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Ante el dilema libertad de expresión vs. racismo es necesario reflexionar y proponer desde lo concreto. En este debate, defender in-abstracto el concepto de "libertad de expresión" es defender una entelequia contra el cuerpo insultado de las víctimas del racismo.
Es posible que un gobierno utilice leyes contra el racismo que han sido redactadas de manera ambigua, para acallar a sus críticos o restringir la libertad de expresión. Un ejemplo de esto ocurre en Ruanda y es denunciado por Amnesty International. Pero, como en los medicamentos, los efectos adversos se disminuyen haciendo modificaciones en la composición del fármaco y no desechando definitivamente la búsqueda de una terapia.
También suele ocurrir que la ideología racista aproveche la libertad de expresión y de prensa para inflamar a la población y lograr así poder para políticos xenófobos y segregacionistas. Para negar la objetividad de la prensa, a menudo se denuncian los intereses económicos detrás de ella, pero también hay que tomar en consideración los intereses de grupos de poder político que usan la libertad de expresión para amasar apoyo popular mediante la irracionalidad racista, el odio y el miedo. Arizona, Suecia y Francia son los ejemplos más recientes. En los conflictos de Serbia, Croacia, Bosnia y Ruanda, la prensa contribuyó a la violencia y la "limpieza étnica" difundiendo rumores, desinformación e inflamando a los violentos. Esos son los efectos adversos de un libertad de expresión tomada en abstracto.
En los últimos años Bolivia ha sufrido de una "racialización de la política". Todos los bandos que participan en el combate político han utilizado argumentos y calificativos racistas para captar el apoyo o provocar a los irracionales y violentos. Cierta prensa de ambos bandos ha dado cabida a esta estrategia que ha violentado el escenario político del país. Hoy existen unos programas radiales abiertamente racistas y otros pasquines cargados de insultos raciales. En el pasado reciente, algunos medios de prensa participaron en las provocaciones que ambos bandos usaron para promover violencias en Sucre, Cochabamba y Pando...
Por lo tanto, es evidente que hoy en Bolivia el clima político da cabida a la irracionalidad y al racismo y que la prensa puede ser proclive a enredarse en esa irracionalidad.
En esas condiciones, el legislador requiere mucha lucidez para redactar una Ley contra el Racismo que sea eficaz y no pueda ser manipulada o desvirtuada. La judicialización de la política está volviendo tan dudosa esta capacidad del legislador que es posible pensar que el momento actual no es el más propicio para una Ley contra el racismo…
Sin embargo, la dificultad del repunte del racismo como herramienta política y de la judicialización de la política no debe hacernos perder la confianza en la Ley como remedio. Los posibles efectos adversos de un remedio no deben desalentarnos de seguir buscando una terapia. Por eso debemos continuar elaborando una Ley contra el racismo, pues Bolivia siempre necesitó de una política pública ante el racismo, que es una de las rémoras que han impedido a nuestra sociedad aprovechar todas sus potencialidades. Pero, además, hoy Bolivia necesita urgentemente pacificar su escenario político en el que el racismo ha introducido sus irracionales argumentos.
Una buena Ley contra el racismo podría servir a curarnos de ambos males.
Por eso, para que el legislador alcance la lucidez requerida para elaborar una Ley eficaz, no cabe otra perspectiva que continuar la búsqueda de una Ley terapéutica. Felizmente la Ley contra el Racismo tiene todavía que pasar al Senado y luego ser reglamentada. Es decir que hay cabida para el debate y este está ocurriendo y la sociedad civil está participando.
Pero, para que el debate tenga sentido, es necesario que logre zafarse de la "racialización de la política" y más bien contribuya a que se imponga una racionalidad que repudie el uso político del miedo racista por una parte, y, por otra frene el oportunismo de un cierto "anti/racismo" que podría encontrar en esta Ley un arma suplementaria en su estrategia de judicializar la política.
Lamentablemente, cuando el mismo Jefe del Estado acusa de "racista confeso" a algún oponente político o adopta poses de victima desde la cumbre de su poder, está deteriorando la calidad de ese debate. Y cuando la prensa parece confundir la libertad de expresión con la libertad al insulto racial, tampoco contribuye a un debate que debiera mejorar una Ley que Bolivia necesita.
Es innegable que existen dilemas cuando se busca conciliar la libertad de expresión con la defensa de la dignidad de las personas. La expresión en general debe ser libre pues es fundamental para el diálogo pero no todas las expresiones particulares son aceptables. El insulto y la injuria injustificada no construyen diálogo pues cuando se les da rienda libre terminan por destruir la libertad de expresión del Otro. Para lograr la convivencia civilizada, las personas sabemos controlar nuestras expresiones y raras veces necesitamos leyes. Pero cuando en una sociedad se vuelve común jerarquizar a las personas según estereotipos étnicos, irracionales y pasionales, es necesario controlar la expresión de esas violencias, que no merecen ser consideradas opiniones pues no son más que insultos e injurias que buscan acallar al Otro.
No es fácil definir cuáles expresiones particulares son inaceptables dentro del marco general de la libertad de expresión. Es un trabajo pasar de la libertad de expresión en abstracto al análisis de las expresiones concretas, pero este trabajo es indispensable para poder cernir el "ruido" del mensaje . Y ese trabajo corresponde a las instituciones que asumen la tarea de difundir la expresión, es decir a la prensa.
Por eso, apena la superficialidad de algunas de las contribuciones de los medios al debate sobre la Ley contra el racismo. Ante el dilema libertad de expresión vs. racismo es necesario reflexionar y proponer desde lo concreto. En ese debate, defender in-abstracto el concepto de "libertad de expresión" es defender una entelequia contra el cuerpo insultado de las víctimas del racismo. Cuando los periodistas se desgarran la vestiduras porque temen perder una libertad de expresión que sólo definen en abstracto y se victimizan defendiendo sus intereses de gremio, no responden al dilema que debiera ocuparlos y sólo añaden histeria a la indolencia ante el racismo. Esta actitud es además suicida pues los lleva a caer redondamente en la estratégica provocación de los "anti/racistas", que esperan pacientemente que la prensa defraude a miles de ciudadanos ofendidos por el racismo. Así, el control de la prensa por parte del gobierno será legitimado y la Ley contra el racismo engrosará al arsenal útil para la judicialización de la política…
Esta actitud perezosa de la prensa de hoy, contrasta con la que tuvo en el pasado cuando dio pruebas de su capacidad de tomar la "libertad de expresión" como un objeto concreto y decidió regularlo con sensatez para la reivindicar y promover un importante bien social. Esto ocurrió cuando la prensa disminuyó voluntariamente la difusión de expresiones sexistas y ofensivas hacia las mujeres. Vigilando la difusión de mensajes concretos, la prensa boliviana contribuyó a producir un cambio en una sociedad paternalista y machista. En esos años, la prensa acometió el trabajo de cernir los mensajes de la violencia machista y a nadie se le ocurrió defender el insulto sexista bajo el manto de la libertad de expresión…
Ahora, la prensa podría contribuir a cambiar una sociedad estratificada por privilegios y sometimientos de orden racial. Para ello podría analizar cómo se expresa el racismo, que símbolos utiliza esa violencia y definir cómo poner coto al racismo en los medios de expresión de opiniones. La prensa ganará legitimidad pues habrá contribuido a la salud de la sociedad.
Además, este trabajo llevará con seguridad a la prensa a contribuir a pacificar el escenario político nacional, que en nuestros días suele ensuciarse con el "ruido" de las provocaciones y reacciones racistas que dan protagonismo a violentos y oportunistas. El país agradecerá a la prensa.
¿No sería esa la actitud proactiva que la prensa debiera adoptar para defender la libertad de expresión que crea diálogo?
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