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Algo delicioso debe tener el racismo que nos apresuramos a esconderlo y nutrirlo, como si fuéramos adictos avaros protegiendo nuestro recurso más precioso.
Finalmente, la Ley contra el racismo solo sirvió para aumentar nuestra habilidad de usar el racismo como arma arrojadiza. Una vez más usamos ese boomerang político, que siempre lanzamos para que nos de en la jeta.
El debate en torno a la Ley sirvió para fortalecer la voluntad del gobierno de Morales de avanzar a rodillazos hacia el poder total y el conflicto puso más de moda el uso del boomerang, es decir el uso del racismo como argumento para el debate político.
Por supuesto que Morales usó el tema del combate contra racismo para dar uno más de sus rodillazos. Y eso es lamentable; no por su rodilla sino por el tema. El virus racista quedó fortalecido y cómodamente emboscado entre los discursos y las emociones y los bolivianos perdimos una oportunidad de buscar remedio a un parasito cerebral que nos está convirtiendo en una sociedad delirante.
En este escamoteo del mal endémico también participaron los periodistas que ingenuamente acompañaron a Evo al campo de batalla; campo que él mismo escogió, en otro alarde de sus "estrategias envolventes".
Si usted, estimado lector, no cree que ese es hoy el resultado del zafarrancho, le sugiero que visite pronto cualquier café y verá a varias personas en diversas mesas abogando con grandes risotadas por el privilegio de expresar valoraciones racistas. Verá también cuán rápidamente pasan de la risotada a la arenga y al discurso enardecedor y los oirá utilizar argumentos raciales y sesudos análsis racistas para justificar opciones políticas para el país.
No quisiera creer que los periodistas previeron que ese sería uno de los efectos de su movilización, pero me temo que los zafarranchos han contribuido nuevamente a la "politización del racismo", que impide el ingreso de la razón al debate político, fortalece los discursos populistas y añade causas irracionales a los conflictos.
Y es que el mensaje de los periodistas no era de fácil lectura. Es preciso ser un gongorista alambicado para llegar a entender que podía ser legítimo oponerse a una Ley contra el racismo en nombre de la libertad de expresión, pero no realmente de la libertad de expresión de todos sino de los que tienen una licencia de prensa y que quizás esa Ley podría llegar a arrebatar si se los acusaba de… etcétera… ¡Qué galimatías paranoico!
En su mesa de café, Zutano y Mengano, que no han hecho estudios en Bizancio, cogen el rábano por las hojas. Zutano piensa que la libertad y los periodistas lo han autorizado a expresar su abundante racismo, y Mengano piensa que existen unos Zutanos gordos blancuzcos, dueños de periódicos racistas, que sólo piensan en ganar dinero insultando a otros Menganos.
Algunos Perenganos se alzarán de hombros, pero Zutano comprará ahora pasquines que lo confirmen en su racismo y Mengano aplaudirá cuando los "buenos periodistas" les quiten los medios a los "gordos malvados"...
Ese desastre comunicacional, estos malos entendidos ocurren cuando se habla de una cosa para hablar de otra, cuando se dice "si pero no". Error imperdonable para un comunicador.
Pero lo peor es que el galimatías estratégico y comunicacional que acabamos de vivir ha impedido que los bolivianos trabajemos el tema del racismo, lo identifiquemos y podamos intentar expulsarlo del debate político. Más bien lo hemos atornillado más firmemente. Otra vez, la "raza" tiene implicancias de poder, de privilegio, de reivindicación, de aglutinamiento social, de tipificación delictiva, es motivo de orgullo o de vergüenza, es materia de educación obligada, es marca de ropa, determina el ingreso percápita, las oportunidades de calidad de vida, es el pelo que alegremente sorbemos en nuestra sopa epistemológica, es nuestro tic nervioso, es el guiño obsceno que ensayamos ante el espejo cuando deliramos...
Y como si esto no fuera bastante, es probable que "la batalla del si pero no" disminuya el favor que la prensa gozaba entre los numerosos lectores que sufren el racismo ambiente. "El objetivo de una estrategia envolvente es lograr que el enemigo pierda aliados, amigos y acceso a sus vituallas".
Estos resultados son tanto más irónicos cuanto era posible para la prensa encontrar otros rodillazos mucho más fáciles de identificar y denunciar, pues este no es el único rodillazo que el gobierno inflige ni será el último que Evo propine. Quizás hubiera sido más sencillo hablar directamente de fútbol y pedir francamente tarjeta roja para el jugador Numero 10. ¡Ese mensaje, Zutano y Mengano lo hubieran entendido con prístina claridad y quizás hubiera logrado atraer más hinchas!
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