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Nuestra democracia es jugada. Para bien, para mal y para peor se juega la ropa cada vez que la convocan. Y en los últimos meses lo volvió a lograr. Fuimos parte de un ejercicio impresionante que tuvo final feliz pese a que estuvo para reventar casi todo el tiempo. Cinco millones nos inscribimos en el nuevo padrón en 76 días. Empadronamiento a destajo, homenaje a destiempo.
"Ni en Macondo se empadrona así", me respondió certera una compañera cuando le conté de los números que anunció el Órgano Electoral. Es así. Una absoluta locura producto de nuestros irresponsables políticos derivó en una demostración más de una sociedad que tiene que sacar la cara por sus representantes. Encapricharse con un nuevo padrón ultramoderno a nueve meses de una elección casi es la gran macana de esta tanda de legisladores, oficialistas y opositores. ¿Cómo estaríamos hoy si algo fallaba? Mejor no pensar. Tuvimos que sacar la nave remando como locos, a punta de filas, paciencia, notificaciones a domicilio, acción ciudadana y laburo en los domingos.
¿Se entiende no? No es mérito de ellos. La modernización de la base de datos electoral se hizo a pesar y no gracias a los parlamentarios. Lo que hizo el Congreso con el padrón fue cambiar una jugada de ajedrez por una de fútbol de salón: vértigo, sudor y elevadísimo margen de fracaso. A la fecha todavía no sé si realmente se creían en serio ese verso del fraude, nunca probaron nada. Y ojo que va lo mismo para el frente. Leí el otro día: "Padrón biométrico entre los 100 logros del compañero Presidente". Puede que estemos en campaña, pero hacer eso es como querer atribuirse la lluvia en días de calentamiento global.
El mundo era tan reciente que muchas cosas no tenían nombre. Nosotros le pusimos biométrico y salimos al encuentro. Arrieros somos y cuando la calle convoca vamos al frente. Para sacar a un Presidente o para crear una lista de cinco millones de ciudadanos. Y mirá que somos atrevidos, en promedio, más de 65.000 personas se inscribieron por día. "Democracia de alta intensidad", dijo alguna vez uno de los protagonistas de esta novela al que la historia no le ha reconocido bien lo que hizo.
Algún buen día, cuando decidamos envejecer, mirar atrás y no correr tantos riesgos, recordaremos este capítulo más. El año del padrón biométrico será declarado por aclamación superando a trivialidades como la gripe A o la crisis diplomática con el Perú. Y si no, si se nos canta seguir viviendo al filo y apostando todo sin mirar las cartas, tendremos que seguir saliendo al encuentro. El cotidiano es nuestro desafío y yo recibo gustoso esa bala.
Bravo, vecina, compadre, colega, cumpa, socio. Le salió bien la jugada en esta mano tan brava. Una muy buena para demostrarnos que no todo lo escrito en nosotros es irrepetible desde siempre y para siempre, y que sí tenemos una segunda oportunidad sobre la tierra.
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