domingo, 13 de junio de 2010

Sopocachi y Cala Cala: dramas peatonales

Erika Brockmann Quiroga
http://elfaro-eribolivia.blogspot.com
erikabrockmann@yahoo.com.mx

Como cochabambina, oriunda y vecina del barrio Cala Cala y domiciliada parte del año en el mismísimo corazón de Sopocachi en la sede de Gobierno, dedico estas líneas a los alcaldes y, en particular, a las flamantes presidentas de los concejos municipales de tan emblemáticas ciudades capitales a las que agradezco, desde siempre, su generosidad, magnetismo y fuerza inspiradora.

Esta nota, que bien puede ser interpretada como "exhorto suplicatorio" a las autoridades y dirigentes vecinales, es motivada por el infortunio de quienes hoy, entre yesos, férulas y cataplasmas, buscan recuperarse de lesiones resultantes de tropezones provocados por aceras desportilladas e irregulares que atentan contra la humanidad de los transeúntes, en especial de quienes superan los 50 años de vida y sufren de progresivas e irreversibles deficiencias visuales.

Si escribo es porque, en pocas semanas, me topé con tres vecinos con varios días de impedimento debido a las accidentadas veredas por las que los peatones estamos obligados a transitar desde hace mucho tiempo. En el caso de Sopocachi, en su momento, los vecinos aplaudimos la campaña de seguridad ciudadana impulsada para recuperar su tradicional y seductor encanto. La disminución de malentretenidos y delincuentes fue incentivo para el disfrute de su arquitectura, plazas, acogedores restaurantes, pubs, cafés y bohemios rincones del barrio. Sin embargo, esa posibilidad implica hoy riesgos mayores.

Quien camine por calles y parques de Sopocachi está hoy obligado a hacerlo cabizbajo para eludir la desagradable alfombra de inmundicias de la creciente población de mascotas cuyos dueños decidieron hacer de las calles y del espacio público verdaderas alcantarillas perrunas. Esta vecindad contaminante debiera saber que amar a los fieles amigos del hombre no riñe con las normas de urbanidad.

¿No será hora de incorporar este tema en la eficaz campaña de educación ciudadana y urbana promovida hace ya mucho por el mismísimo Luis Revilla y repetirla en otros municipios? Es un tema que coloco "sin miedo" en la agenda municipal no sólo del municipio paceño, sino también en el de la Llajta, convocando a autoridades, pero ante todo a vecinos, a las OTB y a las comunidades educativas, a tomar en serio el desafío. A veces da vergüenza transitar por las calles adyacentes a las unidades educativas. ¡Son verdaderos basurales producidos por niños y jóvenes que debieran ser la generación del cambio! ¿Por qué no hacer una campaña que premie “mi escuela limpia una cuadra a la redonda?

En Cochabamba, el problema es mayor y de larga data. Cala Cala y otros barrios más parecen sucursales del conflictivo botadero de K'ara K'ara. Serán 10 años desde que se firmó el primer compromiso para su gradual cierre técnico y traslado, pero no pasa nada. Incumplido por ineficacia, falta de visión, negligencia y demagogia, el problema de los desechos sólidos en áreas metropolitanas debiera ser responsabilidad compartida de gobernadores y alcaldes. No es suficiente su tratamiento desde el municipio.

Y es que, entre "aceras zancadilla" y en medio de tanta basura que nos inunda, proyectamos una imagen lamentable de nosotros mismos. Refleja falta de conciencia ambiental y de educación. ¡¿Hasta cuándo, pues?! Relancemos y repitamos la campaña, premiando y dedicando una canción tarea para Tupay Castellanos a los barrios y escuelas más comprometidas con las ciudades y su limpieza.

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