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"Sobre gustos y colores, no han escrito los autores" decía mi abuelita cada vez que, de niños, nos enfrascábamos en una discusión sobre lo que era lindo o feo, de buen o mal gusto. Poco a poco nos enseñó a ser tolerantes con los gustos de los demás. Si a uno les gustan los bailes y las entradas folklóricas y al otro no, problema de ambos.
Distinto es que, además, en los afanes de esas fiestas los músicos se excedan con el volumen y los bailarines ocupen por días los espacios públicos por los que otros, que no quieren la fiesta, deben transitar.
En suma, puede gustarme o no como cantas, pero no invadas mis oídos cuando quiero descansar. Tu libertad tiene un límite, que es el que te obliga a respetar la mía.
Debieran bastar estas nociones simples y sencillas para dejar a don Alejo tranquilo con sus gustos y disgustos de la Entrada Universitaria. Y si alguno discrepa, debería simplemente expresar sus propios criterios sobre la belleza de unas y la gallardía de los otros, o la armonía de los músicos.
Pero no... la cosa se puso personal y, peor aún, se volvió política, apasionadamente política. Incluso una persona inteligente como Pedro Portugal se dejó llevar por la bilis y reclamó censura (nada menos que en nombre de la tolerancia!), sugiriendo incluso la necesidad de matar, así sea al huevo de la serpiente. Lo peor es que lo hizo atribuyendo al otro una intención de exterminio étnico, cuando había escrito de cuellos y pantorrillas, de gustos y colores.
Si hay algo intolerable es la intolerancia.
Don Alejo puede tener el gusto que quiera y, sin duda, tiene también el derecho de expresarlo donde pueda. Lo hizo en el AulaLibre, que por algo tiene ese nombre. Nadie le obligó a hacerlo, y nadie obligó a leerlo a don Pedro o a don Fernando. Algunos escribieron respuestas, y de los gustos de don Alejo dedujeron que es racista y discriminador. Será él quien lo demuestre o no, y responderá como quiera.
¿Pero a dónde quieren llevarnos con el reclamo de censura?
Don Pedro lo justifica afirmando que "no hay pensamiento sin acción". ¿De dónde salió esta tesis? Peor aún, ¿a dónde nos llevaría el aceptarla?
Mientras reflecionamos sobre esa pregunta, recordemos los artículos 18 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El 18 proclama la libertad de pensamiento (no solamente de los buenos pensamientos o de los que Big Brother crea que son buenos), y el 19 dice, clarito: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."
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