viernes, 17 de febrero de 2017

[Aula Libre] Artículo



 
El delirio de convertir las evidencias en mentiras
Susana Seleme Antelo
El Día, Santa Cruz de la Sierra, 16/II/17
 
                                   "El que dice una mentira, estará obligado a inventar veinte
                                    más para sostener la certeza de la primera"
                                                           Alexander Pope (Poeta inglés 1688-1744).
 
 Aplicada la frase al jefe del régimen, Evo Morales, se comprende el esfuerzo que hace para convertir las evidencias de sus trampas discursivas, del derroche de la riqueza producida en el país y de su mala gestión en la administración pública, en mentiras fabricadas por la oposición.
El delirio político por prorrogar su mandato ad infinitum,  omite la verdad del artículo 168 de Constitución Política el Estado, que acepta solo una reelección. La que pretende Morales en 2019 sería la cuarta, viola la ley y comete delito. Pretender una re-re-reelección es una evidencia que no admite apelación porque es corromper la democracia.
La sociedad boliviana le dijo NO el 21 de febrero de 2016 para preservar la alternabilidad en el ejercicio del poder político en democracia. Ese NO es una verdad comprobada en votos que desbarata sus planes de quedarse en el poder para seguir medrando de él. Ese NO fue un grito civil sin que mediara en ese acto manipulación mediática alguna, como pretende hacer creer el autócrata.
La verdad es que solo después de que Bolivia dijo NO en febrero de 2016,  la sociedad y el mundo se fueron enterando de los entresijos nada amables del romance de Morales con la adolescente Gabriela Zapata, y sobre el tráfico de influencias tejido al más alto nivel político. Sí se sabía antes de aquel Referéndum las verdades sobre el desfalco al Fondo Indígena, corrupción que se añadía a las barcazas chinas, el sobreprecio del satélite, entre otras evidencias de gestión plagada de vicios. Como los afiches con foto de Morales pegados en las ventanas de los trenes del metro de Madrid para inducir a las/los inmigrantes bolivianos a votar por el SI. ¿Cuánto costó aquella pegatina en el metro madrileño y otras ciudades españolas, o las páginas pagadas en diarios extranjeros? Eran demasiadas evidencias  de abusos y mentiras, abonadas de corrupción rampante. Como todo quedaba en la impunidad, una mayoría defraudada votó NO.
La verdad de la política autoritaria y populista de Morales, remite a la pesadilla de las masas en acecho del MAS –cocaleros, 'interculturales' y otros- que insisten en que él es "imprescindible" para la continuidad del "proceso de cambio". Tras 11 años, se puede afirmar que durante ese proceso esquilmaron las riquezas de Bolivia en la llamada 'década de bonanza'. Las malgastaron y no transitaron de la economía extractivista primario-exportadora a una economía diversificada, con industrias generadoras de valor agregado, empleo y trabajo asalariado bien pagado, en lugar de elefantes blancos y el 'rentismo' de los bonos. Ninguno ha disminuido ni la arraigada informalidad ni la precariedad laboral.
Una verdad objetiva fue la vivida hace un año, ante la insensibilidad de Morales frente a las maltratadas personas con discapacidad, cuando solo pedían un bono para sobrevivir algo mejor. Tras haberlas humillado entonces, hoy les "fija un bono y luego pide que lo pague otro (las alcaldías), cuando en la realidad él maneja el 90% de la plata",  según el analista Jimmy Ortiz Saucedo. Como el Bono Dignidad para la tercera edad, que lo pagan las gobernaciones. El autócrata Morales hace política populista con dineros  ajenos: el de la gente de a pie de los municipios del país.
El delirio de convertir las evidencias en mentiras remite a la instrumentalización de la justicia en detrimento del debido proceso y la presunción de inocencia, con flagrantes violaciones, como la toma de la Asociación Permanente de Derechos Humanos y el pedido de destitución de su presidenta, Amparo Carvajal. O como la ojeriza contra el ex gobernador de Beni, Carmelo Lenz, ya dos veces en prisión acusado de delitos no cometidos. O como el acoso al  ex ministro de  Planeamiento -hace 25 años- Samuel Doria Medina, sin que hubiese hecho daño alguno a los intereses de la entonces República de Bolivia. Esas son otras evidencias: violación  a derechos civiles y humanos.
Convertir las evidencias en mentiras remite, también, a los procesos judiciales  contra autoridades electas democráticamente, no afines a la dictadura revestida de democracia. Lo mismo que a periodistas fieles a la evidencia de realidades objetivas, que no se acobardan frente a la voracidad concentradora del autócrata Morales sobre los medios de comunicación-información.  Mientras el oficialismo rechaza el pensamiento crítico y las voces que denuncian abusos políticos, económicos, medioambientales y otros, existe un periodismo que defiende el derecho de las personas a estar bien informadas y a que se conozca lo que el régimen censura y esconde. Morales y sus hombres les dan un trato descalificador, vejatorio y los acusa de ser el "Cartel de la mentira",  cuando los únicos mentirosos reincidentes y recalcitrantes en Bolivia son ellos. 
La mentira política falta a la verdad a sabiendas y mina la credibilidad en la institucionalidad del Estado. Es una invasión, sigilosa, abierta, violenta a la libertad y al derecho ciudadano, con afirmaciones falsas que crean ideas también falsas.
A esas mentiras y falsedades la ciudadanía les dirá otra vez  NO,  en el primer aniversario del 21 F.
Este 21 de febrero de 2017 volveremos a hacer ejercicio de ciudadanía plena en calles, plazas, coliseos  y cadenas humanas.
 
 
 
 


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Enviado por: Susana Seleme <susiseleme@yahoo.es>


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