sábado, 26 de marzo de 2011

Horizontes de la descolonización

Raul Prada Alcoreza
prada.raul@gmail.com

Un punto de partida debería ser ¿desde dónde pensamos, hablamos y nos referimos al mundo, a los hechos, a los acontecimiento, a los procesos, a la relaciones, a la estructuras y a las instituciones del mundo? Concretamente, ¿desde dónde pensamos cuando nos referimos al Estado y a la sociedad? Nombramos el mundo desde algún lugar, aquí no hablamos necesariamente de un lugar físico, sino desde un lugar en el horizonte histórico cultural, un lugar en el horizonte epistemológico, un lugar desde donde configuramos las representaciones, las significaciones, los valores, los símbolos, los conceptos? Podemos decir incluso un lugar desde donde desarrollamos las prácticas discursivas. Nombramos el mundo no desde un afuera sino desde adentro del mundo, nombramos el mundo desde el lenguaje, lo que nombramos está cargado de este lenguaje, si bien no forma parte del lenguaje, es el conjunto de referentes del lenguaje. Hablar del Estado y sociedad es hablar desde estos sititos, desde esta geografía imaginaria, si se puede hablar así, pero también desde la historia que crea estos escenarios, estos espacios, estos mapas conceptuales. El mundo es mundo porque está habitado de significados, de sentido, de valores, de símbolos, de conceptos, de representaciones. Si, pero no hay que confundir el mundo con estos lenguajes, estos ámbitos de sentido, estos códigos culturales, estas alegorías simbólicas, estos mapas conceptuales, aunque esté constituido también por ellos, si bien no necesariamente de una manera prioritaria, pues la multiplicidad de los campos y conjuntos de referentes denotan la autonomía y la independencia de los mismos, ofrecen su resistencia y muestran su propia complejidad. Por eso, hablar de Estado y sociedad es hacerlo desde determinadas estructuras de categorías, desde determinadas corrientes teóricas, desde determinados lugares del campo filosófico y del campo de las ciencias sociales. No se trata de lugares bien definidos y claros, sino de lugares problemáticos, de lugares de saturada discusión. Las corrientes teóricas que las ponen como unidades de análisis se disputan su conocimiento y comprensión, podemos recorrer toda una historia en el desarrollo y desplazamientos conceptuales en lo que respecta a la dilucidación de estas entidades referenciales. Por eso, lo que importa ahora es saber desde donde nombramos el Estado y la sociedad para de este modo reconocer los recortes de realidad y las estrategias teóricas desplegadas en este acto de hablar, en esta acción conceptual. Pero, sobre todo, saber cómo concebimos esos ámbitos de relaciones que llamamos Estado y sociedad, para reconocer ese ámbito de relaciones, de prácticas, de normas, de leyes, de procedimientos, de instituciones que llamamos Estado, para comprender ese ámbito de relaciones, de prácticas, de estructuras, de organizaciones, de movimientos, de movilizaciones, de luchas que llamamos sociedad.

¿Cuál es la relación entre Estado y sociedad? Para responder a esta pregunta debemos situarnos en el contexto histórico de la modernidad, cuando hablamos de Estado lo hacemos desde la perspectiva del Estado-nación, y cuando hablamos de sociedad lo hacemos refiriéndonos a formaciones históricas atravesadas por relaciones de producción, comercialización y consumo capitalistas. Se trata de formaciones históricas involucradas con el mercado, con el mercado capitalista, apreciado tanto en su forma interna como externa, mercado interno y mercado externo. Sociedades involucradas, insertas en el mercado internacional, afectadas entonces por sus contingencias, sociedades organizadas en respuesta y adecuación a la expansión del capitalismo, de las lógicas del capitalismo, pero también y obviamente a la lógica de valorización del capital. No podríamos entender estas sociedades sin comprender a su vez el desarrollo mundial, regional y local del capitalismo, aunque este haya tenido resistencias y las tenga todavía, aunque podamos entrever posibilidades de alternativas al capitalismo. Lo que decimos es que el capitalismo se ha expandido por todo el mundo y ha conformado el mundo mismo, formando una economía-mundo capitalista y conformando un sistema-mundo capitalista[1]. Desde esta perspectiva, no nos negamos evaluar y dilucidar las singularidades, los particularismos locales, las formaciones abigarradas, sino que lo hacemos y entendemos esta tarea posible a partir de la intengibilidad de la acumulación originaria y ampliada del capitalismo, de sus ciclos, de sus crisis y de su ineludible cobertura mundial. No se puede soslayar este acontecimiento de escala mundial, eludirlo sería no entender los mismos particularismos, localismos, regionalismos y abigarramientos, quedándonos tan solo con la expresión exacerbada de las heterogeneidades perdidas en su propio laberinto. Hay que colocarse evidentemente en la perspectiva del pluralismo histórico, de la diversidad y diferencia de los procesos socioeconómicos y socioculturales, pero hay que hacerlo teniendo en cuenta la transversal histórica de la economía-mundo capitalista. Esto nos permite situarnos en el lugar, el espacio-tiempo históricos, desde el cuál nombramos, pero también en el cual nos encontramos, para entender lo que hemos llegado a ser en el momento presente (Michel Foucault).

Estado y sociedad en Bolivia

Las naciones no son otra cosa que mitos en el sentido que son creaciones sociales, y los estados desempeñan una función central en su construcción. El proceso de creación de una nación incluye el establecimiento (en gran medida, una invención) de una historia, una larga cronología y un presunto grupo de características definitorias (incluso cuando grandes segmentos de la población incluida no comparten dichas características)[2].

La República de Bolívar nace de una conjunción y combinación de factores hasta compulsivos y contradictorios. Por una parte podemos hablar de la genealogía de sus propias guerras, es decir las guerras que atraviesan, afectan, adecuan, se instalan en los territorios que van a circunscribirse sucesivamente en lo que va a ser el Qullasuyu, la Audiencia de Charcas y la República de Bolivia. Estas guerras son acontecimientos que suscitan, se producen y pasan para desaparecer, no del todo, empero quedando en la memoria de las generaciones venideras. Podemos hablar de la guerra de conquista a medidos del siglo XVI y de su consecuente guerra anticolonial durante los últimos años del siglo XVIII, de la guerra en Potosí entre vicuñas y vascongados durante 1626, la guerra de guerrilla durante el siglo XIX, acompañada de la llegada de la guerra de independencia al Alto Perú, las incursiones de los ejércitos independentistas argentinos, las asonadas y levantamientos durante la colonia, pero también los amotinamientos y cambios de bando. Marie-DanielleDemélas reconoce una cultura guerrera en América, dice que existían tres formas de combate: La utilización de los métodos de la guerra en pequeña escala, la cultura miliciana y la experiencia de las guerras indias[3].

Después podemos hablar del desarrollo de la economía minera[4], preponderantemente durante la colonia, particularmente en lo que tiene que ver con la irradiación del entorno potosino durante los siglos XVII y XVIII. Este desarrollo y esta irradiación pueden asociarse con el ciclo de la economía de la plata, directamente vinculada a los ciclos del capitalismo genovés (siglos XV-XVII), del capitalismo holandés (siglos XVI-XVIII) y del capitalismo británico (siglos XVIII-XX)[5]. Este recorte si bien privilegia la preponderancia de la economía minera, no obvia las otras formas de organización económicas, particularmente las agrícolas, destinadas a comercializar con alimentos para las poblaciones de las ciudades y los centros mineros. En este caso, sobresale la economía de las haciendas de los valles, fuertemente vinculada al comercio con los centros mineros, empero el mercado de alimentos y otros bienes también se extiende al Oriente, esta es la situación que podemos apreciar en lo que respecta la vinculación contingente de la economía de las haciendas de los llanos, de la Amozonia y el Chaco con la economía minera. No podemos dejar de mencionar la persistente economía de las comunidades indígenas, que forma parte de alternativas formas de reproducción, enlazada a otros circuitos simbólicos, de reciprocidad y complementariedad. En todo este espaciamiento rudimentario del mercado interno, la producción artesanal y la incipiente producción manufacturera encuentra su sitio. Todo este panorama mercantil no termina de dibujarse si es que no mencionamos un eje paralelo a la economía minera que tiene que ver con los recorridos de la coca[6].

Así mismo podemos hablar de la jurisdicción de la Audiencia de Charcas y de una cierta continuidad administrativa, tanto política como religiosa, que duró desde su pertenencia al Virreinato del Perú hasta su pertenencia al Virreinato de La Plata, incluso prácticamente permaneció en la geografía política de la flamante República.

El diagrama de poder colonial

¿Cómo retomar la historia, sobre todo la historia de la modernidad, desde otra perspectiva, que no sea la de la supuesta universalidad eurocéntrica? Buscamos otra perspectiva, la de las sociedades que fueron colonizadas. Este es un problema que ha sido retomado por los intelectuales que se colocan en una perspectiva descolonizadora. Habría que hacer una historia al respecto. En este decurso tenemos las investigaciones de AnibalQujano, quien trabaja sobre la colonialidad del poder. Podemos citar los trabajos de Enrique Dussel, quien plantea la construcción de una mirada integral desde las víctimas, es decir, los colonizados. En esta perspectiva también se encuentran los trabajos de Boaventura de Sousa Santos, quien se plantea pensar desde el sur, en contraposición con el norte hegemónico y dominante. No lejos de ellos se hallan las formulaciones de un pensamiento propio por parte de Hugo Zemelman Merino. En Bolivia la irrupción de un pensamiento descolonizador es abierto por Fausto Reinaga, quien deconstruye la historia desde la perspectiva de la revolución india. Esta problemática es retomada por Silvia Rivera Cusicanqui con sus estudios sobre los movimientos indígenas a partir de la recuperación de la memoria larga. La lista evidentemente puede ser másamplia, identificando corrientes, si podemos hablar así, la corriente de los subalternos, en la que sobresalen las investigaciones de ParthaChatterjee y de GayatriChakravortySpivak, de los estudios postcoloniales, de la filosofía de la transmodernidad, de la epistemología crítica o crítica de la epistemología, de la sociohistoria indígena. Incluso podemos abrirnos hacia atrás y hacia adelante, podemos rastrear las huellas de un marxismo propio cuando Carlos Mariátegui se plantea sus tesis sobre la realidad peruana, buscando hacer inteligible la formación económico social peruana. Del mismo modo podemos encontrar en la crítica de la economía política periférica, en la crítica de las relaciones de poder y en los análisis de los movimientos sociales desplegados por comuna el desarrollo de una perspectiva descolonizadora[7]. Debemos hacer entonces una arqueología de los discursos sobre descolonización, sobre las narrativas de la colonización y colonialidad, encontrar los sedimentos y estratificaciones de estos discursos, sus formas de actualización, su haz de relaciones, la configuración de sus enunciados. Esta es una tarea que hemos de emprender, empero por de pronto, vamos a situar la problemática de la colonialidad dibujada históricamente por los ciclos del colonialismo.

Los ciclos del colonialismo

Hablamos de los ciclos del colonialismo porque consideramos que estos ciclos, de alguna manera han seguido los ciclos del capitalismo. No son exactamente lo mismo, empero el colonialismo ha acompañado a la expansión y a la acumulación del capitalismo. Concretamente la irrupción del colonialismo a escala mundial tiene inmediatamente que ver con la acumulación originaria del capital a escala mundial y con el nacimiento de la modernidad. Si se quiere con el nacimiento de la economía-mundo capitalista, sugerida por Immanuel Wallerstein. El colonialismo es la forma mundial de dominación desatada por las formas hegemónicas del capitalismo, formas desplegadas sucesivamente durante los distintos ciclos del capitalismo. Empero las estructuras de dominación colonial no son los mismo que las estructuras de la acumulación capitalista, las relaciones de poder no son lo mismo que las relaciones de produccióncapitalista, ambos ámbitos se imbrican y se complementan de una manera morbosa. Aníbal Quijano dice:

La colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a escala societal[8].

Aníbal Quijano asocia culturalmente e intersubjetivamente la colonialidad con la modernidad, se trata de un patrón de dominación que se corresponde con los modelos de acumulación. La diferenciación entre centro y periferia establece la diferencia racial de la explotación de la fuerza de trabajo a escala mundial, distinguiendo formas de explotación, combinando y complementando subsunción formal y subsunción real del trabajo al capital[9]. El colonialismo y, por lo tanto, la colonización constituyen una realidad mundial, la colonialidad, que es la forma de hegemonía cultural de la modernidad y la forma de dominación capitalista. Aníbal Quijano dice que:

En el curso del despliegue de esas características del poder actual, se fueron configurando las nuevas identidades societales de la colonialidad, indios, negros, aceitunados, amarillos, blancos, mestizosy las geoculturales del colonialismo, como América, Africa, Lejano Oriente, Cercano Oriente(ambasúltimas Asia, más tarde), Occidente o Europa(Europa Occidental después). Y las relaciones intersubjetivas correspondientes, en las cuales se fueron fundiendo las experiencias del colonialismo y de la colonialidad con las necesidadesdel capitalismo, se fueron configurando como un nuevo universo de relaciones intersubjetivas de dominación bajo hegemonía eurocentrada. Ese específico universo es el que será después denominado como la modernidad[10].

Comprendamos entonces la experiencia del colonialismo y colonialidad, entendiendo por colonialismo la práctica imperial de ocupación de tierras, sometimiento de las poblaciones, decodificación cultural, fragmentación de las sociedades, ocultamiento y desaparición de las instituciones propias, diseminación de las lenguas autóctonas, inscripción de la historia política de la dominación en la superficie de los cuerpos, induciendo conductas y comportamientos de sometimiento, de domesticación, de disciplinamiento, de control y de seguridad, sucesivamente. Comprendiendo por colonialidad la configuración de las identidades societales y la plasmación de la clasificación racial, conformándose entonces una realidad histórico-cultural diferencial a escala planetaria y al interior de los países. Las identidades societales y las clasificaciones raciales van adquirir distintas tonalidades y matices, dependiendo del lugar y el contexto de referencia, pero lo importante de esta distinción y clasificación estriba en las políticas de etnicidad[11] y formas de gubernamentalidad[12] que se van a implementar en las sociedades poscoloniales, en los Estado-nación de la periferia de la economía-mundo capitalista. La colonialidad también puede interpretarse como el lado oscuro de la modernidad, así también como el lado heterogéneo de la modernidad, que se pretende universal y basada en principios universalistas. La declaración de los derechos humanos, pero también la experiencia vertiginosa cuando todo lo solido se desvanece en el aire[13], cuando se disuelven las formas de comunidadprecapitalistas, cuando se diseminan los valores y las instituciones premodernas, produciéndose en este caosmosis el átomo del individuo, que entra de lleno al tiempo de la perpetua transformación constante. La modernidad como cultura planetaria del capitalismo mundial. Pero ocurre que esta modernidad se expande y desarrolla acompañada por formas violentas de dominación, formas que despojan de sus tierras a poblaciones enteras, de sus recursos, de sus formas de vida, de su energía vital y de sus saberes, ocupando sus territorios, yuxtaponiendo formas de socialidad a las redes de relaciones comunitarias ya existentes, cartografiando territorios y marcando cuerpos, de tal forma que se da lugar la colonización de los mismos, usándolos como recursos explotables, diferenciando centro de poder y de acumulación de periferia sometida y de extracción, racializando a las poblaciones, convirtiéndolas en objetos del ejercicio de la biopolítica. Ahora bien, estos territorios, estos cuerpos, con sus formas comunitarias de relacionarse, con sus formas intersubjetivas propias de comunicarse, con sus maneras de politizar sus demandas, se convierten con el tiempo en resistencias a la modernidad y al capitalismo, ofreciéndose como ofrenda y sacrificio, diseñando alternativas. Podríamos denominar a la modernidad como una forma aparente y a la colonialidad como su forma efectiva, forma aparente cultural, política y jurídica, por un lado, y forma efectiva subordinaciones culturales, de dominaciones polimorfas que obstruyen las democratizaciones, de ejercicios jurídicos discriminadores. Empero esta contradicción entre la forma aparente y la forma efectiva da lugar a culturas proliferantes, actualizadas y emergentes, a politizaciones de campos no institucionalizados, a replanteos de derechos colectivos que atraviesan los formalismos jurídicos, a la circulación de saberes que se oponen a la ciencia universal y a la filosofía absoluta.

Etnicidad, nación y clase

Las sociedades poscoloniales plantean varios problemas en lo que respecta a su comprensión y elucidación, uno de estos es el que tiene que ver con la relación entre etnia, clase y nación. Podemos complicar un poco más aún esta situación si introducimos también el tema del Estado. La distinción entre Estado y nación es importante, así como lo es la diferencia entre etnia y clase. Aunque la formación de los Estado-nación absorbe la nación al Estado, esto no quiere decir que la nación es lo mismo que el Estado. La formación del Estado, si podemos hablar así, tiene que ver con las múltiples gubernamentalidades que son articuladas en forma de agenciamientos, engranajes, máquinas políticas que se distribuyen en forma de mapas institucionales[14]. La estatalización de las territorialidades, de los agenciamientos concretos y relaciones de poder locales, es decir, su apropiación, desarticulación y transformación a gran escala forma parte del proceso de conformación del Estado. La institución del Estado pasa por la unificación de las formas de gobierno y los mecanismos de poder, termina ejerciendo su jurisdicción a la escala de lo que va ser la nación, incorpora de modo transversal la legislación y normativa jurídica que permite la reglamentación del ejercicio de las prácticas institucionalizadas. Podemos hablar desde esta perspectiva de la triangulación concomitante entre Estado, derecho y nación. Ahora bien, podemos considerar a la nación como lo sugiere Immanuel Wallerstein, como que las naciones no son otra cosa que mitos, en el sentido que son creaciones sociales, y los estados desempeñan una función central en su construcción[15]. Desde esta perspectiva, los estados habrían creado las naciones, las naciones formarían parte de los procesos de estatalización, pero en este caso se trataría de la estatalización de los imaginarios. Sin embargo, esta comprensión de Immanuel Wallerstein supone la construcción, la supeditación y la articulación plena de la nación al Estado. ¿No hay nación antes del Estado? Podemos ampliar los horizontes históricos de la problemática introduciendo un campo de posibilidades mayor, logrando así una comprensión más abierta de las formas de identidades colectivas, por ejemplo podemos introducir el tópico de la luchas de liberación nacional, así mismo podemos introducir en el análisis a las concepciones de nación emergentes, por ejemplo, las relativas a los imaginarios colectivos de pueblos indígenas. Es indispensable considerar los imaginarios colectivos de las resistencias a la colonialdad y a la modernidad, entendidos como actos de descolonización. Desde esta perspectiva, no se tiene en cuenta la arqueología del término nación, que en principio alude a una relación de sangre, la nación concebida en el sentido de consanguineidad. Desde esta otra faceta habría una construcción de imaginarios nacionales antes del Estado, a partir de otras condiciones de posibilidad históricas, de otros espacios de intersubjetividad. Aunque podemos circunscribir el análisis de Immanuel Wallerstein a la crítica de la nación en los límites del espacio abierto por el Estado-nación, requerimos de una mirada más inclusiva de las otras formas de nación, para esto solicitamos separar la concepción de nación de la concepción de Estado, esto nos puede llevar a pensar una forma política más allá del Estado, pensar, por ejemplo, las posibilidades alterativas del Estado plurinacional, pensar una forma política que no necesariamente tenga que llamarse Estado, empero comprenda la condición plurinacional. Entre estas variantes, incluso pensar el Estado plurinacional desde una perspectiva no moderna del Estado, como una forma política que sea instrumento de la sociedad, una forma política que se corresponda con las sociedades autogestionarias y autodeterminantes. En este sentido, estamos sugiriendo la hipótesis de pensar la nación como imaginario social, pero también como ámbito de reconocimiento, como forma de difusa institución cultural que adquiere características de contrapoder, de contracultura hegemónica y también como espacio dinámico intersubjetivo descolonizador. Bajo esta consideración es aleccionador lo que establecen el primer y el segundo artículo de la Constitución Política del Estado de Bolivia. El primer artículo define el modelo de Estado como unitario social de derecho plurinacional comunitario con descentralización administrativa política y autonomías[16], en tanto que el segundo artículo plantea el reconocimiento de la preexistencia colonial de las naciones y pueblos indígenas originarios campesinos, por lo tanto el reconocimiento de su derecho al autogobierno, a la libre determinación, a sus instituciones propias, lengua, normas y procedimientoscaracterísticos, cosmovisión y gestión propias, reconocimiento de la autonomía y de la consolidación de sus entidades territoriales[17]. En este caso hablamos de nación más en el sentido cultural, incluso en el sentido territorial, como es el caso de los suyus, naciones-territorios de las sociedades andinas, conformaciones complejas, basadas en los ayllus, comunidades duales, asentadas en distintos pisos ecológicos y markas, pueblos que comprenden a conjuntos de ayllus. El sentido de naciones y pueblos indígenas originarios se abre a una pluralidad de configuraciones de nación, a distintas acepciones colectivas históricas culturales.

De acuerdo a Immanuel Wallerstein las categorías de raza, nación y clase se corresponden con cada uno de los rasgos estructurales básicos de la economía-mundo capitalista:

El concepto de "raza" está relacionado con la división axial del trabajo en la economía-mundo; es decir, la antinomia centro-periferia. El concepto "nación" está relacionado con la superestructura política de este sistema histórico, con los Estados soberanos que constituyen el sistema interestatal y se deriva en él. El concepto de "grupo étnico" está relacionado con la creación de las estructuras familiares que permiten que buena parte de la fuerza de trabajo se mantenga al margen de la estructura salarial en la acumulación de capital. Ninguno de los tres términos está relacionado directamente con el concepto de clase y por ello porque "clase" y "pueblo" se definen ortogonalmente, lo cual constituye una de las contradicciones de este sistema histórico[18].

Se puede deducir de esta cita que no sólo las categorías de raza, nación y clase forman parte de los rasgos estructurales básicos de la economía-mundo capitalista, sino también la categoría de etnia, así como el mismo concepto de Estado, como vimos más arriba. Toda la composición social y política es leída a partir de subsunción formal y real del trabajo al capital, como dispositivos histórico sociales de los procesos de subsunción del trabajo al capital. En otras palabras, el capitalismo hace inteligible a las sociedades, a los estados, a las formaciones económicas sociales y a toda la compleja composición histórica cultural de los sistemas-mundo. Todo esto parece contrastarse positivamente con la expansión global, dominio y hegemonía contemporánea del capitalismo. Pero, ¿fue siempre así, durante los largos ciclos del capitalismo? ¿Qué pasaba en los lugares donde no había llegado todavía el capitalismo en su proceso de expansión, sobre todo al principio, durante los primeros ciclos del capitalismo? ¿Qué pasaba antes del capitalismo? ¿Estas otras formaciones sociales son incognoscibles? Siguiendo esta lógica, volviendo al presente, ¿cómo explicar e interpretar los saberes, las prácticas, las formas, los movimientos de resistencia al capitalismo, a la modernidad y a la herencia colonial, sus modos de nombrarse, de construir sus imaginarios, de nombrarse y representarse? ¿No dejan de ser disfuncionales al capitalismo? Y por lo tanto, no pueden entenderse como formas desbordantes al modo de producción capitalista. Estas preguntas nos plantean una duda, ¿la teoría de la economía-mundo capitalista, el análisis de los sistemas-mundo, abarcan la totalidad del mundo o hay una parte del mundo que escapa a su mirada?

En primer lugar, qué estamos entendiendo por mundo. Desde una perspectiva filosófica Eugenio Trías habla de mundos: Mundo teorético referido al orden de los sucesos (el cerco), mundo moral explícito en la proposición ético-metafísico (el acceso), mundo estético referido al modo simbólico de exposición de la obra de arte y mundo histórico moderno explicitado en el juicio o proposición que determina finalísticamente la propia modernidad (el despliegue)[19]. Desde una perspectiva positivista y lógica Ludwig Wittgeinstein se refiere al mundo como totalidad de todos los hechos. ¿Hablamos de un horizonte de visibilidad? ¿Hablamos de un horizonte de sentidos? George Bataille habla de mundo como un horizonte de sentido. También se puede hablar de un horizonte de visibilidad, por eso se dice que el mundo es mundo desde el descubrimiento de Américo. Con esta expresión nos referimos al horizonte abierto por la modernidad. Volviendo al alcance de la economía-mundo capitalista y del sistema-mundo, Immanuel Wallerstein se refiere a la totalidad de las sociedades, Estados, naciones, es decir, formaciones-económico sociales concretas atravesadas por las relaciones de producción capitalistas, articuladas por las lógicas de acumulación del capital, en los distintos ciclos del capitalismo, es decir, se trata de una dimensión temporal y espacial. Temporalmente hablamos de la historia del capitalismo, historia que comprende las transformaciones habidas en la economía-mundo capitalista, espacialmente hablamos del planeta tierra. Aparentemente este mundo abarca todo, esto quiere decir que todo estaría comprometido en el proceso de acumulación de capital. Nada escaparía a esta lógica de valorización dineraria, a sus redes de relaciones, a sus estructuraciones sociales, a sus composiciones económicas, a sus formaciones políticas, a sus decodificaciones culturales, a su producción de necesidades, a su compulsivo consumismo, a sus prácticas competitivas y obviamente al universo complejo y múltiple del mercado, con sus contradictorias formaciones monopólicas. ¿Hay algo que dentro de este mundo no sea tomado en cuenta? Podríamos preguntar de manera paradójica: ¿Hay una afuera de este adentro? Que siendo coherentes, tendría que ser llamado hueco. ¿Habría huecos en este mundo que escaparían al control del capital, a la hegemonía en el ciclo del capitalismo en cuestión, al dominio mundial de la forma política imperial? ¿Esto significaría la presencia oculta, velada u opaca de formas o proyectos alternativos civilizatorios y culturales? ¿Podemos encontrar esta posibilidad en las resistencias al despliegue, la circulación y acumulación del capital, en los movimientos antisistémicos? Esta cuestión va a ser también tema del presente análisis.

Estado, sociedad y comunidad

El Estado no se desprende de la sociedad como en un acuerdo, pacto o contrato social, el Estado se constituye en esa diferenciación entre Estado y sociedad civil, sobre la base de una sociedad atomizada en individuos, reconociéndoles sus derechos individuales y su ciudadanía, aunque paradójicamente esta ciudadanía no cubra a todos. Se hace una abstracción en la formación de los estados y sociedades liberales, se hace como si el resto no existiera, mujeres y comunidades. Las comunidades son como la matriz anterior, el preludio de la sociedad y el Estado. La comunidad comprende formas de socialidad anteriores a las sociedades mismas. Las comunidades se conformaron sobre la base de las redes de relaciones de parentesco, las alianzas familiares, territorialidades, intersubjetividades afectivas, identidades colectivas, configuraciones culturales. Las comunidades ancestrales se constituyen imaginariamente en el acto mismo del sacrificio, esta vinculación con la muerte los arrastra fuera de los límites mismos de la vida, al más allá, a elucubrar su relación con lo sagrado y a descubrir lo sagrado en las fuerzas inmanentes de la vida[20]. Esta es una constitución cultural, simbólica, ceremonial, con la elocuencia de los ritos, de la comunidad ancestral. Para no hablar de los orígenes de la comunidad sino del nacimiento de la comunidad. Se trata de una discusión con la historia, por lo tanto mito, acerca de los orígenes de la comunidad; se puede hablar de nacimientos plurales, diferenciales, localizados de las comunidades.

Desde esta perspectiva, de las historias efectivas de las comunidades, se trata de hacer genealogías de las comunidades. Estos nacimientos tienen que ver primordialmente, probablemente, con la caza y recolección, hablamos de las comunidades itinerantes, que se confunden, de manera inmediata, con sus propias estructuras de parentesco. La arqueología puede enseñarnos mucho de estos nacimientos proliferantes. Tiempos después, cuando las comunidades domestican las plantas y aprenden a manejar sus genomas, cuando desarrollan la agricultura, la llamada revolución verde, las comunidades establecen alianzas familiares y territoriales, conformando grandes comunidades o formas expansivas de sociedades territoralizadas. Es probable que las comunidades mismas se hayan reestructurado y transformado, recodificando y revalorando sus relaciones y prácticas, sobrecodificando sus propiossímbolos, ampliando los alcances de las jerarquías y el prestigio, estratificando el campo comunitario. Esta ampliación y reestructuración de las comunidades no las hace desaparecer, más bien las consolida como formas perenes que sostienen el decurso de las sociedades mismas, pero también de las formas de poder que se conforman y despliegan. Las comunidades han sostenido a grandes formaciones sociales y complejas conformaciones de poder, han sostenido a señoríos, a Tiwanaku, alianza entre pueblos, y al Tawantinsuyu, alianza territorial, incluso fueron el sostén en los primeros años de la República, a través del tributo indígena. Podemos discutir si hoy siguen siéndolo, a pesar de la injerencia e irradiación del capitalismo, a través de los enclaves de explotación minera, la economía de la plata y la economía del estaño, y a través también de las extensiones, transfiguraciones y simbiosis del mercado, incluyendo prioritariamente el mercado de la coca. Esta discusión podemos extenderla a lo que hoy llamaríamos economía de los hidrocarburos, en vinculación con el ciclo del capitalismo norteamericano, su hegemonía, dominación y declive.

En muchos escritos he sostenido que las formas de comunidad siguen siendo la matriz y el sostén del Estado-nación, del Estado y la sociedad, de la formación económica social boliviana articulada al mercado mundial y la economía-mundo capitalista. La explicación de los salarios bajos se da por el entorno de las comunidades campesinas, por el vínculo con estas comunidades por parte de los mineros, que supuestamente habrían perdido sus medios de producción, instrumentos de trabajo y tierra, por su vinculación con los entornos familiares, que son como pequeñas comunidades en relación con otras formas comunitarias subsistentes y actualizadas. La explotación de los recursos naturales por parte de las empresas trasnacionales en la periferia del mundo capitalista, se lo hace no solo ocasionando la proletarización de la población autóctona, sino a través de la redituación perversa de las formas comunitarias, que donan fuerza de trabajo de manera permanente o intermitente y sostienen multifomemente la reproducción social. En estas condiciones se combinan formas de subsunción formal, de subsunción real y, si se puede hablar así, de subsunción virtual, del trabajo al capital. La comunidad entonces retorna, se actualiza, transfigurándose, durante los ciclos más avanzados del capitalismo.

El Estado-nación habría nacido así, sobre la base de la diferenciación entre Estado y sociedad civil en Bolivia, diferenciación efectuada a través de la conformación de la representación, que vincula a la sociedad civil con el Estado, mediante el ejercicio del voto, que a su vez se basa en el reconocimiento de la ciudadanía a criollos y mestizos, hombres ilustrados, propietarios privados, hacendados, y un entono de sectores medios de artesanos. Estaban excluidos de la ciudadanía, por lo tanto de los derechos civiles y políticos, indígenas y mujeres. Una república de minorías sobre los hombros de la mayoría indígena. Como se puede ver el Estado-nación era una comunidad imaginada[21] en el imaginario de los criollos, por eso mismo una ficción no compartida por los otros imaginarios, los imaginarios indígenas y los imaginarios femeninos. Una legitimidad circunscrita a los criollos y mestizos no es una legitimidad adecuada y requerida por el conjunto de la población que habita la extensión geográfica de la República. Se trata de una legitimidad restringida, del ejercicio del voto restringido, por lo tanto de un ámbito de representación estrecho, así mismo podemos pensar en un mapa institucional liberal angosto. ¿Cómo pudo haberse erigido una República en estas condiciones tan circunscritas, de una modernidad tan incipiente, con la mayoría de la población en la sombra? La respuesta no se encuentra en el alcance poco propenso de la modernidad, en el tamaño exiguo de la práctica política, sino en los ámbitos de las relaciones de poder de carácter colonial. En realidad estos hombres políticos no eran individuos modernos sino patrones, hacendados, gamonales, que además de monopolizar tierras y propiedades mineras, controlaban a las poblaciones indígenas, dentro de sus haciendas y bajo la cobertura de las relaciones de servidumbre y subordinación. Las verdaderas relaciones de poder que sostenían la forma aparente del Estado-nación corresponden a los ámbitos de despliegue del diagrama de fuerzas colonial. Entiéndase que este no es un reclamo de modernidad, sino una apreciación de las formas efectivas de modernidad en la periferia de mundo capitalista. ¿Cuánto de estas paradojas y formas aparentes se dan en el centro del mundo capitalista? Es posible que esto también ocurra, aunque con otras características, sin embargo, debemos entender que en este centro hegemónico y de dominación se han desarrollado de manera extensa y ejercido de manera más minuciosa las estrategias de disciplinamiento, diagramas de poder disciplinarios que constituyen al hombre moderno, a partir de procedimientos de domesticación y manipulación fragmentaria y detalladla del cuerpo. ¿Qué clase de internalizaciones, de perfil, de conjunción de fuerzas, de subjetividad se formó en estas tierras atravesadas por estrategias de colonización y simultáneamente ocupadas por resistencias comunitarias? ¿Hombres semimodernos perversamente deformados? ¿Hombres intermediarios, fronterizos? ¿Semiburguesesintermediariaros entre los dos espacios de la economía-mundo capitalista, centro y periferia, ricos y mediadores en el proceso de acumulación, por lo tanto patrones como burgueses? La modernidad se habría dado de la única manera que podía darse, como mezcla, entrelazamiento, abigarramiento dramático, en un perfil subjetivo atormentado y desdichado. Las formaciones aparentes, el Estado-nación aparente, deriva en una República ilusoria, en contraste con formaciones históricas complejas, que develan que las cosas, las relaciones sociales, las instituciones se dan en tiempo heterogéneo[22].

La nación en tiempo heterogéneo

¿Qué es la nación? ¿Un sentimiento compartido? ¿La patria liberada? ¿La comunidad imaginada? Si es así, que nación se imaginaban los guerrilleros de la independencia? La guerrilla de los valles sólo esporádicamente controlaba la geografía de los escenarios de una guerra intermitente por la independencia de la patria, término usado en el diario de José Santos Vargas. Dependían de las incursiones del ejército de Buenos Aires, así como también de su ausencia, pues cobraban autonomía de acción en prologados lapsos de tiempo. Los guerrilleros acosaron al ejército realista, pero también eran acosados por ellos y perseguidos, hacían los que podían para sobrevivir, movilizaban pequeños contingentes de tropas y tenían mandos dispersos en los caudillos, quienes no terminaban ponerse de acurdo por la conducción de la guerra de guerrillas. Contaban a veces con el apoyo de comunidades, por lo tanto, a veces crecían sus fuerzas con el apoyo indígena, pero la mayor parte del tiempo sus desplazamientos de maniobra corta y con pequeños contingentes. Los nombres de los guerrilleros se volvieron famosos en las listas del ejército realista, el mismo que buscaba acabar con ellos fulminantemente y quebrar sus redes de comunicación. No lo pudo hacer, tampoco venció la guerra de guerrillas. Sin embargo la huella de esta guerra quedo marcada en estos territorios de los valles de la Audiencia de Charcas. Tuvieron alguna relación esporádica con el gaucho Güemes, líder gerrillero del norte argentino, encargado por Buenos Aires de cuidar la frontera, pero al final de cuentas dependieron de sus propias fuerzas y de su convocatoria. ¿Cuál era la nación por la que peleaban los guerrilleros, pero no pudo ser? Porque la nación que se impuso fue la que dejó el ejercito independentista en negociación con la oligarquía charqueña y los doctorcitos de Sucre. Una república acordada después de las hostilidades, pues el proyecto de Bolívar, de una Patria grande, no pudo materializarse, debido a la oposición de las oligarquías regionales, que prefirieron garantizar sus privilegios de hacendados y propietarios mineros. El proyecto de Bolívar era demasiado grande para ellos, donde podían perderse y perder. Hay analistas que dicen que las condiciones no estaban dadas. Valga a saber si esto es cierto, lo que importa es saber que el ejército independentista no podía cumplir por si solo con la tarea encomendada, requería de la voluntad de los lugareños, que por lo que sabemos iba por otros lados. Las comunidades indígenas no estaban comprometidas con la hazaña, como lo estuvieron en los levantamientos del siglo XVIII. No se tejieron relaciones de confianza entre comunidades y rebeldes criollos. Si hubo participación fue circunstancial, no comprometida, como ocurrió con los levantamientos de TupacAmparu, TupacKatarí, Bartolina Sisa, Tomas Katarí, que buscaban, se puede interpretar así, la reconstitución. No se equivocaron las comunidades, porque lo que ocurrió durante la República fue en contra de ellas, perdieron tierras y autonomía. Pero, volviendo a la pregunta de qué nación se imaginaban los guerrilleros, tendríamos que responder que, probablemente, no era algo distinto a la misma Audiencia de Charcas, pero sin españoles, sin chapetones. En el mejor de los casos, la imagen de la independencia podía extenderse a todo el Virreinato de la Plata, debido a las vinculaciones con el ejército argentino. De todas maneras, esto de la imagen de nación de los guerrilleros de la independencia no es algo fácil de resolver, pero de lo que podemos estar seguros es que no había un proyecto político, tampoco social, menos cultural, de reconstitución.

Hay que entender esta insurgencia en el contexto de la crisis del sistema colonia, como parte de sus contradicciones inherentes, del declive y decadencia del imperio español. Desde lejos se puede decir que el imperio español, es Estado territorial y extraterritorial, comprendiendo a las colonias, ya no era funcional al nuevo ciclo del capitalismo, quedó obsoleto ante los requerimientos de las formas de acumulación de capital, con sus consecuentes expansiones y transformaciones. Concretamente, quedó obsoleto después de la revolución industrial que se produjo en Gran Bretaña. El nuevo capitalismo corría a la velocidad de las máquinas de vapor y el ferrocarril, la maquinaria industrial transformó las temporalidades de la producción y la circulación. Aunque parezca paradójico, los nuevos movimientos independentistas, con sus proyectos de liberación nacional, de conformación de repúblicas, con pretensiones de modernización y sueños de modernidad, terminaron siendo funcionales al ciclo del capitalismo británico. Esta quizás fue la razón y la condición histórica por la que los movimientos independentistas del siglo XIX prosperaron y terminaron materializando sus proyectos nacionales. En cambio, los levantamientos indígenas del siglo XVIII fracasaron, no lograron viabilizar sus proyectos de liberación y reconstitución. Sin embargo, estefrustración, viendo el largo tiempo, la larga duración, viendo desde las perspectivas de las estructuras de larga duración, fue convertida en memoria e irradiación histórica, con las recurrentes actualizaciones de la guerra anticolonial inconclusa. Para dar algunos ejemplos, de este modo podemos leer e interpretar la guerra aymara en la guerra federal de 1899, en los recurrentes levantamientos que aparecen insistentemente después de la derrota de Tupac Amaru y Tupac Katari, atraviesan lo que quedaba del siglo XVIII y recorren el siglo XIX, para continuar localmente con los levantamientos durante el siglo XX. Por este lapso se encuentra los levantamiento de las comunidades de Jesús de Machaca, durante los primeros años de la década del veinte. Podemos situar resistencias hasta la guerra del Chaco y después de esta guerra, hasta la revolución de 1952 y después de esta revolución. Un levantamiento campesino, que se hizo famoso, es el relativo a la movilización de los campesinos del valle en 1974, que termino en la conocida masacre del valle, pero también derivó en la ruptura del pacto militar campesino y el nacimiento del movimiento katarista, que, retomando la memoria larga, desarrollo un proyecto político cultural de reconstitución del Qullasuyu. Sin embargo, lo más sintomático, de estas actualizaciones de antiguas luchas, concurre durante las movilizaciones sociales del 2000 al 2005, donde reaparece con fuerza la forma y las estructuras de la rebelión indígena, la alianza guerrera de los ayllus y comunidades, la reterritorialización de facto de los espacios ancestrales, ahora emergentes y sostén de la subversión indígena.

A modo de hipótesis, podemos hablar de dos estructuras de larga duración que atraviesan los periodos coloniales y republicanos. La primera y fundamental, la estructura de la rebelión indígena, constituida, en los levantamiento anticoloniales del siglo XVIII, ligada a un proyecto de reconstitución civilizatorio-cultural y antimoderno; la segunda, la estructura de la insubordinación criollo-mestiza, conformada durante los movimientos independentistas, de la guerra de guerrillas y la guerra de la independencia, ligada a un proyecto nacional y moderno. Ambas estructuraciones han tenido una trayectoria casi paralela a lo largo de la historia, hasta encontrarse en los acontecimientos de la guerra del gas, de octubre del 2003. Ambas estructuras y estructuraciones, actualizadas en distintos contextos, con sus correspondientes transformaciones, condicionan los procesos histórico-políticos, sus periodos y sus coyunturas, acaecidos en las temporalidades de la formación económica social, condicionan las formas efectivas del Estado sociedad concretas, sus complejas relaciones, sus ámbitos públicos, también sus ámbitos civiles, y consecuentemente, sobrepasando los límites de la sociedad civil, la configuración de la sociedad política, como propuesta relacional, alternativa, de politización de la demanda y de la elaboración de proyectos alternativos de los subalternos[23].

El Estado-nación en el contexto de la globalización

Los Estado-nación habría iniciado su genealogía con la conformación de los estados entre el siglo XVII y XVIII en Europa sobre la base de las Monarquías absolutas. A fines del siglo XVIII se conforma la república, como resultado de la revolución política en Norteamérica, con la unificación de los Estados de la Unión, en su forma Federal. Poco después la revolución francesa instaura la república, como resultado de la revolución social, en su forma más bien unitaria, llevando adelante la declaración universal de los derechos del hombre, inscribiendo en el imaginario popular las consignas de libertad, igualdad y fraternidad[24]. Como siguiendo estas declaraciones democráticas ToussaintL´Ouverturedirigió la inaugural contienda triunfante por la emancipación de los esclavos modernos en la colonia francesa de Santo Domingo (Haití). Durante el siglo XIX se constituyen las repúblicas en las llamadas Indias occidentales, como resultado de las guerras de independencia. En el lapso del siglo XX, después de la segunda guerra mundial, las colonias europeas en Asia y África consiguen su independencia. Esta es una brevísima historia de la conformación de los Estado-nación, pero no podríamos tener todo el panorama sino recorremos la historia hasta el presente, cuando los Estado-nación se encuentran cercados y atravesados por una nueva soberanía, la del imperio[25], en el periodo delirante de los discursos apologetas de la globalización, en el ciclo y el declive de la hegemonía estadounidense.

Un concepto indispensable para entender la conformación de los estados es soberanía, que significa primordialmente legitimidad del poder. Esta soberanía es transferida del cuerpo del rey al pueblo por medio de la revolución y las guerras de independencia. En segundo lugar soberanía significa independencia, quiere decir que el Estado-nación actúa en igualdad de condiciones con otros Estado-nación. En tercer lugar significa potestad absoluta sobre sus recursos. En cuarto lugar significa autonomía en cuanto a la capacidad de definir y diseñar sus propias políticas. Todos estos tres últimos significados están íntimamente ligados al primero, que es fundamental, pues en este significado de soberanía como legitimidad radica el secreto de las formas de dominación modernas. Aunque se haya transferido al pueblo la soberanía como referente de la legitimidad, ésta justifica la mediación en las relaciones de poder. La soberanía faculta la transferencia del poder por delegación a través de la representación, la soberanía justifica el ejercicio del poder a nombre del pueblo.

La soberanía es una palabra recurrente en los discursos democráticos, pero también en los discursos revolucionarios, se lo hace de una manera acrítica, espontánea, como por costmbre, sin tomar en cuenta la polisemia de sus significados, sobre todo uno, el original, en el cual soberanía tiene que ver con la legitimidad del poder. Por eso es importante hacer una especie rápida de arqueología de la soberanía para develar las formas como los discursos encumbren los mecanismos de dominación.

Teoría de la soberanía

Los discursos de soberanía pueden agruparse en aquéllos que suponen la teoría jurídica política, que es precisamente la teoría de la legitimidad del poder. A propósito de esta teoría, Michel Foucault dice que la teoría política de la soberanía se remonta a la edad media; procede de la regeneración del derecho romano; se conformó en torno a la cuestión de la monarquía y del monarca. En este sentido, la teoría de la soberanía ejerció cuatro papeles:

En primer lugar tiene que ver con un dispositivo de poder efectivo que era el de la monarquía feudal. Segundo, sirvió de herramienta y también de apología para la constitución de las grandes monarquías administrativas. En esta secuencia, a partir del siglo XVI y sobre todo del siglo XVII, ya en las circunstancias de las guerras de religión, la teoría de la soberanía fue un aparato que transitó tanto en un campo como en otro, que se esgrimió en un sentido u otro, ya fuera para circunscribir o, al contrario, para robustecer el poder real[26].

En síntesis, la teoría de la soberanía fue la gran arma de la querella política y teórica entorno de las modalidades de poder de los siglos XVI y XVII. En el siguiente siglo (XVIII) volvemos a encontrarla, como versión decimonónica del derecho romano, en Rousseau y sus contemporáneos, esta vez con un cuarto papel: en ese período se trata de edificar, contra las monarquías administrativas, autoritarias y absolutas, un prototipo alternativo, de las democracias parlamentarias[27]. Como se puede ver se puede decir que la teoría de la soberanía transita, durante este tiempo, de la cuestión de las monarquías, de los problemas de legitimidad planteados por el poder absoluto, por el poder real, a la cuestión de la legitimidad del poder en las repúblicas. Ya no se trata de la soberanía del soberano sino de la soberanía del pueblo. En otras palabras, el pueblo es el nuevo soberano. Pero, entonces la figura del pueblo se construye sobre el arquetipo de la unicidad del poder, como un solo cuerpo ungido por la legitimidad popular. Bajo esta figura el pueblo transfiere el poder a sus representantes. Este es el acto supremo de construcción de la representación como mediación del poder. Se podría decir, con cierta aproximación no exenta de equívocos, que, de esta forma, el poder ya no la ejerce el pueblo sino sus representantes. Esto es relativamente cierto, pues, en verdad, nadie deja de ejercer el poder, porque el poder atraviesa a todos, gobernantes y gobernados, como también a dominantes y dominados, todos lo usan, sólo que unos de una determinada manera y otros de otra. Los representantes usan el poder de una manera unificada, como monopolio, en tanto que el pueblo usa el poder de una manera dispersa, fragmentada, en el contexto del tejido de relaciones que componen la sociedad. Se puede decir que los representantes ejercen el poder de forma institucional, de una manera molar, y que el pueblo ejerce el poder de forma espontánea, de manera molecular. Se produce un trastrocamiento, una desmesura, cuando se da lugar la revolución, poniendo en suspenso el mapa institucional y los mecanismos de dominación.

Desarrollando los tópicos de la teoría jurídica política, se puede decir que la teoría de la soberanía está enlazada a una forma de poder que se practica sobre la tierra y sus productos, no tanto sobre los cuerpos y lo que hacen, como ocurre con otras formas de poder, como en el caso del diagrama de poder disciplinario. La teoría de la soberanía atañe al traslado y usurpación, no del tiempo y del trabajo sino de los bienes y la riqueza por parte del poder. La teoría de la soberanía accede transcribir en expresiones jurídicas unos compromisos intermitentes y habituales de preceptos, sin llegar a reglamentar una vigilancia perpetua; es una teoría que faculta fundar el poder alrededor y desde la presencia física del soberano y no de los procedimientos incesantes y durables de vigilancia. La teoría de la soberanía es lo que permite fundar el dominio absoluto del poder; por lo tanto se está lejos del cálculo del poder que establece el balance del mínimo de gastos y el máximo de eficacia[28]. Se puede decir que el diagrama del poder soberano comprende la administración de las cosas y los recursos, en tanto que el diagrama de poder disciplinario trabaja sobre el tiempo de los cuerpos y el detalle de su anatomía, sus movimientos y su dinámica de una manera minuciosa.

Se produce entonces una yuxtaposición entre el diagrama de poder soberano y el diagrama de poder disciplinario, el discurso de la soberanía es usado para encubrir los mecanismos de dominación disciplinarios, en tanto que el discurso relativo al diagrama disciplinario de desarrolla como discurso de las ciencias humanas. Cuando la teoría jurídica política abandona la cuestión de la monarquía para ocuparse de las democracias parlamentarias, la teoría de la soberanía fue, en el siglo XVIII y aún en el XIX, un dispositivo discursivo crítico consistente contra la monarquía y todas las dificultades que podían oponerse al desenvolvimiento de la sociedad disciplinaria. Pero, también, de modo superpuesto, esta teoría y la disposición de un código jurídico ajustado a ella permitieron entrecruzar a los mecanismos de disciplina un sistema de derecho que encubría sus procedimientos, que desvanecía lo que podía haber de dominación y técnicas de dominación en la disciplina. En este contexto, la teoría de la soberanía reconocía a cada uno el ejercicio, a través de la soberanía del Estado, de sus propios derechos soberanos[29]. La soberanía del Estado se convierte en un garante de los derechos individuales, de los derechos civiles y políticos, de los derechos humanos. El Estado, en otras palabras, la constitución, es el marco jurídico de estos derechos. Dicho de otra manera, hay una concomitancia entre el Estado y los ciudadanos.

Es importante entender que la teoría de la soberanía se plantea ineludiblemente fundar un ciclo, el ciclo del sujeto al sujeto (súbdito), exponer cómo un sujeto – entendido como individuo dotado, naturalmente, de derechos, capacidades, facultades, atributos y potencialidades – puede y debe trocarse en sujeto, pero entendido esta ves como unidad sometida en una relación de poder. La soberanía es la teoría que va del sujeto al sujeto, que instaura la relación política del sujeto con el sujeto. En este sentido, la teoría de la soberanía determina, en el comienzo, una multiplicidad de poderes que no lo son en sentido político del término, sino capacidades, posibilidades, potencias, y sólo puede componerlos como tales, en el sentido político, con el requisito de haber conformado en el ínterin, entre las posibilidades y los poderes, una situación de unidad primordial y productora, que es la unidad del poder[30]. El Estado se yergue como monopolio político, pero también como dador político, como asignador político, no sólo como garante sino también como distribuidor, pero también como promotor político.

Como se puede ver, hay una relación constitutiva entre Estado y sociedad, pero también una relación de transferencia entre legitimidad y legalidad. La teoría de la soberanía expone cómo puede erigirse un poder no exactamente según la ley sino según una cierta legitimidad fundamental, más fundamental que todas las leyes; se trata de una especie general de todas las leyes y que puede permitir a éstas funcionar como tales. En otras palabras, la teoría de la soberanía es el ciclo de la legitimidad y la ley. Digamos que, de una u otra manera, la teoría de la soberanía conjetura al sujeto; señala a fundar la unidad esencial del poder y se despliega siempre en el elemento previo de la ley. Triple condicionalidad, por lo tanto: la del sujeto a someter, la de la unidad del poder a fundar y la de la legitimidad a respetar. Triángulo instituyente: sujeto, unidad de poder y ley[31].

[1]Ver de Immanuel WallersteinAnálisis de sistemas-mundo. Una Introducción. México 2006, Siglo XXI. Del mismo autor Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Madrid 2004, Akal.

[2]Immanuel Wallerstein: Análisis de sistemas-mundo. Ob. cit. Pág. 79.

[3] Marie-DanielleDemélas: Nacimiento de la guerra de guerrillas. El diario de José Santos Vargas (1914-1825). La Paz 2007, Plural. Pags. 139-140.

[4]Ver de Roberto Arce AlvarezDesarrollo Económico e histórico de la minería en Bolivia. La Paz 2003, Plural.

[5]Giovanni Arrigí escribe: Pueden identificarse cuatro ciclos sistemáticos de acumulación, cada uno de ellos definidos por una unidad fundamental de la agencia primaria y de la estructura de los procesos de acumulación de capital a escala mundial: un ciclo genovés, que se extendió desde el siglo XV hasta principios del siglo XVII; un ciclo holandés, que duró desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII; un ciclo británico, que abarcó la segunda mitad del siglo XVIII, todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX, y un ciclo americano, que comenzó a finales del siglo XIX y que ha continuado hasta la fase actual de expansión financiera. Madrid 1999, Akal. Pag. 19.

[6]Ver de Raúl Prada Alcoreza Fragmentos Territoriales. La Paz 1990, Mitos.

[7] Colectivo vinculado a los movimientos sociales de Bolivia, durante las gestas desatadas del 2000 al 2005. Comuna ha publicado varios análisis grupales e individuales de los movimientos sociales y ensayos teóricos políticos.

[8] Aníbal Quijano: Colonialidad del poder y clasificación social. Journal of world-systems research.Festschrift for Immanuel Wallerstein.Volume XI, number 2, summer/fall 2000. Pág. 342.

[9] Revisar de Immanuel Wallerstein y EtienneBalivarRaza, nación y clase. Madrid 1991, Iepala.

[10] Aníbal Quijano, Ob. Cit., págs. 342-343.

[11] Ver de Benedict Anderson Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México 1993, Fondo de Cultura Económica. También de ParthaChatterjee La nación en tiempo heterogéneo. Buenos Aires 2008, Siglo XXI, Clacso.

[12] Revisar de Michel Foucault Seguridad, territorio y población. Buenos Aires 2004, Fondo de Cultura Económica.

[13] Frase de Karl Marx, empero atribuida a Shakespiere.

[14] Revisar de Michel FocaultSeguridad territorio y población. México 2006. Fondo de Cultura Económica.

[15]Immanuel Wallerstein: Análisis de sistemas-mundo. Ob. cit. Pág. 79.

[16]Artículo 1. Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural,descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismopolítico, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país

[17]Artículo 1. Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural,descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismopolítico, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.

[18]Immanuel Wallerstein, EtienneBalivar: Raza, nación y clase. Madrid 1991, Iepala. Pgs. 123-124.

[19]Eugenio Trías: Los límites del mundo. Barcelona 1985. Ariel. Pág. 19.

[20] En Subversiones indígenas de Raúl Prada se hace un análisis de la raíz y el devenir de la comunidad. La Paz 2008, Muela del diablo.

[21] Revisar de Benedict Anderson Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México 1993. Fondo de Cultura Económica.

[22] Revisar de ParthaChatterjeeLa nación en tiempo heterogéneo. Buenos Aires 2008, Siglo XXI, CLACSO.

[23] Revisar de ParthaChaterjeeLa nación en tiempo heterogéneo. Ob. Cit. Particularmente el capítulo La política de los gobernados.

[24] Revisar de Antonio NegriEl Poder Constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad. Madrid 1994, Prodhufi. En el libro se analiza la diferencia entre la revolución política, de la independencia norteamericana, y la revolución social, relativa a la revolución francesa.

[25] Ver de Michael Hardt y Antonio NegriImperio. Buenos Aires 2002, Paidos.

[26] Revisar de Michel Foucault Defender la sociedad. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. Pág. 42.

[27] Ibídem. Pág. 43.

[28] Ibídem. Págs. 43-44.

[29] Ibídem. Pág. 44.

[30] Ibídem. Pág. 49.

[31] Ibídem. Pág. 50.

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