domingo, 3 de mayo de 2009

La demanda

Armando Méndez Morales
amendezmo@yahoo.es

El título que encabeza este análisis se ha extraído de una entrevista realizada por BBC Mundo al conocido hombre público latinoamericano, Enrique Iglesias, hoy, Secretario General Iberoamericano; pero puede ser atribuido a muchos y por eso lo destaco, ya que se trata del típico planteamiento de toda persona que está influida y formada por la teoría económica keynesiana.

En mayor o menor medida, la respuesta que están dando los gobernantes de los países en todas partes del mundo, es que se debe incentivar el aumento de la demanda, por medio del aumento de la cantidad de "dinero" sin la necesaria consideración sobre los factores y las limitaciones que determinan el comportamiento de la oferta productiva, y menos aun sin considerar que la recesión actual por la que la economía mundial está atravesando es la consecuencia indeseada del "boom" anterior. La básica enseñanza keynesiana es que los aumentos de la demanda en los mercados son seguidos por iguales incrementos de oferta, dando como resultado final un aumento de la producción, del empleo y un nivel de precios constante.

No se toma en cuenta el hecho momentáneo que se da cuando la economía opera por encima de su capacidad potencial. Se presiona en demasía a esta capacidad, siendo su primera manifestación el alza de los precios. Esto aconteció en los últimos años. Pero, luego, indefectiblemente tiene que llegar el ajuste hacia abajo, el mismo que puede darse por medio de los precios o de los volúmenes producidos. El ajuste por medio de los precios ya se ha dado en el mundo de los activos financieros, como así también en algunos activos físicos -como son los bienes raíces- y en el mundo de las materias primas, pero no se viene facilitando en los mercados del trabajo. Ahí siguen los salarios inamovibles hacia abajo. Esto lleva a que el ajuste se de mediante la reducción de los volúmenes de producción y con ello la disminución del empleo de la gente. Este hecho hace que las grandes empresas de automotores en EEUU, por ejemplo, mantengan un incompetitivo
nivel de costos con similares del exterior.

Tampoco se toma en cuenta que como consecuencia de la reducción de la riqueza financiera artificial, que explica la caída de la demanda, también se contrajo la oferta no sólo a su nivel potencial sino aun más. El aumento de dinero (riqueza artificial) aumentará la demanda en sectores diferentes a los que cayó, como consecuencia de la recesión, y no tiene por qué la oferta rápidamente aumentar en esos sectores. Los incrementos y cambios en la composición de la oferta son lentos en comparación a los de la demanda. También se olvida que cualquiera sea la forma que toma el dinero, este siempre es una deuda. Y una deuda sirve para comprar bienes, servicios y activos financieros. Si estos no están disponibles en el volumen de la deuda creada lamentablemente viene la inflación, no inmediata sino con rezagos.

En la reunión del G-20 y en diferentes eventos internacionales se viene escuchando que todos ofrecen inyectar a la economía billones de dólares o de euros, como la natural y mejor respuesta para salir de la recesión económica mundial, que se estima, hoy, será de una caída anual de la producción mundial del 2% y del 6 % en cuanto a comercio internacional. La inyección de dinero no es más que la creación de deuda, sin tomar en cuenta que esta creación en demasía es la que generó la inflación tanto de los precios de los activos financieros, como así también de las viviendas en los EEUU, y de los precios de las materias primas.

Cuando se dice que el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, recibirán grandes inyecciones de liquidez por parte de los países de desarrollo, para que los países "emergentes" continúen comprando en el mundo lo que hacían y aun más, cuando sin prestamos podrían adquirir lo mismo pero a precios más bajos. Pero ese proceso implica el aumento de la deuda de los países en desarrollo, con los organismos internacionales, para que los países desarrollados vendan su producción a los países receptores del crédito. Es por cierto un mecanismo monetario para asegurar el movimiento real de bienes, desde los países desarrollados a los países en desarrollo, cuya contraparte es el aumento de la deuda de estos últimos, o la sustitución de otra fuente anterior de endeudamiento.

Y lo que debe merecer una mayor atención es que para expandir la demanda en la economía mundial se está planeando el substancial incremento del dinero, o lo que es lo mismo decir aumento de la deuda, con lo cual se puede incrementar la demanda, pero sin asegurar el incremento de la oferta. Es por esta razón que quienes han dedicado su vida al estudio de los problemas monetarios concluyen que el aumento de la cantidad de dinero/deuda de manera sostenida, en el largo plazo, en cualquier economía nacional, debe guardar estrecha relación con la expansión real de la producción. Esto, quiere decir, que si la tasa anual potencial de expansión de la producción mundial está en el orden del 4%, la expansión anual del dinero a nivel mundial también debería estar en este orden, o a lo sumo algunos pocos puntos porcentuales más, para asegurar ausencia de inflación o baja inflación.

Y cuando se habla de dinero no nos estamos refiriendo únicamente a los billetes, que cada vez tienen menor importancia en el total de dinero. Hoy, el dinero fundamentalmente ha tomado la forma desmaterializada, es lo que alguna gente denomina "dinero electrónico". Hoy, se hacen millones de transacciones al día sin que tenga que aumentarse una sola unidad monetaria tangible (papel moneda) ni cambios en el total de depósitos bancarios.

En las últimas décadas, en el mundo, se ha observado una moderada tasa de inflación en los mercados de bienes y de servicios pero una elevada inflación en los mercados de activos financieros, por lo que se puede concluir que la enorme creación de dinero que se hizo en las dos últimas décadas, fuera de todo control, principalmente en EEUU, se canalizó al mercado de activos y no al de los otros mercados. Como el dinero es un bien "artificial", es un "papel" o como alguien diría "escritural", "eléctrónico", cuyo costo marginal de producir es cero, su expansión no correspondió al volumen de bienes y de servicios producibles en la economía globalizada, ni tampoco se expresó en una tasa de inflación mayor, porque se canalizó hacia la expansión de un mercado, también artificial, como es el de los activos financieros, que incesantemente subieron en las dos últimas décadas, haciendo cada vez "mas ricos a sus poseedores", hasta que esta burbuja reventase allá por el mes de septiembre del año 2007, y sus poseedores comenzasen a comprender que lo que tenían era una riqueza artificial, "inexistente". Varios, ante esta dura realidad, optaron por el suicidio.

Lo que no se toma en cuenta es que en la economía son bienes y servicios los que valen y se transan, que es lo que realmente una economía produce. Y en la medida que las economías se desarrollan y cada vez crean más riqueza real, aparece el gran problema macroeconómico del denominado "mecanismo" ahorro e inversión. Una parte del ingreso de las personas se ahorra, ahorro que en una primera instancia se deposita en las entidades bancarias, quienes prestan a las empresas para que estas absorban los bienes de inversión existentes en una economía determinada (bienes producidos interna o externamente). Cuando se analiza este hecho se concluye que si alguien obtiene un bien o servicio a crédito, es porque algún otro en algún lugar ha dejado de consumir ese bien o servicio, y que es el ahorrista. Toda ahorrista libera bienes y servicios existentes en la economía que son absorbidos por quienes son deudores. Pero cómo los depósitos que se hacen en los bancos sirven para dar créditos, dando lugar al conocido "multiplicador monetario", se llega, en un mundo de transacciones electrónicas, a un proceso incesante de creación de dinero, no compatible con el volumen real de bienes y servicios que se puede producir, y que es el fundamental problema que EEUU tiene que enfrentar.

Si junto a incrementos desmesurados del dinero, en el mundo, los salarios nominales, no se flexibilizan; si no se profundiza el libre comercio mundial de bienes y de servicios; si los países vuelven al proteccionismo económico, la indeseada consecuencia será una larga recesión, junto a la inflación, cuyo costo será pagado por la gente que no tiene trabajo.

La Paz, 4 de mayo de 2009

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