viernes, 17 de julio de 2009

Crisis en la industria del auto

Alberto Bonadona Cossío
abonadona2001@yahoo.es

En más de una forma el Estado se encuentra detrás de las economías capitalistas. Son tiempos idos en los que las grandes invenciones provenían de destacados y arriesgados inventores sin respaldo estatal para alcanzar nuevas formas de hacer las cosas más simples o las más complejas. Hoy, más que nunca, el Estado está presente en la economía y esto dice mucho del perdido, no extinto, impulso de los grandes capitalistas.

La historia marca hoy un rumbo implacable en los más importantes centros industriales del mundo donde el Estado debe intervenir con todo su poder para salvar a las grandes industrias, particularmente la del automóvil. El socorro que estas reciben, en los hechos, supera el respaldo financiero otorgado frente al auténtico propulsor del capitalismo de hoy y de ayer que es la invención y su íntima consecuencia; el aumento de la productividad. Si en algún país y en algún sector se evidencia la pérdida de impulso capitalista privado a la productividad es en Estados Unidos y en su industria automovilística. Ahora es el Estado quien les dice a los fabricantes que deben producir autos más eficientes que recorran 35 kilómetros por litro. El impulso dejo de ser privado.

En las fábricas de autos del mundo las mejoras del rendimiento de los combustibles han fracasado o su incorporación se ha retardado más de la cuenta. Se intenta recuperar terreno con los cambios trascendentales que se ofrecen en la industria y su producto. Los nuevos vehículos que se producirán en 4 ó 5 años serán más ecológicos no porque las empresas cambien convicciones y ahora se convierten en "más verdes". Es la simple y fría economía que les impone la dura realidad de los elevados costos de los hidrocarburos para elaborar combustibles y los omnipresentes plásticos. Son los vehículos eléctricos, que demandarán litio boliviano y los que usan etanol, que compiten por el maíz que antes era únicamente para consumo humano, los que ahora sin hacer ruido de motores brillan en el horizonte industrial.

Ha sido la actual crisis que ha impuesto esta dura realidad a la industria del automóvil y es la acción del Estado que la está haciendo posible. Ciertamente, en otros sectores como el de las tecnologías de la información y de la comunicación el Estado participa entre bambalinas con importantes financiamientos especialmente a importantes centros de investigación universitaria. Sin duda, estos todavía compiten con millonarios precursores privados como es Bill Gates y su ejército de ingenieros de sistemas. En estos campos industriales se crea el espíritu que insufla la actual revolución de la productividad.

Los grandes e importantes cambios en la industria de los centros industriales continuarán contribuyendo a la generación de valor económico. Al cambiar los hidrocarburos por litio no sólo introducirán un trascendental cambio en la industria del automóvil abrirán otra puerta a la suerte de Bolivia que posee el 53% de las reservas de litio. Que se aprenda de las experiencias pasadas en esta economía y en este Estado, ya es otra historia que se la conoce con la memoria histórica y que nada indica se modificará por un nuevo impulso.

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