Matando... en nombre del pueblo y la democracia
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PERSISTE EN EL RECUERDO
EL FUEGO DE SU VOZ
Julio Ríos Calderón
Hace 3 días recordamos el nacimiento de Marcelo Quiroga Santa Cruz. Hubiera cumplido 86 años. ¡Qué enriquecido hubiera estado nuestro país con su aporte intelectual.
Un régimen truculento y de arbitrario origen, acalló el fuego de la voz de Marcelo Quiroga Santa Cruz. El político e intelectual contaba con 49 años. Eliminaron a un destacado hombre que sacrificó su vida por defender, de manera consecuente, la justicia. Se privó la vida de alguien poseedor de una excelsa oratoria que la puso siempre de relieve y, que llegó a lo más hondo de quienes tuvimos el privilegio de escucharle, conocerlo y aprender de él.
Quiroga Santa Cruz representó uno de los liderazgos más lúcidos y honestos de la política boliviana de la segunda mitad de siglo. Su excepcional inteligencia y sus notables dotes de palabra elocuente se combinaron con una particular mística que lo convirtió en uno de los símbolos más sobresalientes de la humanidad e intelecto bolivianos.
Su entrega política fue a la par con la pasión por la literatura y el arte. Fundó y dirigió el semanario Pro Arte, la revista Guión, dedicada a la crítica cinematográfica y teatral, y el periódico El Sol.
Entre las cien obras capitales de la literatura boliviana, sobresalió, su novela "Los deshabitados". Esta narración -sin acción alguna y referida sólo a lo que sucede en la conciencia de los personajes, sin descripciones de paisajes ni ambientes, pero atenta a los problemas y el destino del hombre sobre la tierra-, ganó un premio de convocatoria internacional.
El verbo ‑producto de la extraordinaria retórica de Quiroga Santa Cruz‑, se impuso como una voz que emitía frases y mensajes hilados con vehemencia en el tono, pero capaces de cautivar auditorios y cuando no masas. Su elegante oratoria apareció en las tribunas, donde fue acogido por los aplausos entusiastas de grandes multitudes.
Es importante recordar que en 1977 había retornado clandestinamente a Bolivia, para reasumir la conducción del Partido Socialista que había permanecido proscrito durante el régimen banzerista, y que adoptó la denominación de Partido Socialista-1 (PS-1). Fue candidato a la presidencia de la república en las elecciones de 1978 (obtuvo el 0,7% de los votos), así como también en las 1979 (4,82%) y de 1980 (8,71%, 4º lugar).
Como diputado en la legislatura de 1979 emplazó a juicio de responsabilidades al ex-Presidente Banzer por los delitos cometidos durante los siete años de dictadura, en medio de una lúcida capacidad analítica y crítica.
Consecuente con sus ideas, sin desmayar sus propósitos, no influyó en nada el conocer que arriesgaba su vida al defender la justicia e iniciar un juicio de responsabilidades, que evidentemente fue el comienzo para generar una resistencia con fines propuestos que finalmente en una fecha aciaga mataron esa voz de "los que no tienen voz".
Tras el asalto a la COB el 17 de julio de 1980, fue herido, torturado y brutalmente asesinado. Su familia nunca pudo recuperar sus restos. Murió a los 49 años de edad.
Los recuerdos en torno a toda su obra política y literaria, son verdaderos homenajes de quienes quedamos en el sinuoso y tráfago camino de la vida. 35 años transcurrieron, pero sus obras quedarán grabadas para siempre.
Y cuando pensábamos que ya nada de lo que el régimen hiciera nos podría sorprender, éste se las arregla para seguir asombrándonos con sus ocurrencias, todas ellas carentes de sensatez, cuyo propósito es seguir engatusando a quienes aún dan por válido todo lo que el mismo les introduce.
En realidad, lo admirable de esto no es tanto la técnica discursiva –mecánica y previsible- del régimen, sino el hecho de que haya una cantidad todavía apreciable de gente que se trague los juegos verbales de Morales Ayma y compañía.
Si bien lo descrito no es algo reciente –al contrario, prácticamente es el signo del régimen- los últimos días se han juntado, cual condensación (anti)didáctica, una serie de expresiones dignas de una (anti)antología del absurdo.
Por boca de los mandamases del régimen nos venimos a enterar de que hacer observaciones al adefesio emplazado en pleno centro histórico de La Paz había sido un acto de racismo.
Nos desayunamos, también, con que plantear dudas razonables sobre la situación de los mártires de la reivindicación marítima resulta ser "trabajar al servicio del enemigo".
Asimismo, nos informamos que criticar algún procedimiento de la fuerza policial es poco menos que estar del lado de la delincuencia.
Risibles como son estas afirmaciones, lo increíble es que haya quienes, incluso de buena fe, se las tomen en serio; es más, han aparecido como titulares importantes a pesar de su falaz sentido.
Centrémonos en la última. La madre de Lorena, la víctima fatal del asalto a la joyería cruceña, con el derecho que le asiste para hacerlo, ha puesto en cuestión el proceder de la institución del orden en el operativo de intervención para controlar tal situación.
En la "lógica" presidencial, la señora –la madre de la víctima, insisto- está actuando en favor de los delincuentes, podría ser su encubridora, o, en última instancia, ser una de ellos.
Grosero, ¿verdad? Pues bien, ese tipo de argumentos tiene nombre: Sofismas.
De entre varias, todas ellas atendibles, descripciones de su naturaleza, me quedo con la siguiente: "El sofisma es la falacia intencional, en que el individuo enuncia una inferencia errónea, no válida, con la cual sabe que está engañando a otro".
Pero al fin y al cabo, ¡para qué hacerse mala sangre con el régimen! Aprovechemos el asunto de los sofismas para hacer de esta columna algo más divertido de lo que habitualmente es, entonces.
Uno de mis libros favoritos durante mi adolescencia era "Los escandalosos amores de los filósofos", escrito por el chileno de pseudónimo Josefo Leónidas y publicado por la editorial Zig-Zag, que sufrió los rigores de la dictadura pinochetista años después de la edición de dicho texto. Obra irreverente en uno de cuyos acápites el autor nos ilustra sobre Protágoras en tono lúdico.
Para tal efecto, lucubra un diálogo con su discípulo Clesipo:
- Me dijiste hace días que tienes una perra, ¿no es así, Clesipo?
- Así es, maestro.
- ¿Estás seguro de que la perra es tuya?
- Por cierto. Se la compré a un vecino.
- ¿Y tiene cachorros la perra?
- Sí, tiene cuatro.
- De modo que la perra es la madre.
- Así es.
- Y además es tuya.
- Lo acabo de decir.
- Luego, la perra es madre y tuya. ¿Cierto?
- Sí, madre y mía.
- O sea que la perra es tu madre.
Tal método, dice el autor, permitía a Protágoras buscar razones para defender cualquier cosa. Nótese, ahora, la similitud entre las patrañas que difunde el régimen y las falacias del griego que las inspira.
Lo que no dice el escritor es que para que un sofisma tenga efecto, del lado del receptor tiene que estar alguien con poca dotación neuronal; y tal parece que en los alrededores del denominado "Estado plurinacional" hay muchos con tal condición.