Cynthia Perou Gutiérrez
cynthia_perou@hotmail.com
Justo cuando pensábamos que el asunto de las placas "clonadas" del Generalísimo Camionetas había pasado al recuerdo mediático, aparecen una serie de desarrollos en esta disciplina de la clonación, para la cual los bolivianos estamos demostrando una pericia digna de ser destacada y puesta al mismo nivel que nuestra otra disciplina favorita: envidiarnos.
En fin, con el accionar de la ordinaria justicia ¿o es al revés?, el caso de las placas clonadas estaba destinado al anecdotario de las cosas que cuando aparecen traen un montón de cola, pero una vez que pasan a las páginas interiores de los periódicos o desaparecen de los noticieros, parece que nunca hubieran sucedido; sin embargo, pude darme cuenta, al igual que supongo todos ustedes, que el asunto tiene toda una serie de connotaciones que trascienden el tema de las matrículas de aquella infame camioneta blanca.
En efecto, parece que los bolivianos hemos desarrollado una destreza única en el ámbito de la clonación de cosas. Clonamos tarjetas de débito, clonamos placas de vehículos, certificados de nacimiento, Cédulas de Identidad, ítems en salud o educación, policías y quién sabe qué otras cosas más. Pero con ese espíritu positivo que siempre me ha caracterizado, pienso que en el fondo, muy en el fondo, el asunto no es tan malo; al final, todas estas clonaciones están vinculadas a objetos y cosas, que si bien requieren cierta "ciencia" no son más que eso, cosas y si bien estoy segura que han causado y seguirán causando un serio perjuicio patrimonial a terceros inocentes, no es menos cierto que al fin y al cabo es para lo que fueron hechas.
Sin embargo, un frío tenebroso recorre mi espalda cuando me pongo a pensar que uno de estos días alguno de nuestros compatriotas sea capaz de desarrollar las técnicas necesarias para clonar personas. Hasta el día de hoy no entendía las razones por las que la Santa Sede se oponía a esta depravada actividad, pero ahora veo las motivaciones papales: si clonamos personas, podemos clonar bolivianos, o peor aún podríamos clonar a Chávez. ¡Horror! Mejor ni pensarlo. Quedémonos con los bolivianos.
Imaginemos que nos clonan al Hada Garcia Linera o a nuestro entrañable Luis Arce. La lista es inquietantemente interminable y lo peor de todo es que esos nombres son sólo el principio. Qué tal otro Chito Valle o más Ramones de los Quintales. Grave, como dice mi compadre. Y sé lo que están pensando: ¿qué tal si nos clonan al Presi? Cuando uno se pone a pensar en esas cosas, concluye que es mejor no más que nos sigamos dedicando a clonar cosas, al final, las cosas siempre harán menos daño que las personas.
¡Dios nos libre a los bolivianos de clonar MASistas! Amén.
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