miércoles, 24 de febrero de 2010

La Posmodernidad en Bolivia y el Cambio de Espíritu Colectivo

Alberto Muñoz Céspedes
albertcesp@yahoo.com

Bolivia es quizás, en propiedad, la primera sociedad posmoderna de Latinoamérica. No sólo por las transformaciones emprendidas en la estructura institucional del Estado (dejo de ser República para pasar a ser un Estado Plurinacional), sino ante todo por el intento de introducir una "nueva mentalidad" colectiva a partir de una estructuración distinta en la forma de percibir la vida que muchos la expresan como una etapa posneoliberal o postcapitalista pero que en el fondo abre espacios a combinaciones de sentido hasta hoy no practicadas o que han sido oscurecidas por la filosofía de la modernidad.

Es decir, las transformaciones que afectan a Bolivia no tienen que ver esencialmente con aspectos económicos como: la pobreza o la indigencia que genera exclusión social. Ni con factores del ámbito sociopolítico, reduciendo este sólo a factores de lucha por el poder. Cualquier intento por explicar las transformaciones que vive el país en la actualidad cobra carácter parcial e incompleto si no se considera que se trata de un cambio de espíritu social. Esto último es lo que nos permite conectar, siguiendo la dialéctica hegeliana, con una síntesis que se ha dado en llamar posmodernidad.

¿Que significa un cambio de espíritu social? La constatación, de la elite, mostrada como generalizada de que las argumentaciones que configuraban el mundo y que le daban significado en el estado de discurso "actual" no responden a las percepciones colectivas. Es decir, una interpretación de la realidad que señala que todo lo aprendido ya no responde a los hechos concretos.

De ahí que tiene un carácter necesariamente original en todo lo que se plantea estructurar. Se habla de un nuevo periodo que quiere romper con lo tradicional y que desconfía de la simple reforma. Adquiere un marcado sentido revolucionario. Un conjunto de percepciones que se convierte en un nuevo discurso, desde la ontología del Lenguaje, que construye una realidad (social, cultural, política, económica, etc, etc,etc.) que va marcar la interacción subjetiva y objetiva de los seres humanos.

Algunos dirían, la fundación de nuevos ritos y mitos que van a generar una dinámica social con una carga emocional distinta a la aprendida desde la lógica "tradicional" de la modernidad. Se trata de leer en la arruga de los ancianos, de considerar a la madre tierra y el vivir bien como un nuevo modelo civilizatorio que sin duda choca con los anteriormente conocidos. Se desestructuran sentidos y palabras para articular nuevos discursos. Por ejemplo, el Estado Liberal de Derecho es una noción que en la ebullición creativa de nuevos sentidos ya no encuentra lugar entre quienes gobiernan el país.

Se habla de Socialismo del Siglo XXI, pero en el caso de Bolivia se trata de un Socialismo Comunitario. Es decir de una noción de la cual no se tiene antecedente ni histórico, ni conceptual. Si bien puede intentar agrupar muchas categorías, como el marxismo, utilizadas antaño en su esencia no se identifica con tales puesto que es una nueva interpretación social. Aqui debemos ser prudentes, no por nueva significa que vaya a ser la encarnación de la verdad o el sumo de la eficiencia (por no entrar en interpretaciones morales).

Quienes se dieron a la tarea de hacer armar estos nuevos discursos para inventar realidades, entre ellos el Vicepresidente Álvaro García Linera, saben muy bien que lo que se vive en Bolivia es un proceso de re aprendizaje de sentidos. Esta nueva pedagogía social, que simplonamente se identifica con el cambio institucional en el país, busca trascender el margen de lo aprendido, de lo creíble y de lo hasta ahora hecho para dar lugar a la cimentación de un imaginario colectivo que niega los fundamentos de la modernidad a partir de un fuerte cuestionamiento a la mentalidad ilustrada y que sin duda encauza rumbo al espacio por conocer.

Sin embargo, la gran mayoría de personas que viven en el territorio no tienen la capacidad de comprender, con la flexibilidad que requiere la propuesta, las transformaciones a las que apuntan algunos cerebros conscientes de las cosas provocando una marcada resistencia en aquellos espíritus que han estructurado su mundo a partir de las certidumbres modernas. Por decirlo de algún modo de la estabilidad del mundo creado por los liberales o de modo más próximo por las enseñanzas neoliberales (eficiencia, tecnocracia, crecimiento, economía, etc.) que se asientan tan sólo en el materialismo.

Lo anterior, genera una resistencia al cambio más o menos comprensible en un proceso de transformación estructural de la realidad a partir de nuevas lógicas no conocidas. No es fácil para una sociedad que se asentaba, ordenaba y organizaba sobre ciertos parámetros de comportamiento colectivos (como la discriminación, el racismo, la intolerancia, individualismo) rearticular la interacción social sobre la base de unos nuevos que parecen inciertos y poco probados. De ahí surge la desconfianza, el temor y la incertidumbre.

Esto provoca por una parte que los modernos no acepten el cambio y por otra que, quienes lideran la posmodernidad intenten obligar a golpe de fuerza a los otros a aceptar un cambio que no les hace sentido y del cuál no se han apropiado conscientemente. De ahí que la acción política puede derivar si se la pervierte, como parece ocurrirá, en desconocer que estamos transitando a la modernidad y dar pie a una realidad que es contraria al espíritu de cambio latente en todo el proceso de reaprendizaje.

Dicho de otro modo los bolivianos y bolivianas, y no exclusivamente el gobierno, deberán crear los mecanismos que permitan construir una realidad (institucional, social, política, cultural, económica, etc, etc.) que tenga significado a nivel de individualidades y a nivel de comunidad. Sin duda, no es una tarea que se vaya a lograr en poco tiempo, y así al menos lo intuyen los seguidores del MAS, ni mucho menos que este proceso se consolide como lo imaginaron quienes lo impulsaron.

Si no se entiende que es un proceso de construcción colectiva de nuevos sentidos, de un discurso que emerge de todos incluidas las voces disidentes, se caería en la torpeza de acabar con la libertad, con la justicia y con la esperanza que encierra la mirada hacia el mañana. Si bien toda realidad es inventada a partir del juego de interpretaciones de las subjetividades interconectadas (eso que se llama interacción social y que más localmente se dice en diálogo de regiones, de culturas, de saberes) ;no toda realidad inventada. es por sí misma un espacio que respete la dignidad del ser humano.

Esperemos que las energía de la buena fe, algo que se considera un artefacto inútil en nuestro medio, prime sobre la ambición de poder y sobre lógicas estrechas que buscan imponer medias verdades y no construir una realidad donde los seres humanos sean más libres y lleguen alcanzar la realización y la vida plena. ¿Que sentido tendría apelar a nuevos discursos si no se entiende que existe un cambio profundo en la lógica de significar el mundo?.

Parece difícil de negar que en Bolivia, a diferencia de lo que pasa en otros países, no se trata solamente de un cambio en los cimientos institucionales de la sociedad, se trata ante todo de un cambio de espíritu colectivo con todo lo que ello conlleva. Ante todo un espacio de incertidumbre, de falta de respuestas que se irá llenando solamente a partir de una lectura crítica y constructiva de cada etapa del proceso. Para ello se debe dejar a un lado la sumisión a la autoridad formal y el miedo a lo desconocido.

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