Guillermo Capobianco Ribera
Memocapobianco@gmail.com
Fue uno de los lemas principales de la juventud parisina rebelde de aquel mayo del 68 cuando desde la Sorbona, Vansens y el Barrio Latino, conmovieron al mundo y a las estructuras de la sociedad francesa arrancando piedras de las calzadas para emplearlas como barricadas.
La "imaginación al poder" gritaban los muchachos sublevados de entonces que entre combates con la policía y aliados con el movimiento social sindical, estuvieron a punto de derrocar al Gobierno de la Republica Francesa y a su líder histórico el Gral. Charles De Gaulle.
"Hagamos el amor y no la guerra"; "prohibido prohibir", decían los sublevados al tiempo que las multitudes en las principales capitales del mundo, clamaban por la Paz y el fin de la Guerra en el Vietnam.
Medio siglo después y como si la historia girara en redondo, los jóvenes del mundo árabe y del norte africano, vuelven a la carga en multitudinarias concentraciones derrocando dictaduras y a dictadores que se creían y aún se creen inamovibles.
El mismo "espíritu" de entonces, sigue en el combate hasta nuestros días, desafiando al Ejercito de Siria y el Yemen y protestando en la España de los Populares y de los mismos oligarcas financieros de siempre, parapetados en el FMI, el Banco Central Europeo y los gobiernos conservadores de la Unión Europea.
Reclaman, libertad, democracia, puestos de trabajo, estado de derecho, y el fin de la pobreza extrema, el combate al narcotráfico y a la corrupción.
Reclaman el derecho de abrigar ilusiones, tener un puesto de trabajo, ejercer el derecho humano a enamorarse y a construir una familia.
Sin embargo la riqueza del mundo se sigue concentrando en las manos, la avaricia y la mezquindad del sistema financiero internacional que en estos mismos instantes extorsiona a países y sociedades al punto de la quiebra como Grecia y Portugal para convertirlos en países "fallidos".
Las llamadas "democracias radicales" en las que sobresale Bolivia, pueden caer en la tentación de la "subvención como sistema", descuidando el incentivo a la producción, a la unidad nacional, al desarrollo sustentable, a la autonomía auténtica y al respeto a la identidad histórica y cultural de nuestros pueblos.
La juventud y los estudiantes son "la levadura" decía en sus canciones Mercedes Sosa y lo demuestran con hechos ahora los "indignados" del mundo árabe, de Europa del norte africano y de América Latina.
La gestión movilizada pero pacifica de los "indignados" tiene que tener necesariamente el componente ineludible de la imaginación para reaccionar frente a las "coplas" groseras de nuestros gobernantes que ante la ausencia de argumentos válidos acuden a aquello de la "bajada de calzones"a ministras dizqué livianas y complacientes.
¡La fiesta de carnavales no da para tanto!
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