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En las mentes de algunos profesionales y gobernantes, en los discursos de políticos y creyentes de la racionalidad del mercado, la simple mención de la planificación les suena a comunismo. Algo así como hablar de nacionalizaciones equivale a acciones propias de gobiernos revolucionarios de izquierda y en favor de los pobres. Esta es la sabiduría del credo popular. En los hechos, las entidades que más planifican son las grandes corporaciones, criaturas nacidas y procreadas en las entrañas del capitalismo moderno. Tampoco se olvide que en la historia del siglo XX tanto nacionalizaron gobiernos socialistas como lo hicieron los de Mussolini y Hitler. No porque un gobierno planifique o nacionalice ya se lo debe etiquetar de izquierda. Lo cierto es que puede estar a favor de las grandes masas como en su contra. No es lo que dicen los gobernantes, ni siquiera es solamente lo que hacen los gobiernos sino es, además, para que lo hacen y por quien lo hacen.
En esta época la planificación privada convive con el libre mercado y lo hace en y entre las grandes corporaciones. La libre competencia entre oligopolios no coludidos o entre pequeñas o medianas empresas es también parte de la realidad económica del mundo moderno. Los grandes conglomerados industriales abastecen a los Estados, de países poderosos y no tan poderosos, de productos destinados a la guerra o a la paz e indefectiblemente éstos acaban integrados en la planificación corporativa de la producción como del diseño del consumo que esos conglomerados condicionan.
John Kenneth Galbraith en un extraordinario libro "El nuevo Estado industrial", (1967) describe brillantemente al grupo que gobierna esta forma de planificación. Son profesionales especializados en la gestión que, al tener el mayor acceso a la información, son los que realmente tienen el poder de las grandes corporaciones. Galbraith denomina a este grupo la tecnoestructura. Son individuos altamente especializados que definen qué producir, cómo producir y para quién producir. Lo hacen con años de anticipación dosificando lo que los consumidores obtendrán en el mercado.
Los mercados modernos están lejos de ser esos entes perfectos altamente eficientes, corolarios de la racionalidad humana. Los textos de microeconomía abundan en explicar su supuesta racionalidad y los ejemplifican co la feroz competencia en las bolsas de valores. La crisis financiera, cuyas secuelas y daños colaterales son aún parte de las noticias que los medios publican y comentan hoy, es calificada por Robert Schiller, un notable economista de Yale, como resultado de la "exuberancia irracional". Este autor demuestra que la irracionalidad es la que gobierna en los mercados libres de alta competencia y es la que explica el desencadenamiento de las últimas crisis. Irracionalidad de los mercados que se combina con la búsqueda de racionalidad propia de la planificación de las grandes corporaciones. Racionalidad que imprime la tecnoestructura y que la misma combina con la irracionalidad de los exuberantes sueldos y premios que se fija para compensar su gestión y dominio sobre los mercados. La tecnoestrutura construye el capitalismo de hoy con la planificación y define su carácter insustituible con su autovaloración otorgándose astronómicos sueldos supuestamente competitivos.
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