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Son ya varias derrotas declaradas de este Gobierno, cómo olvidar la argumentación del Vicepresidente —a tiempo de lanzar el fallido gasolinazo— cuando dijo que se había perdido la guerra contra el contrabando de combustibles; y no es lo único, el mismo Presidente admitió que durante su mandato, Chile sólo le daba largas en la recuperación del mar, que aumentó el narcotráfico, que fracasó en la industrialización del gas y que hay corrupción en el programa Evo Cumple, entre otras sinceras confesiones.
Otra guerra perdida, aunque por demás avisada, fue la de la corrupción policial institucionalizada, pues la jerga policial, que dizque oculta códigos que reveló el mismo Presidente, no es de ahora, es más, Su Excelencia aceptó que fue víctima de esto antes de ser mandatario, lo que quiere decir que el Gobierno debe anotarse otra derrota de cinco años de gestión, no de los famosos 90 días, ojo. Ante este problema, se tomaron dos determinaciones, la primera, destituir inmediatamente al soldado perdedor, que según el mismo Morales, parece ser un espía del enemigo (corrupción) y, segunda, declarar a los policías como incorregibles y crear una nueva dirección —administrada por civiles— que manejará Identificación y las licencias de conducir.
Aparentemente, esta es una medida necesaria y ya el tiempo y las evaluaciones nos dirán si la corrupción es un mal generalizado o muy apegado al uniforme, pero lo que llama también la atención es la facilidad y rapidez con la que se generan instrumentos del aparato público, que engrosan raudamente la burocracia estatal. Y no exagero, pues rápidamente, ya se publicó que el último presidente de la otrora Corte Electoral será el Director.
Y es que para no hablar sólo de derrotas, debo admitir que existe un triunfo, pues este Gobierno sí generó empleo, quién sabe sólo para sus simpatizantes, pero de que lo hizo, lo hizo. No en vano La Razón le dedicó hace unos días un importante espacio a estadísticas del empleo estatal, revelando que entre los años 2005 y 2009, el número de funcionarios públicos se incrementó en casi 90.000 (148%), aumento que asusta aún más cuando se lo ve en platita, pues si el 2005 el Estado gastaba como Bs 7.000 millones en sueldos, ahora, como si nada, llega a los 16.000 millones.
A esta situación, el ministro Romero indicó que el crecimiento se ajusta a los requerimientos de la estructura estatal naciente; si esto fuera así y viendo este descomunal crecimiento, está claro que este Gobierno está armando un gigante aparato para el famoso "control total".
Sin embargo, deben admitir que no miden a todos con la misma vara. Pues hace unos años, mi trabajo hizo que acompañara en reuniones, en el Ministerio de Economía, a alcaldes que vieron asustados que sus presupuestos anuales se elevaron —gracias al IDH— entre el 60 y el 900% de un día para el otro, lo que hizo que su estructura administrativa no sea la suficiente para encarar los proyectos de inversión, esto debido a que gobiernos municipales y departamentales, al contrario del central, tienen límites presupuestarios en la contratación de personal. Por supuesto que la petición fue denegada.
Pero lo que preocupa aún más es que la partida de sueldos es sólo una parte de los millonarios gastos corrientes del Estado, que desde el 2005 aumentaron de Bs 20.000 millones a Bs 60.000 millones, más del 170%. Debido a esto, insistiré —con el riesgo de ser cargoso— con este tipo de preguntas, ¿se está controlando el impacto que significan los gastos corrientes para el TGN?, ¿la burocracia es más eficiente ahora?, ¿sirvió de algo la rebaja de sueldos?, ¿nos estamos gastando en eso la jauja de los hidrocarburos?
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