jueves, 3 de septiembre de 2009

LA DEMOCRACIA Y EL PROCESO DE CAMBIO

Eduardo Campos Velasco
eduardocamposdc@yahoo.es

(La nueva Bolivia que todos esperamos, sólo será posible cuando las fuerzas democráticas asuman que tienen la tarea histórica de liderizar el cambio)

A menos de 100 días para que se produzcan las elecciones de diciembre, creo que es un buen momento para reflexionar sobre la realidad del país. Una aproximación a grandes rasgos, nos muestra que el desarrollo se expresa de manera desigual en las diferentes regiones de Bolivia. Por una parte, en el oriente (Santa Cruz como eje), una sociedad relativamente moderna y dinámica que ha logrado configurar una economía vinculada eficientemente con el contexto interno y externo, fundamentalmente sobre la base de la producción agroindustrial; por otra, en el occidente, una sociedad estática y retrazada, basada fundamentalmente en la extracción de minerales que se mantiene aferrada al modelo económico de la revolución nacional y que no ha podido superar, pese a éste (capitalismo de estado) los rasgos de una economía de enclave, conviviendo con prácticas mercantiles simples. Es precisamente en ésta región del país (el altiplano) en el que se presentan los mayores índices de pobreza y desigualdad y la que alberga a la mayor cantidad de habitantes; cuyo origen étnico cultural, es fuertemente quechua y aymara.

Entre ambas, en el sur (concretamente en el Chaco boliviano) las actividades hidrocarfuriferas, abren la posibilidad de impulsar procesos acelerados de desarrollo de esa región, sin embargo, esos recursos extraordinarios, no están orientados a la consolidación de una base productiva alternativa a la extracción de gas; en el norte, (Beni, Pando y el norte de La Paz) con evidentes limitaciones para configurar un escenario económico propio, esperan que las políticas publicas del estado, los articule a la economía nacional y externa. Finalmente en el centro, Cochabamba con una propia dinámica productiva transformadora, se ve eclipsada por la creciente producción de hoja de coca en el Chapare que está acabando con las mayoría de los emprendimientos productivos, vinculándola peligrosamente con las actividades delictivas del narcotráfico.

En síntesis, pudiéramos concluir que después de 184 años de vida independiente de la República de Bolivia, después de la revolución federal, de la revolución del 52 y del ajuste estructural iniciado en 1985, tenemos como resultado, una sociedad con grados diferentes y desiguales de desarrollo. Los sucesivos modelos de estado implementados en el país, mantuvieron la explotación de los recursos naturales como la base de la economía, fracasando en su intento de consolidar una matriz productiva que sea capaz de generar suficiente valor agregado, diversificación económica y generación de empleo. Condiciones por las que la sociedad boliviana, históricamente no ha podido superar un conjunto de indicadores que la sitúan entre una de las mas retrazadas del planeta.

Esta situación de carácter estructural, se ve agravada por las condiciones de la presente coyuntura, mismas que en términos generales, han adicionado dos nuevos factores que contribuyen a poner en riesgo la viabilidad de la sociedad boliviana. Por una parte, una franca desagregación social que se expresa en términos sociales, regionales y étnico culturales y; por otra, en el desmoronamiento de la base institucional del estado. En ese contexto, la emergencia de un conjunto de demandas históricas no resueltas de la población boliviana, fundamentalmente aquella que expresan la inclusión a la economía y a la política, de grandes sectores de la sociedad, ponen en evidencia las limitaciones del modelo económico y las debilidades de la institucionalidad estatal.

Un estado aferrado a un fuerte centralismo en lo político y una economía incapaz de generar riqueza y bienestar para todos, indudablemente se contribuyen en el principal freno que imposibilite el desarrollo y, lo que es peor aún, la posibilidad que desde visiones ideológicas obsoletas, se interpele a la sociedad, tras aventuras temerarias y violetas. Ese es el escenario que requiere de respuestas políticas que re-visualicen el futuro de la sociedad boliviana.

El proyecto que implementa el Movimiento al Socialismo, liderizado por Evo Morales, funda su accionar en la necesidad de desmoronar todo vestigio del estado republicano (la descolonización), para sustituirlo con otro, denominado estado plurinacional, organizado desde una concepción marxista leninista, combinado caprichosamente con matices étnico culturales. Se trata en estricto sentido de la constitución de un estado socialista, que se funda en lo económico en el modelo estatista y endógeno y, en lo político, en un fuerte centralismo autoritario. Bajo esta pretensión, el gobierno, no repara en debilitar la débil base económica del país, principalmente del ámbito privado, sin advertir que esas acciones, tiene como victimas principales a miles de bolivianos, fundamentalmente los más pobres, a quienes paradójicamente dice representar.

En ese sentido, lo que debe enfrentarse con la mayor responsabilidad, desde las posiciones políticas democráticas del país, no es la contradicción viejo estado vs. uno nuevo; sino, estado socialista (plurinacional comunitario) vs. estado democrático autonómico. El primero, el estado plurinacional comunitario, está en pleno proceso de implementación y su suerte depende fundamentalmente del triunfo de Morales en las elecciones de diciembre del presente año; el segundo, el estado democrático autonómico, se trata del proyecto histórico que las presentes generaciones están obligadas a construir, mismo que desde las regiones (los departamentos) y los otros niveles de autonomía territorial, deben hacer posible la resolución de los problemas estratégicos que la sociedad boliviana, no pudo resolver.

Contrariamente a lo que se pudieran concluir, leyendo los resultados electorales de los últimos años (diciembre de 2005, julio de 2006, agosto de 2008 y enero de 2009) que muestran una polarización exacerbada entre visiones ortodoxas de izquierda y derecha, la sociedad boliviana tiene una fuerte base democrática, que no ha sido acertadamente interpelada, fundamentalmente por la ausencia de un proyecto político que partiendo de los verdaderos problemas estructurales no resueltos, sea capaz de formular una propuesta alternativa de cambio, distinta a la que configura la propuesta del Movimiento al Socialismo y eficiente en sustituir al viejo estado del 52.

Ese es el reto de la coyuntura política. Por una parte, la alternativa democrática al proyecto autoritario de Evo Morales, debe ser capaz de reconocer e interpretar acertadamente la problemática del país y las expectativas de la sociedad; realidad sobre la cual, debe ofrecer una propuesta que se constituya en el proyecto político de desarrollo de la sociedad boliviana. Por otra parte, para hacer viable un proyecto de esa envergadura, no es suficiente sumar a las fuerzas políticas de oposición al actual régimen, sino, asumir que la nueva acumulación democrática del país, sólo será posible si se superan los viejos paradigmas sobre los cuales, las organizaciones políticas en las últimas décadas, han fracasado en su rol de mediación entre el estado y la sociedad.

La propuesta alternativa de organización del estado y la sociedad, al modelo socialista que está en proceso de implementación por el actual gobierno, no puede partir por defender el viejo estado del 52, que es parte de los problemas no resueltos que tenemos como sociedad; pero tampoco puede convertirse en cómplice del desmoronamiento de los precarios niveles de organización estatal y social que amenazan con arrastrarnos a escenarios de violencia, inseguridad jurídica y pérdida de los mas elementales derechos.

Lo que corresponde, es anteponer al proyecto socialista del gobierno, otro proyecto político de carácter democrático, universal, que sea capaz de interpelar a todos los estratos sociales, las visiones regionales y a los grupos étnicos culturales de la sociedad boliviana, para construir la nueva Bolivia, desde los escenarios autonómicos.

La posibilidad de constituir un proyecto unitario que sume a las fuerzas políticas democráticas del país, depende más de la capacidad propositiva, que de la suma de liderazgos. El proyecto político alternativo al autoritarismo de Evo Morales, que tiene la misión de construir la nueva Bolivia desde los ámbitos autonómicos y resolver los problemas estructurales de la sociedad boliviana, requiere más de nuevas ideas, que de la suma de siglas y candidatos.

Construir una sociedad, en democracia con equidad y desarrollo, es la demanda y expectativa de la mayoría de la población de este país. La nueva Bolivia que todos esperamos, sólo será posible, cuando las fuerzas democráticas asuman que tienen la tarea histórica de liderizar el cambio.

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