jueves, 15 de marzo de 2012

Coquita Planificación

Julio Hector Linares Calderón
juliolinaresc@hotmail.com

Fui testigo de primera mano de los cálculos que crearon la Renta Dignidad, cuando las consignas que hacían brillar los ojitos de los funcionarios del Ministerio de Economía —los presentes no me dejarán mentir— eran dos: mejorar el Bonosol y quitarles platita (poder) a las prefecturas, antaño, puntales de la oposición.

Por supuesto, los valores actuales de la Renta salieron luego, es decir, ya juntada la platita del IDH, se vio a cuantito alcanzaba por viejito. Ningún estudio social, menos un experto en desarrollo humano señaló esa cifra como la correcta para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores.

Lo mismo pasa con otros bonos, pues puede uno revisar de arriba para abajo la norma del Juancito Pinto y no encontrará un criterio solvente que definió el monto de Bs 200 por año.
Pero esta manera de hacer gestión (a ojo de buen cubero) trae problemas, luego de lanzar la reasignación de 40 millones de bolivianos de los partidos políticos a la población discapacitada, recién se dieron cuenta de que estos recursos son insuficientes para aplicar políticas tangibles de compensación del eterno olvido a este sector, que ahora, calladitos, deben hacerse alcanzar 1.000 pesos en un año.

Ahora están en discusión dos leyes, una que viene de sendas cumbres que definieron que el 10% del IDH debe ir a seguridad ciudadana, pero, como siempre, el análisis fue financiero y con base en un principio totalmente campestre: "Los gobiernos municipales y departamentales no gastan sus recursos, entonces pueden dar", nadie presentó ningún proyecto aún, por lo tanto, sólo Dios sabe si ese 10% será suficiente para que por fin se controle a los cogoteros.

El otro monto viene con calculadora en mano, 1.200 millones de dólares de las reservas. Seguro fue lo que el Banco Central y Economía vieron "que se puede utilizar". Pero, con seguridad, no hubo allí nadie que proyecte que este monto impulsará efectivamente la industria y creará empleo; aunque, por lo visto del texto, sólo se quiere impulsar el aparato estatal, la gente emprendedora seguirá viendo nuestra riqueza en la vitrina.

Alguien me dirá que ahora por lo menos se asignan esos dineros, lo que antes (en la infernal época neoliberal) no se hacía. Siendo así, me atrevo modestamente a dar un consejo, planifiquen eficientemente —con proyectos sostenibles y con los niveles autonómicos— antes de asignar montos a diestra y siniestra que tiren por la borda esta época de bonanza. La otra es seguir en lo mismo, pero con más estilo, como el ministro del Tribunal Cusi, lancen la coquita y ella les dirá cuantito se necesita para cada cosa.

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