jueves, 13 de agosto de 2009

Tirano Wiphalas

Puka Reyesvilla
aguadoble@yahoo.es

La narrativa hispanoamericana, en su vertiente histórica -un cuasi género en sí mismo- tiene en la novela sobre el déspota latinoamericano -con mayor o menor apego a los hechos- a su subgénero por excelencia, unas veces con el protagonista explícitamente identificado -Rodríguez Francia en Yo, el Supremo (Roa Bastos)-, unas veces sugerido por la descripción -Estrada cabrera en El Señor Presidente (Miguel Ángel Asturias)- y otras como una síntesis de varios, personificados en uno sólo -El recurso del método (Carpentier)-. Títulos como La fiesta del Chivo o El otoño del patriarca son caros a los lectores que aprecian esta corriente.

Me atrevo a decir que salvo El Supremo, dictador "progre", las demás figuras protagónicas responden a la estampa del autócrata latinoamericano, ilustrado o no: ultraconservador, mesiánico, matón, corrupto, paranoico y patriotero. Todos eficaces aplicadores del "método" como lo definiera el cubano.

En el retrato del tirano sintético carpenteriano, para verlo con ojos bolivianos, se pueden reconocer características de un Melgarejo -el caballo del personaje se llama "Holofernes", tal cual lo hacía el del militarte boliviano- o de un Barrientos.

Un pasaje del Método narra la aversión del régimen hacia la "literatura roja" color asociado al comunismo. Así, se procedía a incinerar obras con títulos como La semana roja en Barcelona (opúsculo sobre la muerte del anarquista Ferrer), El caballero de la Casa Roja, El libro rojo, La aurora roja (Pío Baroja), La Virgen Roja (biografía de Louise Mitchel), Rojo y Negro (Stendhal), La letra escarlata (Nathaniel Hawtorne), "...exponentes, todos, de una literatura roja, de propaganda revolucionaria...". No faltó quien sugiriera que La Caperucita Roja corriera la misma suerte.

Ahora bien. Intencionalmente he dejado para este punto la controversia acerca de la primera novela sobre el tema. ¿Qué criterio cuenta, la concepción o la publicación? Si el primero, El Señor Presidente (concebida en 1922 pero publicada recién el 46); si el segundo (esta postura es la dominante), Tirano Banderas, del español Ramón María del Valle-Inclán (1926). "...de aquellas campañas veníale la costumbre de rumiar la coca, por lo que en las comisuras de los labios tenía siempre una salivilla de verde veneno", se puede leer en la primera parte.

El tipo del personaje de estas tierras ha mutado en el déspota contemporáneo, el caudillo elegido en democracia que, ya en el ejercicio del poder, se empeña en liquidarla para eternizarse en él. Este nuevo modelo de tirano está en busca de su novelista.

¿Dónde está el Valle-Inclán moderno que bien podría titular Tirano Wiphalas a su texto? Por lo general estas obras concluyen con el destierro o la muerte del sátrapa; desgraciadamente, en la versión actualizada terminarían en la desaparición de la república en la que gobernaba el tirano, mientras que éste y sus cómplices acabarían como capos de un cártel de la cocaína. Tal vez por esto nadie se anima a escribirla.

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