viernes, 27 de marzo de 2009

ACERCA DE RATAS

Carlos Cordova
carlosgcordova@yahoo.com

El alejamiento de algunas personas y personalidades del proyecto político del MAS, ha tenido como respuesta de algunos círculos intelectuales afines al gobierno, el adjetivarlos como "ratas" y "traidores" del proceso de cambio.

Son los casos del diputado Beckar, senador Guardia, Loyola Guzmán, Cesar López, Savina Cuellar entre los más conocidos. Sus pecados capitales son el haber repudiado en algunos casos la corrupción campante en las altas esferas gubernamentales, el montaje desvergonzado de fraude electoral, el apoyo a la causa autonomista de sus regiones y al menos la coparticipación del gobierno en los asesinatos de opositores en Sucre, Cochabamba y Santa Cruz.

El objetivo es claro, se trata de estigmatizarlos ante las bases masistas, ejecutando una especie de linchamiento moral y construir a partir de ello un muro de contención a la disidencia interna. La única reflexión ética permitida es la que manda la "moral revolucionaria", que incluye asesinatos, robos, fraudes, violaciones a ley, etc., que contribuyan al avance de la "revolución" y destruya a su enemigo y a cualquier tipo de oposición, (externa, interna, ideológica, de forma) que dañe de alguna manera a sus irrebatibles conductores, léase, presidente, vicepresidente, ministros y demás autoridades, incluso a los movimientos sociales.

Esta práctica estigmatizadora no es nueva. También fueron tachados de "ratas", y "traidores" los miristas renunciantes debido a la degradación de su partido con los narco-vínculos, o los movimientistas que repudiaron el asesinato aberrante de los alteños por el gonismo.

Sin embargo y aunque la práctica en ambos casos sea la misma justo es decir que la intelectualidad masista tiene en la "moral revolucionaria" el cúmulo ideológico para explicar sus iniquidades, mientras que los tradicionales sólo hicieron y hacen gala de supina ignorancia y evidente doble moral.

Para una concepción ética democrática y cristiana, los asesinatos, robos, fraudes, etc., constituyen (sin que puedan mediar justificaciones o explicaciones) graves conductas inmorales. La tolerancia y más aún la convivencia con ellas nos degrada de condición. Esta claro entonces, donde se refugian las verdaderas "ratas".

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