domingo, 17 de noviembre de 2013

COCA PIJCHAKUN MANA MIKHUKUNCHU

SE MASTICA PERO NO SE COME

Gonzalo Rodríguez Amurrio
http://libertadesdemocraticas.blogspot.com
rodriguez.go@gmail.com

Quienes rutinariamente acullican saben que la coca se mastica, se la retiene un tiempo en la boca, pero no se traga; de manera que, el título de la presente nota resulta recomendación "ancestral" para cualquier persona novata y, hace propicia la pregunta: ¿si se afirma que la coca tiene propiedades alimenticias, por qué no tragarla?

Lo evidente es que, a más de extraer cierto producto resultado de procesarla en la boca, el pijchu o fibra vegetal de la coca no aporta nada más al organismo; en consecuencia no sirve para nada. Pero, en las últimas décadas fue diseminado el discurso de industrializar la coca, cual sagrado mito, que justifique mayor producción de coca. Lamentablemente, la población, de alguna forma, complacimos aquello. Hoy estamos desafiados a romper el mito.

Tal mito estuvo alimentado incluso por el extinto presidente venezolano Chávez, cuando en marzo de 2006 arengó a hacer pan de coca. En el país no faltaron sugerencias de distribuir "productos de coca" en el desayuno escolar y, recientemente, una vez conocido el estudio exigido por la Unión Europea sobre el uso tradicional de la coca, un Sub-Jefe de la bancada del MAS habló de la hora de impulsar galletas y tortas de coca.

En ocho años de gobierno de los productores cocaleros, no hay una sola muestra significativamente exitosa de tan mentada industrialización; ni siquiera la producción de abono de la coca incautada y que ya hizo rodar la cabeza de más de una autoridad.

Desde el sentido común, la idea de producir pan, galletas o tortas de coca resulta ridícula, aún admitiendo como verdad sus supuestas propiedades alimenticias. Para cualquier panadero/a o en cada hogar, sería una locura usar harina de coca, ocho o más veces cara que la harina de trigo. Y del sabor ni hablar. Si de adornar o enriquecer con nutrientes se tratase, el ajonjolí resulta super aventajado en precio, nutrientes y sabor.

Entonces, si tal mentada industrialización de la coca no es práctica ni rentable, queda claro que el mito solo tiene un propósito: encubrir el verdadero destino de la coca llamada excedentaria. Y ahí la población no puede asumir una posición de cómplice.

Desde hace años, los congresos de las máximas organizaciones sindicales (COD's y la COB), dieron lugar a comisiones de la Coca. La Asamblea Constituyente tuvo una y ahora la Cámara de Diputados tiene un Comité de la coca. Si bien ello no resulta malo en sí, no es admisible que sus análisis y decisiones partan del mito de la industrialización, que en los hechos favorece el destino ilegal de la coca: el narcotráfico.

Tal responsabilidad es mayor, cuando frente al tráfico de cocaína no solo debemos proteger de la adicción a nuestros jóvenes, sino porque su producción y tráfico resulta el nuevo semillero de violencia. Un negocio ilegal hace que los impasses, entre quienes están involucrados, terminen siendo arreglados a balazos u otras formas de vendetta, con absoluta relajación de los valores sobre la vida, la integridad, la honra, etc. Y ello incide inevitablemente en los niveles de inseguridad ciudadana que se vive.

Por si fuera poco, una otra consecuencia de ese circuito coca excedentaria – cocaína aflora últimamente. Al margen de que un crecimiento de los cocales des-estructura la producción agrícola disminuyendo la oferta de alimentos, el dinero fácil de tal actividad presiona hacia arriba los precios de los artículos de consumo masivo y, esa inflación resultante termina comiéndose el poder adquisitivo de los salarios.

Con tales antecedentes, el nuevo enfoque con que se aborde el problema de la coca excedentaria, no puede ser otro que asumir, sin mitos, políticas responsables para con la sociedad, la economía nacional y la de los asalariados/as del país.

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