lunes, 28 de noviembre de 2011

No se ría, estoy hablando en serio.

Fabian Restivo
unfotografo@hotmail.com

El 15 de enero de 1985, y por 300 votos de diferencia, Tancredo Neves, ganaba las elecciones en Brasil. Una elección histórica, que aunque no directa, era la primera desde el golpe de estado de 1964. Su vicepresidente, un político de provincia, escritor y simpático, era Jose Sarney. Su llegada a la vicepresidencia había sido producto de un pacto entre diversos partidos.

El 21 de abril, o sea, tres meses después, moría Tancredo Neves, y Jose Sarney, con más sorpresa que ideas, asumía la presidencia del Estado Federativo del Brasil. Todo fue tan rápido, que la fiesta de furor democrático se llevó por delante las malas noticias y la incertidumbre. Chico Buarque y Caetano Veloso, volvían a la televisión y a las radios después de años de estar prohibidos. “Para que no digan que no hablé de las flores” de Geraldo Vandre, se escuchaba nada menos que por la Globo, y volvían las canciones de protesta a la Escola do Samba “Mangueira”.  Mientras tanto, Sarney inventaba el Plan Cruzado, cambiándole el nombre al Cruzeiro y quitándole tantos ceros como se pudiera y, a pesar del apoyo de todos los partidos políticos, naufragaba en un mar de problemas de los que no conocía ni el titulo. El hombre no tenia la culpa. Su plan era que, como vicepresidente, su lucha seria por la cultura y las artes. Y el azar  le había cambiado el destino. Así y todo, tenía una ley bajo el brazo y la metió al congreso, que en medio de la hecatombe general y sin discutir con nadie, la aprobó en media tarde: era la Ley Sarney. Básicamente y como indicaba el titulo, era una ley que “dispone sobre beneficios fiscales del impuesto a la renta concedidos a operaciones de carácter cultural y artístico”. Dicho en fácil, las empresas podían disponer un  10% de lo que debían pagar como impuesto a las ganancias, para solventar en forma directa, proyectos culturales y artísticos. El impacto sobre la cultura, el arte y la economía fue en verdad incalculable. Llegaron al punto de tener a las empresas  buscando proyectos culturales. Milagros acontecen.

La Ley Sarney fue, además, la madre de muchas leyes similares en Colombia, Perú, Argentina, y otros países y ciudades. Visto el efecto brasilero, generadores del arte no dudaron en tomar el ejemplo.

Quizá el caso mas fuerte de “para que sirve esta ley” sea el argentino, que la usó como inicio de la creación de las industrias culturales, y cuyo saldo ultimo fue una reunión, hace dos semanas, donde 1.700 empresas tuvieron 4.500 reuniones de negocios  con artistas, a unas jornadas donde asistieron 36.000 personas. Gentes de las 24 provincias y de otros 34 países. La opinión de la presidenta de Argentina fue tajante: “que vengan de todo el mundo, el mundo tiene que tener claro que somos un país de cultura”.

Claro que en esas reuniones también estuvieron representantes de los ministerios de Industria de la Nación, Trabajo, Empleo y Seguridad Social, Relaciones Exteriores y otras carteras. O sea “el estado”, que viene trabajando con estos instrumentos desde finales del 2008. Y desde allá hasta aquí, las industrias culturales comprenden el 3,5 por ciento del PIB  y generan alrededor de doscientos mil puestos de trabajo. Un dato: Argentina no tiene ministerio de cultura, ni vice ministerio. Es apenas una secretaría, cuyo responsable dijo lacónicamente: “hay que seguir trabajando, los resultados buenos se verán recién en el 2013”.

En Bolivia tomamos el camino mas largo. Un grupo de artistas trabajó también una ley basada en la Ley Sarney, la adecuó a la legislación boliviana y se la presentó a la Ministra de Culturas, que a su vez empujó la ley y promovió la socialización para que los artistas y gestores culturales opinen. Cosa que no se perdieron la oportunidad de hace desde casi todos los departamentos. El proyecto de ley de “promoción cultural y artística”, esta a las puertas de la Asamblea Plurinacional. Desde mayo hasta aquí, el proyecto tuvo 9 modificaciones y mejoras. Los que entendieron el proyecto, aportaron, y los mas ignorantes, lejos de aportar, “opinaron” a la velocidad de su cerebro, que no podíamos tener una ley Argentina, opinión solo comparable con la de algún funcionario del Ministerio de Hacienda del gobierno de la “revolución democrática y cultural” que dijo: “esta ley  no aporta al desarrollo social y económico del país”.

No se ría. Estoy hablando en serio.

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