lunes, 15 de marzo de 2010

Conmemoración Agridulce

Erika Brockmann Quiroga
http://elfaro.eribolivia.blogspot.com
erikabrockmann@yahoo.com.mx

De volver a la vida ¿ Qué diría y haría Clara Zetkin 100 años después que hiciera escuchar su voz en el Congreso de Mujeres Socialistas declarando el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer? En ese momento, ¿pudo ella prever la trascendencia que tendría esta fecha emblemática en todos y cada uno de los rincones del planeta? Estas preguntas me inspiran un día después de la celebración de esta fecha emblemática, que demanda por justicia e igualdad de las mujeres de todos los continentes.

Si por algo será recordado el siglo XX, será por el conjunto de transformaciones aceleradas e irreversibles en la vida de las mujeres para ser reconocidas como ciudadanas del mundo. Hace menos de 100 años ¡nuestras abuelas no tenían derecho al voto, ni a disponer de sus bienes, si los tenían, mientras la resignación era su destino! Era dominante la creencia de que la discriminación y la desigualdad eran consecuencia fatal o sagrada de la naturaleza. Y fue así hasta que la ciencia, la historia y la misma realidad validaran la sentencia que hiciera Simone de Beauvoir "las mujeres no nacen se hacen". Más que sexo, biología o la divina providencia, la realidad de las mujeres era condicionada por factores económicos, culturales y sociales posibles de transformar.

Y el mundo se impregnaría de la influencia inevitable del feminismo de la primera ola con las socialistas y sufragistas liberales al frente. Durante las guerras y post guerras se desnudaron otras injusticias para más tarde alimentar la rebeldía de la generación de los 60 y 70´s. La segunda ola feminista, llegó subvirtiendo el orden tradicional de la vida al convertir en un hecho político la violencia que se producía en el espacio privado de la vida familiar, al demandar igual salario por igual trabajo y al demostrar que los beneficios del desarrollo no llegaban a hombres y mujeres por igual. Vendría el decenio de la mujer, se hablaría de la feminización de la Pobreza, de la explotación sexual y laboral, de la mortalidad con rostro de mujer. Las Conferencias del Cairo, Beijing y de los objetivos Milenio retumban aun en la conciencia de los pueblos y sus gobernantes.

En Bolivia, así como celebramos la presencia y participación de más mujeres en la conducción de asuntos públicos constatamos que las cuotas sirven pero no bastan. Algo estructural conspira al evidenciar que solo 5 de 70 diputados uninominales o cuando apenas 15 de 99 aspirantes a gobernaciones y alcaldías son mujeres. Ese algo tiene que ver el autoritarismo, el caudillismo y una cultura prebendal que contagia a hombres y mujeres, nadie cuestiona ni busca erradicar. Julieta Kirkood, definía al feminismo como una lucha contra toda forma de autoritarismo. Por ello, la paridad y alternancia conquistadas deben celebrarse pero no exaltarse, no nos engañemos, en la trama de la política hay poderes reales y aparentes mientras todavía campea la intolerancia y la instrumentalización de las mujeres.

Ayer conocimos las cifras del feminicidio en Bolivia mientras sigue doliendo la violencia de mujeres pobres que linchan a otra mujer pobre. La trata y el tráfico de mujeres aumenta, mientras es creciente adhesión de las mujeres y redes sociales para combatirlos. Lo que si sorprende es la incongruencia de quienes desde las trincheras progresistas nada dicen cuando se prioriza la inversión de un certamen de belleza en desmedro de otras urgencias. Lo cierto, es que entre avances notables y realidades que aun golpean, el 8 de marzo pasado fue una conmemoración agridulce. Los desafíos continúan y no todo tiempo pasado fue mejor.

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