lunes, 20 de septiembre de 2010

Fuga de capitales

Alberto Bonadona Cossío
abonadona2001@yahoo.es

El ahorro nacional no está totalmente encaminado a favorecer a la economía nacional, lo cual demuestra una fragilidad extrema en el diseño de la política económica y en la visión de desarrollo actual. El dato que debe llamar la atención no es tanto la ausencia de inversiones externas en el país, sino la forma en que Bolivia, una economía pobre, está exportando su ahorro. Los datos de la "Cuenta de acumulación y financiación de capital, según componente, 1999 – 2008", que publica el INE muestran una fuga de capital creciente a partir de 2003 cuando se inicia con 97 millones dólares hasta 1.900 millones en 2008 (última cifra disponible). Con certeza a fines de 2009 la cifra superó los 2.000 millones y estimo que este año será aún mayor. Quiere decir que desde 2003 a la fecha, Bolivia ha exportado ahorro interno por un total de diez mil millones de dólares.

Una cifra que bien financiaría una tercera parte de la necesidad que el Gobierno expresa, requiere para lograr los 32 mil millones de dólares de su plan de desarrollo. Plan que si estuviera bien concebido y contara con un fortalecido soporte institucional, ya hubiera iniciado la reversión de la millonaria fuga.

Es claro que el cambio genera incertidumbre. Se sabe que los éstos son caros y si alguna cifra se puede apuntar de los costos hasta ahora causados por el mismo son los diez mil millones referidos. Pero, con políticas económicas acertadas, la tendencia creciente de las fugas puede ser perfectamente revertida.

Una política que en el pasado inspiró a los argentinos a preservar el ingreso de capitales a su país fue la denominada "caja de convertibilidad". Lo cierto que ésta es más un ejemplo de lo que no se debe hacer porque, la famosa cajita se basaba en un tipo de cambio fijo de un dólar igual a un peso. A un país semi-industrializado, como Argentina, esa paridad del dólar contribuyó a una sobrevalorización de sus exportaciones y una subvaluación de las importaciones. Vendían caro y compraban barato. Igual que hoy hace Bolivia.

Sin embargo, se dirá que en Bolivia no hay una caja de convertibilidad, lo que es verdad en el nombre, pero no en los hechos. Existe cambio fijo que facilita, precisamente, la convertibilidad. No es una cajita de uno a uno, sino de uno a siete y se mantiene constante. Tan eficaz es la caja de convertibilidad boliviana que en 2008, con la crisis mundial por telón de fondo, revitalizó de pronto al bolsín, el cual retornó a adjudicaciones del 13%, promedio anual del monto ofertado de dólares, después de que no registró movimiento alguno en 2006 y de menos del 0,1% en 2007. Ante la amenaza de los efectos de la crisis internacional, los habitantes que manejan la platita del país, decidieron convertir sus bolivianos a dólares mientras la tormenta se calmaba. Así, la actividad del Bolsín ya baja a un 8% de relación entre el monto ofertado y el adjudicado en 2009.

Una política económica que favorezca las exportaciones de bienes manufacturados debe acompañarse de un tipo de cambio flotante. Mientras las materias primas siguen comandando precios favorables a Bolivia, el Gobierno puede adormecer la necesidad de flexibilizar el tipo de cambio. Pero si lo que quiere el Gobierno es diseñar políticas que favorezcan no sólo el cambio, sino el desarrollo nacional, que quiere decir transformación interna de las materias primas, creación de valor agregado, apertura de nuevos puestos de trabajo productivo, crecimiento de las exportaciones no tradicionales, uso de los propios ahorros y no su fuga, entonces, reconocerá en el horizonte el peligro de una convertibilidad fija y paulatinamente ajustará lo que tiene que ajustarse.

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