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En Bolivia, como en otras economías pobres, el desempleo se disfraza. Ha leído bien, el desempleo se disfraza en la llamada informalidad. De manera general, la persona que pierde su puesto de trabajo inmediatamente busca cómo seguir obteniendo un ingreso dedicándose principalmente al comercio hormiga; comprar barato para vender algo más caro. Para las estadísticas que sólo miden el empleo observando si la persona tiene su tiempo ocupado en cualquier tipo de actividad, tal vez excluyendo la delincuencia, esa persona está ocupada.
¿A cuántas personas afecta el desempleo en Bolivia? Esta información a ciencia cierta o aproximada nadie lo sabe en este país. Un dato que se estima de la forma más tosca en las estadísticas oficiales es la tasa de desempleo que ahora se la coloca en el 8% de la población económicamente activa. Además se afirma en círculos oficiales que este desempleo bajará a 2% para fin de año. Lo que no se dice es cómo se llegará a lograr este verdadero milagro cuando no existen planes realistas, inversiones que los respalden y tampoco están presentes expectativas favorables en el sector privado que puedan indicar que en este año, o los próximos venideros, se abrirán oportunidades de empleo productivo.
Creo que con mayor probabilidad se exteriorizará un aumento del desempleo en lo que falta de este año y el próximo. De acuerdo a Paul Krugman, la producción industrial de los países industrializados ha caído con la presente crisis de manera más aguda que en el período inmediato a la quiebra de la bolsa de 1929. También de manera más aguda que en ese tiempo, el comercio internacional se encuentra en una caída más precipitada hoy que entonces. De acuerdo a las cifras de desempleo en los Estados Unidos, el crecimiento en 467.000 personas desempleadas en el mes de junio ha sorprendido a propios y extraños porque las mentes más optimistas de ese país creyeron que la crisis estaba en franco retroceso. Más aún, lo que ahora se muestra es una tasa de desempleo que ya supera lo peor que se tuvo durante la crisis de 1981-83, una crisis que marco por su severidad la segunda mitad del siglo XX.
A nadie se le ocurrirá decir que lo que pasa en Estados Unidos o en las economías industrializadas no nos debe interesar. Lo que ocurre en la producción y el empleo en esos países afecta a Bolivia a la larga o a la corta. Y así ocurrirá y ya está ocurriendo, aunque con una ayuda, lamentable, de las políticas nacionales. No sólo por la caída del ATPDEA sino porque no existe una política que impulse mayores exportaciones y cree empleo productivo.
Bolivia requiere de una política agresiva de creación de industrias que creen empleo, políticas que permitan expandir las exportaciones así como activar sectores que pueden captar recursos externos, como es el turismo. De lo primero muy poco existe, como es la instalación de una fábrica de cartón y diminuto impulso al sector vivienda que tiene la virtud de crear empleo e impulsar otros sectores productivos. En exportaciones se han colocado trabas para que este sector no se vigorice, por el contrario parece que existe más bien un abierto boicot al mismo. En turismo, parece que en un futuro, se espera no muy lejano, habrá un plan que tomará otros tantos años ejecutarse. Mientras tanto el desempleo seguirá haciendo presa de jóvenes que ingresan a la fuerza laboral como de desesperados desempleados que no saben cómo ganarse un ingreso digno.
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