test de laboratorio sobre el pensamiento de grupo lo realizó en 1963 el profesor de Yale, Stanley Milgram.
En los años 60 del siglo pasado, un psicólogo de la prestigiosa Universidad de Yale llamado Stanley Milgram realizó un controvertido experimento que fue bautizado como Experimento de Milgram.
El fin de la prueba era medir la buena voluntad de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad, incluso cuando dichas órdenes entrasen en conflicto con su conciencia personal. Los experimentos comenzaron en julio de 1961, un año después de que Adolf Eichmann fuera juzgado y sentenciado a muerte en Jerusalén por crímenes contra la humanidad durante el régimen nazi en Alemania. Milgram estaba intrigado acerca de cómo un hombre completamente normal, e incluso aburrido, y que no tenía nada en contra de los judíos había podido ser un activo partícipe del Holocausto.
La curiosidad de Milgram
La curiosidad obligó a este psicólogo a llevar a cabo un experimento, en el que los participantes creyeron que estaban probando los efectos del castigo en el aprendizaje.
El Experimento de Milgram consistió en que un voluntario debía infringir daño a otro voluntario, que en realidad era un actor contratado por el investigador y que simulaba dolor, sin que el otro voluntario fuera consciente del engaño.
Situado el actor en un módulo de cristal visible para el primer participante, se le colocaban electrodos a través de los cuales el primer voluntario debía enviar corrientes eléctricas al actor, corrientes que supuestamente eran extremadamente dolorosas. Estas corrientes iban aumentando de intensidad, mientras el actor hacía que sentía cada vez más dolor.
Los participantes se iban poniendo nerviosos de ver sufrir al otro, pero seguían obedeciendo al investigador, al menos hasta cierto punto. Ahora, casi medio siglo después de que se desarrollara este experimento, otro psicólogo de la Santa Clara University, de Estados Unidos, ha descubierto que nada ha cambiado: la gente sigue dispuesta a hacer daño a otros, si se lo ordena una figura autoritaria.
Obediencia universal
Según la American Psychological Association, Jerry M. Burger repitió el Experimento Milgram demostrando que las tasas de obediencia ciega a la autoridad –por encima del dolor que esté sintiendo la otra persona- son tan sólo ligeramente más bajas que hace cincuenta años. Por otro lado, la investigación demostró que no había diferencias en el grado de obediencia entre hombres y mujeres.
Milgram descubrió que, tras escuchar los primeros gritos de dolor del participante (actor) al aplicarle corrientes de 150 voltios, el 82,5% de los participantes seguían administrando descargas. Y de ese porcentaje, el 79% continuó haciéndolo, hasta los 450 voltios. En la réplica experimental de Burger, los porcentajes fueron similares, aunque las corrientes fueron aplicadas sólo hasta los 150 voltios.
Fuente: Yaiza Martínez Escritora, periodista, y Directora de Tendencia
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