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Es la guerra contra el hambre.
Una guerra de la que todos hablan en cuanta cumbre de gobiernos, estados nacionales, multinacionales, organismos planetarios como ONU, PNUD, OEA, y otros.
En el planeta, 17.000 niños mueren cada día por hambre, mientras que en los salones de las cumbres de jefes de estado y científicos de la economía, los discursos son cada vez más vehementes.
En la última cumbre de Roma, los líderes mundiales, reunidos para aprobar estrategias de lucha contra la pobreza, la voz del Presidente Lula resonó en la conciencia de los poderosos cuando dijo: "se puede ganar esta guerra. Todo depende de decisiones políticas".
Entretanto, una guerra de nuevas características se está expandiendo por todos los confines de la tierra. Ignacio Ramonet la describió como "guerra social".
Ya no se trata de enfrentamiento entre ejércitos regulares con armas letales, sino de bandas criminales que asaltan en calles, avenidas y en barrios populares donde sobreviven los pobres y desamparados.
¡El diagnóstico es escalofriante!
Ya no se trata de "estados fallidos" que los sociólogos del sistema dicen que se debe a la ineficiencia, la burocracia y la corrupción de las elites gobernantes.
Existen los estados "delincuentes" como cuyas bandas armadas controlan pasos estratégicos como la cuenca de Somalia en el "cuerno de África".
Practican el secuestro, tienen 200 barcos capturados y hace apenas unos días negociaron la liberación del buque pesquero español "Alacrana" luego de 47 días de dolor y martirio de familiares de los marineros.
Existen los estados sometidos al crimen organizado como México que solicitó auxilio de las Naciones Unidas para socorrer a su ejército superado en potencia de fuego por las armas de sicarios y familias.
Este estado de delincuencia que estremece al mundo está llegando - o ya llegó - a Bolivia y de manera especial a Santa Cruz de la Sierra en donde los delincuentes asaltan y atracan a la luz del día, en pleno centro, y en domicilios de humildes ciudadanos, todos o la mayoría, sin techo ni fortuna.
Las elites gobernantes de los estados poderosos como Estados Unidos, China, Irán, Rusia, India, Pakistán, la Unión Europea y otros, prefieren mirar a otro lado y más bien salvar de la bancarrota a los bancos y banqueros.
Sacaron de sus arcas 700.000 millones de dólares para salvar un sistema financiero enfermo de egoísmo e impostura.
Para completar el cuadro, los complejos industriales militares y sus voceros oficiosos, como el Presidente Chávez y el Presidente Evo Morarles entre otros, ,están agitando un proceso armamentista que dilapida los fondos disponibles para la guerra contra el hambre destruyendo la integración y el desarrollo de América del Sur.
Nunca como ahora continúan vigentes los valores universales de la Gran Revolución en la que Robespierre representó a los jacobinos del terror y Dantón a los de la libertad.
No sorprende entonces que el Vicepresidente Alvaro García Linera se hubiera proclamado como el último jacobino de este siglo.
Con todas sus consecuencias.
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