lunes, 15 de febrero de 2010

HAY QUE DESCONOCER Y RESISTIR

Dante Pino Archondo
napucopino@yahoo.es

Es difícil, pero cierto, que Bolivia ha caído en el fondo de un pozo del cual salir le va a resultar muy caro. Y es que cuando una personalidad como la de Evo Morales puede obtener la suma del control de todos los poderes, considerando su formación personal y la influencia que sobre él ejercen factores de origen externo que tienen una dimensión muy fuerte, mucho más que aquella del círculo que lo rodea en el Palacio, las acciones y decisiones que asumirá en el corto plazo, van a dar un giro gravitante a la política boliviana.


Nadie desde que la democracia retornó a la vida republicana, pudo obtener este control del Poder, no porque no lo desearan, sino porque a pesar de los pactos y alianzas que se tejieron, había un límite de permisividad política y por tanto un juego de pesos que evitaban se ejecute la tentación.

Fue el mismo Evo Morales en su condición de dirigente cocalero y diputado nacional, que reclamaba la manera en la que se elegían a los funcionarios públicos de alto nivel, descalificando las negociaciones en sus designaciones con el calificativo despectivo de "cuoteo". Si este mecanismo de negociación y acuerdo político para designar los altos cargos encomendados al Congreso de la República, eran para el señor Morales indignos y propios del sistema neoliberal que tenía como objetivo excluir de esas designaciones a quienes no eran vistos como aliados de ese sistema, ¿cuál hubiera sido el calificativo que habría dado de haberse dispuesto que cualquier anterior Presidente designe por sí y ante sí a estos altos cargos, desconociendo las atribuciones privativas del Congreso?

¿Se imaginan los gritos de guerra, las acusaciones de tiranía, de dictadura, los llamados a resistir en bloqueos y marchas contra tal acción antidemocrática? Porque aquello significaba que la democracia simplemente se perdía y se relegaba al cajón del escritorio presidencial. Tal el efecto y la resistencia que se hubiera producido, de haberse atrevido ese Presidente a tamaña osadía.
¿Qué ha sucedido entonces para que ahora el señor Morales decida hacer lo que no hubiera permitido que hagan otros?, ¿hasta dónde se ha degradado la conciencia nacional que ya no le importa lo que está sucediendo?

Y no creo que estemos pisando fondo en esta caída libre y destrucción sistemática de los conceptos elementales de lo que debe ser un Estado de Derecho. Vamos a tener que sufrir todo el embate del totalitarismo sindical corporativo que se adueñó de la vida nacional desde aquel fatídico octubre de 2003.

Quienes han dado su voto para que Evo Morales pise y pase por encima de su propia constitución, desconozca el respeto a las instituciones, las destruya y se apodere de ellas, no tendrán pecho para golpearse ni autoridad moral para juzgar a quienes levanten las banderas de la democracia y terminen con la impunidad delincuencial de este grupo de cocaleros y sindicalistas.

Las Fuerzas Armadas ya no pueden pretender que no tienen ojos ni cerebro para entender lo que está pasando. La aprobación de esa ley de la vergüenza nacional por esos vándalos con título de diputados y senadores serviles y cipayos de ese círculo delincuencial que hoy día gobierna, tiene una sola respuesta que debe darse en todos los ámbitos de la sociedad democrática de Bolivia: desconocimiento y resistencia.

Sólo una lección severa de respeto a la democracia y el orden institucional puede evitar que se continúe con el avasallamiento de lo más caro que tiene un ser humano: la libertad para vivir en paz y progresar.

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