jueves, 25 de febrero de 2010

EL TEMA ESENCIAL DE LA DEMOCRACIA

Guillermo Bedregal Gutiérrez
guibedre@yahoo.es

Desde 1964 hasta 1982, una generación de bolivianos, vivimos en sistemas autoritarios de gobierno. La lucha por la democracia fue durísima y heroica. Se fortalecía la esperanza de que pronto todo fuera políticamente bueno. Soñamos que la sumisión terminaría cuando se producían "cambios de guardia" o ficciones democráticas como aquella del Gral. Barrientos que se dotó de una nueva Constitución (feb. 67).

Soñamos que prisiones, torturas, vida clandestina y exilio vil, terminarían y en su lugar se lograría la democracia como poliarquía ciudadana partícipes en los asuntos públicos; que los derechos fundamentales serían reconocidos y protegidos; que los partidos funcionarían como actores de la política; que la opinión pública no sufriría deformaciones ni sería objeto de manipulación; que los jueces proporcionarían una tutela amplia y eficaz; que todos nos comportaríamos en el Estado de Derecho.

La gran ilusión, particularmente cuando fuimos apátridas en algún país que nos acogía y brindaba asilo diplomático, que algún día Bolivia recupere las libertades ciudadanas para todos.

Durante esos casi veinte años esa imagen del futuro postdictaduras era fruto de las ilusiones de una larga espera y de una larga lucha, dadas en Bolivia y en la Bolivia del éxodo y la clandestinidad.

El 10 de octubre de 1982 la democracia resucitó y ella aún existe. La vida aún discurre en libertad y con participación del pueblo a través del voto para elegir sus gobernantes.

Lamentablemente hoy campea una gran desilusión en gruesos sectores sociales y de opinión. Vemos que la nueva Constitución y sus leyes complementarias no bastan para que los pueblos marchen por la vía democrática. El edificio jurídico-político se ha deteriorado conforme a los mejores cánones democráticos. Están presentes en el Estado manías autoritarias y liberticidas dentro del vocablo "cambio". Necesitamos nuevos vigores para la paz, la tolerancia y el entendimiento, precisamente ahora cuando se abren nuevos derroteros para el desarrollo económico y la equidad social.

En "La cité antique" Fustel de Coulanges, escribe un párrafo notable: "El hombre puede en determinadas circunstancias cambiar de forma brusca sus instituciones políticas. Sin embargo la mutación de las leyes y de su derecho privado se hace con lentitud y de modo gradual". ¿Tendrá que pasar bastante tiempo hasta que los bolivianos que padecieron las dictaduras sean minoría irrelevante en la población activa y recién las nuevas generaciones, sin lastres de un pasado autoritario a sus espaldas, podrán dar vigencia plena a los principios democráticos y a los cambios insoslayables que se van ejecutando?.

El proceso democratizador requiere un ritmo histórico de tolerancia. Hay que alcanzar sintonía inmediata entre las proclamaciones oficiales y las actitudes de la mayoría del pueblo.

Para la transformación política y social de Bolivia aunque esté regulada por normas jurídicas, los ritmos no marchan en forma adecuada. Lo que debemos hacer es que el cambio sea asunto de todos quienes ayuden a la modernización. Los instrumentos constitucionales deben generar confianza y paz democrática.

Se perciben conductas psicosociales que se alejan de esa cultura política de resignación". El "qué-me-importismo" individualista se restringe. Si persiste esta cultura, el régimen democrático funciona. Los bolivianos deben participar. Los asuntos públicos siempre son mejorables y nada en política es producto de fuerzas irresistibles. Este es el tema esencial para vivir libres y en democracia.

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