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Recuerdo que fue en marzo de 1987 cuando Guillermo Lora arribó a la ciudad de Potosí, una célula revolucionaria universitaria del frente URUS denominada "Federico Escobar" del cual fui parte, salimos a recibirlo en la vieja terminal. Aún cuando su sien ya coronaba un pelo plateado, extrañamente todavía llevaba un juvenil jean azul que hacia juego con una vieja chamarra de cuero de napa, contextura delgada y mediada, tez blancoide, que contradecía en parte, con la tez de la clase a la que siempre había defendido: La proletaria. Es que Guillermo Lora era un intelectual en toda su dimensión, de esos que ponían el pellejo para demostrar sus verdades.
Las conversaciones de tinte revolucionario se llevaron a cabo en un café que por entonces funcionaba en la planta alta de la terminal de buses. Analizamos las medidas que había tomado el MNR con Victor Paz Estenssoro, la demoniaca medida del 21060, el salario mínimo vital con escala móvil, algunas dudas juveniles que tenía sobre la Tesis de Pulacayo, pero quedó grabado como un consejo de oro, de esos que cambian la vida a uno y esto ocurrió cuando saturado por una lluvia de preguntas que le formulé, él asumió una actitud reflexiva, preguntó mi nombre, tal vez intrigado por mi natural entusiasmo, y mi semblanza casi adolescente. Me preguntó algunas citas sobre la Revolución Permanente de Lev Davidovich Bronstein Trosky en relación con El Capital de Marx, que definitivamente no supe responder excepto emitir unos balbuceos. Era un novato en las lides intelectuales, además invadido por un inoportuno nerviosismo sobre todo por que me encontraba ante un hombre de tan preclara trayectoria revolucionaria.. Entonces puso un bolígrafo entre las orejas, ( recuerdo el color y hasta la marca del bolígrafo) se apaciguó, hizo un alto en su discurso y me dijo ceremoniosamente: " La labor del revolucionario no es hacer inintelegible la teoría revolucionaria sino hacerla comprensible para las masas…" y luego añadió que no debía leer en su integridad todos los libros que se habían escrito sobre la revolución, porque para ese cometido no me alcanzaría una vida ni otras cinco, sino que debía leer aquello que constituía realmente imprescindible de un libro. Es decir no debía comerme el árbol completo sino sólo los frutos. Así didáctico era don Guillermo Lora.
Mas tarde luego de sostener seguramente, reuniones mas compartimentadas con viejos militantes del POR de la regional Potosí, los universitarios fuimos igualmente a despedirlo no sin antes recibir el periódico del Partido Obrero Revolucionario denominado: "Masas".
La noche cayó sobre la cordillera y el Cerro ya se teñía de bermejo, lo abrazamos como a un padre, minutos mas tarde arribó al bus que lo devolvería a La Paz. Era un luchador incansable, maestro de la teoría revolucionaria de muchas generaciones, hoy los obreros del mundo y de nuestra Bolivia han perdido una mente lúcida, un revolucionario y un amigo.
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