jueves, 28 de enero de 2010

Construyendo Capital Social

Carlos Guzmán
carlisito_g@hotmail.com

En vísperas de un nuevo lance electoral, y donde se dan indicios que el electoralismo en Bolivia tendrá una pausa, surge la imperiosa necesidad de pasar revista a las variopintas candidaturas que se presentan a la contienda y con considerable atención a su concepción de ciudad y sus programas de gestión.

Tema ineludible que tendrá a los políticos al paredón mediático, será la inseguridad ciudadana y sus múltiples consecuencias sociales.

Como era de esperarse, la ley del mínimo esfuerzo se ha impuesto en el ideario de los frentes, teniendo una visión delictual y post-delictual, no así atacando sus factores estructurales haciendo énfasis en la prevención de este fenómeno social. Las experiencias internacionales exitosas han demostrado que el tema de la delincuencia tiene que ser abordado con un enfoque multidisciplinario y en diferentes etapas (prevención, participación y contención). Es preciso clarear que la presente nota esta referida a la delincuencia (hurto, asaltos, pandillaje, violencia intrafamiliar), y no así al crimen organizado (asesinatos, atracos, narcotráfico, mafias, etc.) categorías distintas que merecen tratos desiguales.

La abundante bibliografía sobre la delincuencia coincide en que sus causas principales son la crisis económica y de valores. Requisitos que nuestro departamento y especialmente nuestra ciudad cumple, irrigando problemas como; el crecimiento desordenado de la ciudad, exclusión social, desempleo, alta migración, crisis de convivencia y la intolerancia política y social. Sumado a esto hay que agregar algunos medios de comunicación que amplifican la violencia llegando a la crónica roja, trastornándonos con imágenes macabras, acrecentando la paranoia colectiva y alterando el pulso social. (Al momento de escribir estas líneas, un programa trasnochado relaciona los fenómenos naturales con profecías indígenas apocalípticas y cine hollywoodense)

LA DELINCUENCIA NO ES UN PROBLEMA, ES UNA OPORTUNIDAD.

Ahora bien, la forma de encarar los problemas siempre ha sido la clave del éxito.

Tenemos la oportunidad de concebir a la ciudad como agente de transformación, un escenario de encuentro, lugar de convivencia, donde se conozcan desconocidos, una ciudad de calle donde la gente no quiera estar encerrada en sus casas. El escenario de la ciudad induce el crecimiento, el reencuentro, la animación. La atmósfera urbana puede contribuir también a la integración del sector formal con el informal, tenemos la oportunidad de crear una ciudad inclusiva, dejar las políticas públicas de tradición rentistas y estimular el desarrollo económico en los barrios marginales, de proyectar una ciudad que dentro de quince años tendrá cinco o más millones de habitantes.

Es el momento de revalorizar a la familia como núcleo de la sociedad, darle un rol preponderante a la formación en valores en las escuelas públicas, las experiencias han demostrado que el éxito de una política publica en materia de seguridad ciudadana es aquella que parte de la gestión local y la que esta enfocada a la prevención y participación de la sociedad en el cuidado de ellos mismos, es menester trabajar en el capital social, este, es incompatible con la violencia, pues lleva a comunidades organizadas a actuar conjuntamente en pos del mejoramiento de condiciones de convivencia y seguridad.

El marco del respeto y la promoción de los derechos humanos debe ser el punto de partida para cualquier política pública de seguridad ciudadana, el principio de inocencia y el respeto a la vida tiene que primar para la implementación de los programas. La legalidad y la legitimidad de las normas en las que se enmarcan las políticas públicas tienen que brindar protección a todas las partes involucradas, tanto victimas como victimadores, siendo que la orientación es la reinserción social. No concibo una ciudad panóptica, menos una ciudad militarizada y policiaca, igualmente es el momento de cambiar los epítetos hacia los policías y colaborar en lo que este al alcance, ya que la seguridad ciudadana no es responsabilidad exclusiva de las autoridades armadas y de la justicia.

Podríamos evitarnos millonarios gastos en recursos humanos y logística, e invertirlos en capital social, cambiando la paranoia colectiva por la convivencia armónica.

Esperar un cambio de actitud de las autoridades en esta coyuntura de confrontación, donde la locura abona sus fines es una quimera política. Es por eso que te exhorto sagaz lector a renovar la confianza entre cruceños…

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