martes, 19 de enero de 2010

Liderazgo / falta de líderes

Juan Carlos Díaz Ruiz
jcdr007@yahoo.es

Un nuevo liderazgo no significa simplemente reemplazar a los viejos dirigentes por gente joven que piensa y actúa como los viejos. La función del líder consiste en interpretar a sus seguidores (reales y pontenciales), elaborar una visión e imponerla mediante la persuación.

Hasta ahora, los que quieren ser líderes aprenden oratoria y se empapan de historias regionales inventadas. Se piensa que se va a enamorar a los sectores medios con bonitos discursos.

¿Qué ha hecho hasta ahora la oposición? Simplemente, actuar para conservar a sus partidarios. Para eso, comienza tratando de demostrar que los gobernantes populares y populistas son tan malas personas, que cualquier cosa que se haga en su contra está siempre bien. La apelación a la lealtad regional y la creación de un clima amenazanante donde se coloca al país al borde del abismo para que nada cambie, o para conseguir una ley que impida el cambio, es su principal objetivo.

Utilizando los medios de comunicación en acciones concertadas aconsejadas por consultores extranjeros expertos, así como ciertos servicios de inteligencia, manipulan a la gente para concentrar cabildos "millonarios" y efectuar ataques contra la gente pobre de los barrios y los funcionarios del gobierno nacional que visitan el departamento.

De esta manera, atenuan los sentimientos de culpa alimentando con información distorsionada y argumentos ilógicos, a gente desesperada por creerles y encontrar "ideas" para terciar en los debates oficinescos.

La función de lider es tender puentes con grupos que tengan un sistema de valores parecido. Los líderes actuales son, en muchos casos, líderes de fragmentos de clases: patrones de estancia, abogados de empresas de servicios públicos, profesionales liberales con clientela en las elites (médicos, dentistas,) empresarios ligados al Estado,etc; pero con dificultad para liderar fuera de sus estrechos límites.

En este sentido, las fuerzas conservadoras tienen tres alternativas:

a) Crear un partido democrático de centro-derecha de caracter nacional. En este caso, el liderazo se desplaza hacia el centro, los sectores fundamentalistas conforman su ala extrema y los grupos de poder económicos se limitan a verlo como el mal menor y lo financian.

b) Constituir una suerte de feudalismo regional al mando de la clase dirigente tradicional que mantiene, hasta donde no afecte a sus intereses, un sistema jurídico formal. En otros países, los dirigentes locales apoyan a cualquier partido en el gobierno que les asegure la soberanía en su área territorial de influencia. Se trata de controlar (a nivel local) los medios y los recursos fiscales, así como la tierra y los recursos naturales.

c) Aliarse con dirigentes tradicionales de otros departamentos formando una federacíón suprarregional de partidos locales fundamentalistas. Esto es fuente de conflictos y, aunque no lo mencionen los sedicentes analistas, genera inseguridad jurídica.

Las estrategias de campaña bien urdidas tienden a conservar los simpatizantes, a convertir en simpatizantes a una parte de los neutrales y a neutralizar a parte de los rivales. Esto no se puede conseguir con un discurso autista. Se necesita un clima muy especial para que el electorado en su conjunto apruebe las golpizas de las fuerzas de choque, el dicurso único, las listas negras, las toma de reparticiones, la persecución a cascotazos de altos funcionarios y periodistas.

Creemos que la alternativa a) es la mejor para el país, aunque no lo sea para los fundamentalistas y los que corren el riesgo de tener que devolver los bienes que se apropiaron.

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