jueves, 30 de abril de 2009

LA VIOLENCIA: CAUSA O EFECTO

Eduardo Campos Velasco
eduardocamposdc@yahoo.es

(El terrorismo, además de sujetos "desquiciados" como Eduardo Rózsa, requiere de condiciones objetivas que faciliten su accionar)

Dice un refrán: "siembra vientos y cosecharas tempestades". Está sentencia popular bien pudiera servirnos para entender lo que esta sucediendo. Por una parte, el gobierno, utiliza toda su capacidad represiva y mediática para demostrar que hay una conspiración que pretende asesinar al presidente Morales y olvida, que los escenarios de violencia en el país, son producto de la sistemática desinstitucionalización y desagregación social que ellos mimos han desatado. Por otra, se escuchan voces en la sociedad boliviana, quejándose por las desmedidas acciones gubernamentales que no respetan ni los derechos humanos y olvidan - también - que fue el 54% de la población que eligió a Morales en diciembre de 2006 y el 67% le ratificó en agosto de 2008. Otra expresión popular dice: "cría cuervos y te sacaran los ojos".

En el caso de gobierno, habría que preguntarse: ¿Qué esperaban, después de tanta división y violencia que sistemáticamente han desatado en el seno de la sociedad boliviana? Traten de recordar, ¿cuándo han escuchado un discurso del presidente o el vicepresidente que llamen a la paz y la confraternidad?, creo que nunca; mientras los spots dice: "Evo quiere una patria grande, unida y para todos", que paradoja.

En el caso de la sociedad boliviana, claramente está pagando la factura de haber elegido ingenuamente a sus gobernantes. Hoy, a más de tres años de la gestión del MAS, del "gobierno del cambio", del que tenía que conducirnos a derrotar la pobreza, superar las desigualdades y acercarnos al desarrollo, vemos que hemos avanzado más en desintegrarnos que en superar nuestros principales problemas. Estamos divididos como nunca, regional, social y étnicamente. ¿Si eso no es desagregación social y un escenario propicio para acciones violentas, que es?

Pudiéramos decir que ambos, el gobierno y la sociedad boliviana, nos estamos tomando de nuestra propia medicina. Ellos (los del gobierno) cosechando sus tempestades y Bolivia (todos) perdiendo los ojos, que nos sacan los cuervos que hemos criado. Pero las sociedades, como el cuerpo humano, tienen sus propios mecanismos de defensa. No es común que provoquen su propia destrucción. En ese sentido, es bueno que identifiquemos con la mayor claridad de donde provienen esos factores que amenazan con llevarnos a una catástrofe. La violencia, como una respuesta a los problemas, siempre está relacionada al interés de pequeños grupos que no saben como alcanzar sus objetivos materiales, ideológicos y políticos.

Si tomamos en cuenta el espectro político del país, fácilmente podemos identificar en un extremo (a la derecha) a sectores conservadores y reaccionarios que se resisten a reconocer un conjunto de cambios (principalmente económicos y sociales) que hacen falta para que la sociedad boliviana se aproxime con posibilidades de éxito al desarrollo. Ellos, los de la derecha extrema, es posible que en su orfandad, recurran a medidas violentas, para preservar los privilegios que gozan; sin embargo, su capacidad de modificar el rumbo de los acontecimientos, evidentemente es baja (casi nula). Con seguridad se tratan de resabios de las épocas dictatoriales, pequeños grupos, aislados y con una evidente falta de discurso político

En el otro extremo (a la izquierda) tenemos a una izquierda radical, ortodoxa y dogmática, que cree que es posible, realizar cambios en la sociedad, recurriendo a la fuerza (lo que ellos denominan la violencia revolucionaria); estos grupos, altamente ideologizados por doctrinas históricamente superadas, "sueñan" con "la acción purificadora de las masas insurrectas" (la revolución), que le dará un nuevo rumbo a la sociedad. Ellos, los que pregonan la venganza histórica, los que patrocinan la toma de tierras y minas; los que se esfuerzan en destruir el estado de derecho y las leyes, son los que apuestan por la desagregación social existente, para reponerla por una nueva agregación revolucionaria que ellos dirigirán. Este propósito, no sería una amenaza para la sociedad boliviana, si no fuera que sus principales referentes, están precisamente en función de gobierno. A diferencia de la extrema derecha que está prácticamente arrinconada, estos personajes de la extrema izquierda, están manejando la nave del estado boliviano.

El actual gobierno, como ningún otro en el pasado, es una suerte de "arca de Noe de la izquierda radical", en él se cobijan ex guerrilleros, ex terroristas, ex secuestradores y toda una la gama de marxistas (leninistas, maoistas, guevaristas, etc.), acompañados por las corrientes más radicales del indianismo e indigenismo que pretenden reconstituir el tahuantinsuyu y, por supuesto - cuando no - por una corte de oportunistas de turno que provienen de todas las vertientes ideológicas y políticas. Ese es el peligro. Se está generando violencia desde el propio gobierno. Los hombres de dirigen esté país, están apostando por el enfrentamiento. Por esa vía pretenden instaurar el "socialismo del siglo XXI", que no es otra cosa que una variante de la dictadura castrista aplicada en Venezuela.

En medio, en el centro de esa disputa sorda y violenta entre extrema derecha y extrema izquierda, se encuentra la gran mayoría de los bolivianos, que siendo de derecha o izquierda, son demócratas. Estamos hablando de los bolivianos que trabajan duro para conseguirse el pan de cada día, de los que estudian para superarse, de los que quieren un mejor futuro para sus hijos, de los que les interesa que hayan mejores condiciones para los negocios, de los que invierten, de los que comercian, de los que exportan; son los bolivianos que creen en la meritocracia y las instituciones, los que creen en sus propios esfuerzos, los que respetan las leyes, aquellos que reconocen al gobierno constituido, los que no apoyan a terroristas y la violencia entre bolivianos, los que se preocupan por que sus hijos hagan su tareas, los que vuelven a sus hogar al fin de la jornada y tiene alguien a quien contarle de sus triunfos o fracasos. Ellos son la mayoría de este país e indistintamente, son cambas, collas o chapacos; aytmaras, quechuas o guaranis, del campo y las ciudades, ricos o pobres. Ellos no quieren violencia, no quieren terrorismo; son pacifistas por interés, por convicción. Son los que en diciembre de este año - haciendo valer su voto - pueden abrir las puertas para construir una sociedad democrática, con equidad y desarrollo.

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