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Hace un par de años, justo cuando el masismo festejaba su victoria electoral, y como queriendo aguarles la fiesta, Ramiro Calasich G. escribía un sesuso ensayo llamado "Bolivia: La Agonía del Pasado -breve ensayo sobre la estupidez ciudadana"-. En el documento, además de explicar porqué el mal llamado proceso de cambio no es otra cosa que una reiteración, más cómica-más sangrienta, en fin, más grotesca del pasado, el autor señalaba que su secreto -y el secreto de todos los regímenes autoritarios- es asentarse en nuestra estupidez, entendida ésta como nuestra "torpeza notable por comprender las cosas" (DRAE), en nuestra ignorancia a la hora de analizar la realidad.
Aquel ensayo incluía un puntilloso análisis neurofisiológico que mostraba cómo opera nuestro cerebro, siempre más emocional que racional, y cómo la demagogia (instrumento predilecto de los régimenes autoritarios de filiación populista) tiene por objetivo exaltar nuestro imaginario emocional, bloqueando nuestra capacidad de raciocionio. Es atroz, quien lo duda, pero se hace desde siempre y en todos lados. Para cumplir ese nefasto fin, se usan dos herramientas: la persuasión y la desinformación. Bueno, el autor hace en ese escrito un análisis pormenorizado de esas dos cruentas armas psicológicas.
El mismo autor, hace poco nos presentaba otro ensayo -creo que es de los pocos que presenta ensayos en nuestra entrañable AULAlIBRE- sobre la temática marítima, más concreto, pero igualmente punzante. Pero en este último, se quedó corto. Calasich titulaba: MAR: DEL LAMENTO BOLIVIANO AL ANZUELO PARA INCAUTOS. En realidad, habría que agregarle Y A LA ESTUPIDEZ DIPLOMÁTICA. Y es que en este afán de manipularnos, fomentando nuestra estupidez, comienza a jugar con fuego, esperanzado en que las grandes mayorías volverán al aplauso y a la venia. Coincido con el autor, la idea no es nueva, Salamanca lo hizo y el tiro le salió por la culata, aunque las condiciones eran diferentes. Se trata de exaltar un viejo conflicto fronterizo para llevarnos de la oreja a una realidad que nos es la real. Quieren distraernos, marearnos, evitar que nos demos cuenta que en la normativa del proceso electoral judicial se quiere consolidar la toma de todo el poder y para ello hay que acallar la libertad de expresión, de información, en definitiva, quieren concular nuestra libertad a pensar con libertad
En ese afán descarado, no les tiembla la mano para argumentar, por ejemplo, que Chile debe presentar una propuesta si quiere que las cosas estén en paz, mientras se deja entrever un tufillo bélico en el discurso del demagogo, que obliga al adverario a responder -ingenuos ellos- con más radicalismo. Primero, Chile no tendría que presentar propuesta alguna para resolver nuestro problema, somos nosotros quienes deberíamos tener una propuesta, cosa que no existe por mera y descarnada ineptitud. Segundo, hay que alertar a la ciudadanía para que no se deje engañar, porque lo siguiente que oiremos es que Chile nos amenaza y que todos debemos unirnos en torno al gobierno. ¡Cuánto asco!
Sí, este gobierno se ha encaramado en el poder y se mantiene gracias a nuestra estupidez, pero poco a poco la realidad enseña -ojalá nos formáramos, así el proceso de desencanto sería más rápido-, y nuestra estupidez tiende a diluirse. Soy un convencido, con mis varias décadas encima y mis varias heridas de torturas todavía dolientes, que el desgaste del gobierno es tan grande que no soportaría una rebelión ciudadana, pacífica pero organizada, que mande a volar su proceso electoral. Creo que ya está bueno de andar quejándonos y criticando las sandeces diarias que salen de Palacio Quemado y de la Vicepresidencia, y comenzar a organizar el descontento ciudadano. En octubre no se juegan cargos judiciales, juegan con nuestra libertad, y con eso no se juega. A la Libertad se defiende, y ya ha llegado la hora.
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